Se publican las Histoires naturelles con litografías de Toulouse-Lautrec, y Le Pain de ménage, que se representa en París. Renard trabaja para adaptar Poil de Carotte al teatro.
7 de enero. Mirar un rayo de sol en una habitación oscura. Está lleno de polvo. No hay nada más sucio que un rayo de sol.
11 de febrero. Que me condecoren de una vez, porque sino solo acabarán apoyándome los fracasados y los envidiosos.
El gato es la vida de los muebles.
21 de marzo.
—¿Y su hijita sigue bien, señora?
—Sí, señor.
—¿Y sigue destinándola a la prostitución?
22 de abril. Me niego a saber lo que pueda pensar de los hombres de talento alguien que no lo tiene.
24 de abril. Cuando me casé, tuve que llevar a mi joven esposa a presentarla a mi familia. Mi padre pensó qué podía hacer en su honor. Decidió poner algunas tejas nuevas en el techo de su casa, luego renunció.
1 de mayo. Nunca podrá usted hablar tan mal de mí como yo pensaría de usted, si pensase en usted.
Cuando uno se mira cinco minutos en el espejo, ya no se encuentra parecido.
15 de mayo. Soy ese señor que siempre tiene —¡ay!— la frasecita divertida.
29 de mayo. Rostand dice que se aburre. Quiere ser propietario de un teatro. Afecta interesarse mucho por Dreyfus, también por el general Marchand. Dice, con aire esquivo, que él, como todo el mundo, necesita amigos seguros. A su lado, le envidias. Sientes la inutilidad de todos los esfuerzos que puedas hacer por darle alcance; te vengas encontrándole flaco, pálido, calvo con una calvicie aumentada por largos mechones de cabello en el cuello, un poco ridícula. Rasgos finos, pero, de cerca, todo eso no es tan evidente. No parece ni vanidoso ni desdeñoso; pero creo que intenta dárselas de hermético y malicioso. Este verano se enclaustrará en París, dirá que se va a Pougues y así le dejarán en paz. Muy indiferente a una estima como la mía, de la que está seguro, pero muy sensible, creo, a los elogios «nuevos» de la gente joven. Encuentra que Sée tiene talento. Encuentra el teatro de Capus aburrido y pesado, lo que le sorprende viniendo de un hombre tan ingenioso.
2 de junio. No se trata de ser el primero, sino el único.
14 de junio. En el fondo de todo patriotismo está la guerra: por eso no soy patriota.
25 de junio. Todas las jóvenes de Chaumot quieren ir a París. Las que no se atreven a decir «a París» dicen «a una gran ciudad». Quieren ganar dinero para casarse. Como no saben hacer nada, añaden que harían cualquier cosa, que eso les da igual. Tienen una blusa plisada y un broche, el cabello suelto, los pies calzados con chanclas, manos limpias y uñas sucias, ojos vivos, mejillas sonrosadas, pero dientes inquietantes.
28 de junio. Cuando veía a mi padre pasearse de una ventana a otra, encorvado, las manos a la espalda, silencioso, la mirada profunda, me preguntaba: «¿En qué estará pensando?». Hoy lo sé por mí mismo, porque me paseo como él, con su aire, y puedo responder con toda certeza: «En nada».
2 de julio. ¡Y pensar que un día seré un viejo condecorado!
21 de julio. Nuestra vida parece un ensayo.
26 de julio. El hombre nace con sus vicios; las virtudes las adquiere.
Más de una vez he intentado estar triste todo un día. No lo he logrado. ¡Ni siquiera eso!
8 de agosto. ¡Oh, la necedad de las mujeres distinguidas de provincias! ¡Su palabrería continua, concentrada y pedante! Cada frase es un cliché que pronuncian suavemente, modositas, con el aire resignado de la mujer que sabe cómo son de verdad las cosas.
Deprimentes y asfixiantes, son mujeres superiores para los curas de campo, las maestras de escuela, los comerciantes de pueblo.
¡Una tormenta! ¡Corre a tu mesa de trabajo, para que si te parte un rayo sea en el campo de batalla!
6 de septiembre. No admito que nadie contraríe mis proyectos, sobre todo cuando tengo la certeza de no llevarlos nunca a la práctica.
17 de octubre. ¿Seguro que nacimos para vivir?
Esta noche París me parece una broma pesada. Hay mujeres hermosas que se arriesgan a hacer la calle, cuando en provincias seguramente podrían casarse con un rico.
Estoy entre mis campesinos como Chateaubriand entre sus salvajes: no vale la pena ir tan lejos.
22 de diciembre. La mujer se presenta. Le pido que regrese a las cuatro. Regresa. Tiene frío. Ha comido y para darse valor ha bebido un vaso de Burdeos. Se pone cómoda, inclina la pantalla para que el rostro permanezca en sombras, y me lee su cosita poniendo acentos tónicos por todas partes.
Le digo:
—¡Pues no está nada mal! Evidentemente, a partir de esto no puedo asegurarle que tenga futuro como autor dramático.
Y luego tengo ganas de decirle: «Escuche, mi pequeña señora. Es usted muy gentil, pero ¿qué hacemos aquí los dos? No nos vamos a acostar. Le hablo de su talento, en el que no creo, de su futuro, que me importa un comino. En resumen, me la tomo a broma, y eso es imperdonable, porque usted no me divierte. ¡Desconfíe de los hombres a los que les resulta divertida! Si su marido no le es demasiado insoportable, quédese con él. Si no, échese un amante que la ame, o varios que la enriquezcan; pero ¿qué podemos tener en común usted y yo?».
29 de diciembre. Poil de Carotte. Lectura en casa de Guitry. Tras la escena de la criada, dice: «Es bonito». En la escena del suicidio: «Esto está bien». Sigo leyendo hasta el final, un poco acelerado. Al acabar, veo que tiene lágrimas en los ojos.
—Es hermoso —dice.
—Y ahora —digo— las críticas.
—¡Espere! Primero, es absolutamente necesario representarlo en la Comédie Française. Solo yo puedo interpretar al señor Lepic. Su bondad. (Pienso para mis adentros: «El señor Lepic no es un hombre bueno; es un hombre que se conmueve y se enternece».)
Guitry insiste. Respondo que no puedo.
—Las críticas —digo.
—Al público se le hará un nudo en la garganta: no hay que superar cierta emoción. Tras la salida de la señora Lepic, yo acabaría en cinco páginas. En ese momento ya solo se espera una cosa: que el padre y el hijo se abracen. Solo debe haber tragedia y ternura. Suprimir la dureza y las frases generales: Poil de Carotte sobre la familia, demasiado duro; es una frase demasiado noble para él. El señor Lepic sobre los que lo aceptan todo de una mujer, etc. Suprímalo. Piense usted que trabaja sobre carne viva. Poil de Carotte no tiene que ser un mártir. Antoine no le dará la gran bondad compasiva del señor Lepic. En cada frase del señor Lepic se tiene que sentir el «¡pobre pequeño!», la caricia a los cabellos rojos de Poil de Carotte, y que le coja paternalmente por la oreja. Hay que hacer algo con Poil de Carotte y la criada. Poil de Carotte no tiene que parecer una venganza de Jules Renard.
30 de diciembre. Qué cómodos son los entierros. Se puede ser huraño con la gente: lo toman por tristeza.