Esta entrevista con Neville Drury apareció en el otoño de 1990, volumen 11, número 1 de la edición australiana de la revista Nature and Health.
ND: ¿Podría usted describir desde el principio las distintas fases de su búsqueda espiritual?
TM: Como historiador del arte en los últimos años de la década del 60, mi impulso inicial me llevó hacia el chamanismo del Asia Central, que me interesaba sobremanera. Fui a Nepal para estudiar el lenguaje tibetano y eché una mirada, no al budismo, que llegó a Nepal en el siglo séptimo, sino al chamanismo autóctono, el Bon-Po, que había estado allí desde épocas anteriores. Rápidamente quedé satisfecho comparando las experiencias y el arte que veía en Nepal con lo que me había tocado vivir en nuestro medio como estudiante de grado en la cultura de la mitad de los sesenta. No había manera de trazar claramente un mapa de las experiencias psicodélicas y los sistemas tradicionales de pensamiento esotérico a pesar de que Timothy Leary y Ralph Metzner habían dado gran impulso a la idea con la publicación de una guía psicodélica basada en The Tibetan Book of the Dead (El libro tibetano de los muertos).
Yo practicaba yoga cuando vivía en la India y en las islas Seychelles y llegué a sentir que, o era demasiado lumpen para llegar a la iluminación por estos medios, o se trataba de la repetición de fórmulas históricas donde el objeto real había sido extraviado hacia largo tiempo u olvidado. Entonces busqué las tradiciones chamánicas en situaciones en las que se hubiera producido menor grado de aculturación por el paso arrollador de la civilización, ya fuera en las remotas islas de Indonesia o en el Amazonas. Visité ambos lugares —las islas lejanas de Indonesia primero, empezando con Sumatra—. En diez meses caminé el sur y el este recorriendo Sumba, Sumbawa, Timor, Flores, Molucas, Ceram y Ternate. Me mantenía trabajando como coleccionista profesional de mariposas, lo pasaba maravillosamente y enfrentaba un rompecabezas que muchos botánicos han comentado: la inexplicable pobreza de plantas psicoactivas en el viejo mundo de los trópicos.
Por razones que no son del todo comprendidas, los trópicos de Sudamérica tienen el monopolio virtual de las plantas que producen índoles alucinógenos. Tratar de construir un escenario de la evolución que concentre estos compuestos en un continente exclusivamente es una tarea ímproba, pero habiéndome convencido a mí mismo de que no había chamanismo indígena en Indonesia, en 1970 me dirigí por primera vez a América del Sur. Yo había realizado un profundo estudio etnográfico de la cuenca del Amazonas antes del viaje. Gracias al trabajo de Richard Evans Schultes la Universidad de Harvard cuenta con una colección completa de este tipo de material. Los principales alucinógenos de la zona amazónica son triptaminas de diverso tipo, usualmente activadas porque se toman en combinación con la harmina, un inhibidor de la monoaminooxidasa (MAO). Esto resultaba muy interesante porque parecía implicar una sofisticación farmacológica entre los pueblos indígenas que sólo fue aventajada en Occidente a mediados de los años cincuenta cuando se llegó a la comprensión del sistema MAO.
De todas maneras, fuimos a Sudamérica y comenzamos a experimentar con estas plantas —ayahuasca—: la enredadera de las visiones que Richard Spruce había encontrado inicialmente cuando fue allá en 1853 y los polvos de absorción nasal de los indios waico y yanomamo. Me resultaba claro que la experiencia con LSD en una sociedad profana era solamente una experiencia al filo del mundo psicodélico y comprobaba que la conclusión de que el LSD era la droga más poderosa entre tales compuestos no estaba bien fundada. Lo que producen las poderosas triptaminas alucinógenas es una activación enorme de la corteza visual por lo cual son verdaderamente drogas inductoras de alucinaciones reales. El motivo dominante es un flujo de imaginería visual que por más que uno lo intente, no puede diferenciar si son el contenido del inconsciente personal o del inconsciente colectivo. Me resultó fascinante. Yo había estudiado a Jung a fondo y en consecuencia tenía expectativas francas en que los motivos y sistemas de ideas provenientes del inconsciente probaran ser razonablemente homogéneos en todo el mundo. En lugar de eso, en el pico de la intoxicación aparecía un mundo de ideas, imágenes visuales e insights abstractos, que se hacía imposible superponer al mapa de ninguna tradición, ni siquiera la esotérica; todo parecía ir más allá. El atractivo de estas experiencias ha sido tan poderoso que he hecho de ellas la brújula de mi vida.
ND: ¿En un sentido creativo, qué impacto han tenido los psicodélicos en la cultura occidental?
