Escribe Le Cousin de Rose, obra teatral que no será representada. Publica Mots d’écrit y el compendio de relatos Ragotte, aparecidos el año anterior en la revista Messidor. En diciembre, el propietario de La Gloriette pone en venta la casa y Renard piensa en instalarse en la residencia familiar de Chitry.
3 de enero.
—¿No le gustan las mujeres?
—Las amo a todas. Hago locuras por ellas. Me arruino en sueños.
Una ventana que dé a la calle es mejor que un teatro.
7 de enero. Quisiera ver a alguien más triste que yo. Los animales del zoo, por ejemplo.
Soy apasionado durante unos minutos todos los días; ninguna mujer lo aprovecha.
13 de enero. El peligro del éxito es que nos hace olvidar la espantosa injusticia del mundo.
El gusto madura a costa de la felicidad.
No hay que creer que la pereza sea estéril. Se vive en ella intensamente, como una liebre alerta.
Nadamos en ella como en el agua, pero sentimos el roce de las hierbas del remordimiento.
19 de enero. Los naturalistas, como Maupassant, observaban un poco de la vida, y la completaban. La imaginación, el arte, acababan la cosa vista.
Nosotros ya no nos atrevemos a retocar nada. Contamos con la vida para completar la vida; si no se da prisa, esperamos.
Para ellos, no era bastante literaria. Para nosotros, es bastante hermosa.
27 de enero. En casa de Capus. Inquietud, ruina. Acaba de leer «un Faguet malo» y «un Brisson tibio». Dice que recibe cartas de insultos.
—¡Pero si tienes una prensa excelente!
—¡Ah!
—En serio.
—Quizá mi pesimismo es exagerado —dice.
Miento. Trato de decirle cosas agradables, pero en el fondo lo que le pasa me parece justo.
Estaba dormitando frente a la chimenea.
Una hermosa biblioteca rinconera. Lo único que le envidio, la edición de Grandes Escritores, con las páginas sin cortar.
—Mañana ingresarás en la Academia —le digo.
—¿Tú crees? ¿Tú crees?
Es un hombre cansado que habla de vivir todo el año en el campo cuando concluya su alquiler en la calle Châteaudun, es decir, dentro de seis años.
Comemos mal. Una sopa llamada de alubias porque hay una dentro, y la mantequilla está rancia. Capus lo nota y lo dice. La señora Capus, no muy avergonzada, responde que habrá que escribir a la granja. ¡Y quizá esa granja no les da ni un huevo fresco! Este año su viña ha producido quince toneles de vino. Lo han embotellado, y ni una botella es potable.
Y sin hijos, pocos amigos, el éxito que se esfuma, quizá sin dinero: es siniestro.
El aire soñoliento y disgustado de Capus mientras come.
Tiene la impresión de que todo el mundo está contra él.
—Donnay no llegó a conocer esto —dice.
Hace grandes viajes en coche, y no ve nada porque es miope.
Se ha gastado toda su fortuna por una mujer, y la única que lo quiere es su esposa.
En la hermosa chimenea hay de todo, excepto fuego; se calientan con una estufa.
Acaba de comprarse una gramática, el curso superior de Larousse.
Lo mejor que hay en su casa son unos cuantos buenos sillones.
28 de enero. No me gusta asistir a reuniones sociales. Siempre llego demasiado temprano, y me siento vejado.
Muy criticado, Dios se defiende con el desprecio, sin responder.
31 de enero. Me gusta hablar, siempre que sea a la contra.
3 de febrero. Todas las mañanas, al despertar, deberías repetir: «Veo, oigo, me muevo, no siento dolor. ¡Gracias! La vida es bella».
21 de febrero. Mañana cumpliré cuarenta y cuatro años. No es una edad significativa. Solo a los cuarenta y cinco hay que reflexionar; cuarenta y cuatro es un año de transición.
El año pasado, ninguna nota sobre mis cuarenta y tres; no me asustó.
25 de febrero. Rostand. Con la salud, recupera el genio. Estarán en París el 1 de septiembre, y veremos Chantecler. Todos esperamos un fiasco, pero no es posible. Solo que el éxito apenas complacerá a Rostand, y el fracaso le matará.
Todos los que han oído Chantecler, y es casi todo el mundo, cuentan maravillas. Parece que se excitan «para estar en el ajo». Puede ser un prodigioso éxito de curiosidad. El universo entero querrá ver incluso lo mala que es.
21 de marzo. «Sociedad de hombres de letras», ¡cuánta gente de la que no he leído ni una letra! Y todas esas mujeres feas que dicen: «¿Cree usted que ser mujer es una ventaja?».
27 de marzo. Después de leer un artículo odioso de Léon Daudet sobre Zola, «El gran fecal», ¿iré a cenar esta noche con Léon Daudet y los Goncourt? ¿No debería enviar esa Academia a paseo? Si fuese rico, sí.
El pueblo es el niño bueno que, a la que le das la espalda, te hace muecas.
15 de abril. Solo estoy seguro de una verdad: el trabajo hace la felicidad. Solo de eso estoy seguro, y continuamente lo olvido.
20 de abril. Philippe me escribe que casi han vendido La Gloriette a dos solterones. Mi destino, un poco desgarbado, vuelve a cambiar de caballos.
Si no me corrigiera escribiendo, la verdad es que sería un pobre diablo.
14 de mayo. En política, la sinceridad parece una maniobra complicada e hipócrita, de una calculada astucia.
