Renard se promete y casa con la joven y relativamente acaudalada Marie Morneau, a la que llama en el Diario «Marinette». El joven matrimonio vive en el domicilio de la madre de Marie. Renard paga de su propio bolsillo la edición de su libro de relatos Crime de village, que dedica a su padre.
9 de octubre. He recibido una carta de mi padre que me apena. Ni una palabra sobre Crime de village. Otra vanidad a la que tendré que renunciar.
13 de octubre. La elocuencia. San Andrés, clavado en la cruz, predica durante dos días a veinte mil personas. Todos le escuchan, cautivados, pero a nadie se le ocurre liberarle.
23 de noviembre. No serás nada. Por más que hagas: no serás nada. Comprendes a los mejores poetas, a los prosistas más profundos, pero aunque digan que comprender es igualar, serás tan comparable a ellos como un ínfimo enano puede compararse con gigantes.
Trabajas todos los días. Te tomas la vida en serio. Crees fervorosamente en tu arte. Eres moderado con la mujer. Pero no serás nada.
No tienes que preocuparte por el dinero, no has de ganarte el pan de cada día. Eres libre, y el tiempo te pertenece. Solo tienes que querer. Pero te falta poder.
No serás nada. Llora, grita, agárrate la cabeza con las dos manos, espera, desespera, reanuda la tarea, empuja la roca. No serás nada.
Tienes una cabeza extraña, esculpida a cuchilladas como las de los genios. La frente se te ilumina como a Sócrates. Según la frenología, recuerdas a Cromwell, a Napoleón y a tantos otros, y sin embargo no serás nada. ¿Por qué este derroche de buenas disposiciones, de dones favorables, si no has de ser nada?
¿En qué astro, en qué mundo, al amparo de qué Dios, en qué nueva vida contarás entre los seres, dónde te envidiarán, dónde los vivos te saludarán respetuosamente, dónde serás algo?
29 de diciembre. ¡Cuántos han querido suicidarse, y se han conformado con romper sus fotografías!