25 de mayo. Cuando un hombre ha demostrado que tiene talento, aún tiene que demostrar que sabe usarlo.
31 de mayo. Siempre hay algo de simiesco en los gestos de un pintor cuando habla de pintura.
9 de junio. Se consideraba a sí misma la rubia guapa de Chitry. Va a París, ve a las atractivas chicas de la calle, se mira en los espejos de las tiendas y no se encuentra tan bien. De regreso a Chitry, lo confiesa ingenuamente.
—En París no soy tan guapa como aquí —dice—, pero creo que es por culpa de los espejos.
Mi inalterable malhumor.
Noche. De repente, parece oírse un tambor.
Un círculo de gatos blancos acostados en el horizonte.
Un buey enorme con una margarita en la boca.
La luna aún está sola en el cielo azul oscuro, sin estrellas. Hasta la misma Venus vacila.
¿Qué decirle? No puedo ponerme a ladrar.
17 de junio. La gloria es ese humo sin fuego del que tanto se habla.
1 de julio. ¡Qué fastidio si su criada acabase en el mismo paraíso que ella!
5 de julio. El verdadero egoísta acepta incluso que los demás sean felices, si lo son gracias a él.
30 de julio. Los libros no tienen sabor. Ya no me enseñan nada. Es como si a un pintor le propusieran copiar un cuadro. ¡Naturaleza, solo me quedas tú!
28 de agosto. La Bruyère, el único del que diez líneas leídas al azar nunca decepcionan.
22 de septiembre. Un crítico es un poco como un soldado que dispara contra su regimiento, o que se pasa al enemigo, el público.
25 de septiembre. Ese hombre siniestro trabaja sin cesar y se cree que hace algo.
26 de septiembre. ¡Pintar a los hombres! ¿Qué querrá decir eso? Habría que pintar el fondo, pero no se ve. Solo observamos el exterior. Y no hay hombre, por valioso que sea, que por sus palabras, sus actitudes y sus gestos no sea un poco ridículo. Solo nos fijamos en sus ridiculeces. El arte, implacable, no respeta ninguna virtud, y el resumen de todas las expresiones del arte es que la vida parece esencialmente cómica.
¡Ah! ¡Saltar al lomo de una liebre y huir hacia el horizonte!
No hay que pasar más tiempo hablando de una obra que el que ha tardado el autor en escribirla.
Solo soy amable con las personas a las que estoy seguro de ser superior.
15 de octubre. En la amistad, la hipocresía puede prolongarse mucho; en el amor no basta con las palabras: hay que actuar. La amistad puede subsistir durante mucho tiempo sin pruebas.
4 de noviembre. Cena Goncourt. Paul Margueritte sigue sin asistir. Es lo mejor que tenemos en nuestra Academia como réplica de Anatole France.
Hennique, el Rosny mayor, Bourges, Descaves, Geffroy, Daudet y yo.
Bourges, una pobre antigualla en arte y política. Cuando habla con Léon Daudet de L’Action française le brillan los ojos.
—Es el único diario que está vivo —dice.
Él es el más reaccionario y el más desagradable de los dos. Léon Daudet siempre tiene algo de chiquillo. Dreyfus ha puesto una denuncia contra su periódico y reclama doscientos mil francos. Daudet no piensa ceder. Es más antisemita que Drumont porque es más joven. Dejaría chiquito a Meyer y su Gaulois.
Alguien dice:
—¡Dreyfus le denuncia! ¿Es que no quiere quedarse quietecito? ¿No se ha aprendido la lección de Gregory?[22]
Solo Geffroy protesta.
—¡Ah, no! —dice—. ¡Está en su derecho! Yo en su lugar habría hecho lo mismo.
—Yo también —dice Daudet.
Es un ambiente en el que, si uno no estuviese alerta, muy pronto abandonaría a sus amigos judíos y las ideas a las que hay que ser fiel.
11 de noviembre. Ayer por la tarde, una carta me informa de que La Gloriette está a punto de venderse. Cambio de dirección. La Gloriette muere. ¡Esperemos que el libro viva! Ya es hora de retirarse a la casa paterna. Abandono La Gloriette. ¿Es para vivir en la Gloria?
A Léon Daudet ya no le interesa la literatura. ¡Cómo es posible! Solo se apasiona por Maurras, ese Talleyrand, e instala a su rey en el trono. ¡Aunque haya que matar a unos cuantos!
Un escritor solo tiene que ser escritor. Lo demás es literatura.
24 de noviembre. En casa de Brandès. Los libros de Barbey, hermosos como toreros, dedicados con sangre roja y sangre azul, y con flechas.
A los catorce años ella se partía de risa y tenía que sentarse en la escalera cuando lo veía llegar con una piel de cabra, sombrero de alas anchas forrado de terciopelo, botines que le torturaban los pies, pantalones blancos y guantes blancos con hilos de oro. Poco a poco, la adoración de aquel cómico anciano emocionó a la joven. Cuando ella debutó, él no quiso entrar en el teatro. Se quedó en un café cercano, y en los entreactos le informaban de cómo iba la cosa. El día de su muerte, la llamó por carta; pero parece que la carta fue interceptada.
25 de diciembre. Solo respetamos lo solemne.
26 de diciembre. La vida: primero, seria; y si es posible, feliz.
29 de diciembre. Hay elogios que son críticas. Casi todas las críticas son elogios.