TM: En el Occidente el contacto original con estados de conciencia alterados se hizo con el opio. Y fue una fuerza conductora de gran poder de la imaginación romántica —Coleridge, De Quincy, Laurence Stern y muchos otros escritores creaban un mundo de oscuras ruinas, monasterios abandonados, negros remolinos en las playas desoladas—, claramente una glosa de la acción del opio. Entonces, alrededor de 1820, Byron, Shelley y otros empezaron experimentando con hashís también. Pero extrañamente, tal vez por razones culturales, el hashís no encontró nunca el camino de la imaginación de la literatura inglesa como pasó con el opio. Fue un estadounidense —Fitz Hugh Ludlow— quien detalló sus experimentos como un estudiante de grado en Union College en 1853, ingiriendo grandes cantidades de jalea de cáñamo. ¡Su comportamiento resultaría prácticamente desconocido hasta un siglo más tarde!
Se produciría luego la fascinación con lo que Baudelaire y Gautier denominaron los «paraísos artificiales» —ellos veían las drogas como una chispa que encendía la imaginación literaria—. La misma idea se trasmitió a Havelock Ellis, William James y los alemanes Klüver y Lewin con relación a la mescalina, que fue el compuesto que se aisló más tarde. En la última parte de la década de 1890, Lewin llevó semillas de peyote a Alemania y se extrajo la sustancia pura. Quedaba poco tiempo más para llegar a los días del LSD en la década de 1960.
Lo que estos tempranos investigadores establecieron en la época en que el uso de drogas era legal fue que estas sustancias creaban un flujo de imaginería fantástica, parecían abrir la visión hacia lo que sería llamado «paisajes místicos». Se tenía entonces el sentido de penetrar el mundo del conocimiento (gnosis).
Como una consecuencia del acto de hacer ilegal el uso del LSD en los Estados Unidos en 1960, se siguió igual procedimiento con las demás drogas psicodélicas. Y consecuentemente, nuestra descripción de lo que estos compuestos son capaces tiende a considerarse equivalente a un psicoanálisis instantáneo: uno tomaría la droga y, a través de la recuperación del trauma infantil y la visión de la propia situación, se desprendería de las actitudes neuróticas. Una especie de droga-maravilla para problemas psicológicos. Y allí quedó todo a causa de la ilegalidad de la investigación, particularmente con seres humanos.
Sin embargo, hubo una enorme comunidad subterránea que continuó involucrada en el tema y comenzó a delinear el panorama de la actividad de estas sustancias, yendo mucho más lejos que los modelos freudiano y jungiano. Lo que dio particular fuerza al punto de vista evolutivo fueron las experiencias que hacía la gente con la psilocibina. Se trata de un compuesto alucinógeno activo proveniente de ciertos tipos de hongo que se han usado milenariamente en las montañas de México. Bajo la influencia de la psilocibina se produce una experiencia de contacto con una entidad hablante, una voz interior que yo denomino el Logos. El Logos dice la Verdad —una verdad incontrovertible—. Sócrates tenía lo que él llamaba su deamon —su «Otro» informante—. Y la facilidad con que la psilocibina induce el fenómeno hace que desde el punto de vista del materialista o reduccionista enraizado en la tradición científica, parezca casi milagrosa.
De esta manera, yo empecé a estudiar este fenómeno y a tratar de determinar por mí mismo: ¿hay un nivel más profundo de la psique de lo que puede parecer, puede el «Otro» de alguna manera, autónomamente, ser un residente de la mente con quien uno pueda conversar? ¿Puede tratarse de la voz de la Madre Naturaleza? ¿De una inteligencia extraterrestre? Pueden parecer tesis enloquecidas, pero tiene que entenderse que uno es empujado a ello por la evidencia, por la experiencia. No es «materia celestial». Se trata de que se tiene la «voz en la cabeza» propia, ansiosa por revelarnos vastos escenarios de historia esotérica, vastos milenios que se desdoblan en el futuro humano.
ND: ¿Qué hizo con eso?
TM: Bien, todavía no tengo la respuesta. Vacilo. Depende de lo cerca que uno esté de la experiencia —¡es para parar los pelos, como enfrentar un extraterrestre!—. Y sin embargo una vez que uno lo deja atrás, los hábitos racionales se afirman y uno se dice: «¡Seguro que no fue así…!».
ND: ¿Usted siente que está entrando a dominios espirituales diferentes de los que describen los místicos y gurúes de la tradición oriental?
TM: Sí. El énfasis que ellos dan a los centros de energía corporal, niveles de conciencia, la perfección moral de dimensiones espirituales: yo no encuentro confiable ninguno de estos elementos. Lo que la experiencia con psilocibina parece afirmar es que hay un tipo de universo paralelo que no es como nuestro universo pero es habitado por seres con una intencionalidad. No es reconocible el universo de viajes astrales o el de los experimentos «fuera del cuerpo» de Robert Monroe. Lo que siempre me saca de las casillas con los ocultistas es la naturaleza trivial del otro mundo. Hablan de gente radiante con túnicas flotantes, maestros superiores y otras cosas. Mi sobrecogedora impresión de los otros dominios es la cualidad de extrema extrañeza, su cualidad de «diversidad». No es siquiera un universo de espacio tridimensional y tiempo. La otra cosa es que en las tradiciones esotéricas me parece que nunca se enfrenta directamente la realidad de ese mundo. Yo no soy un ocultista. Soy espiritual solamente en el grado en que me he visto obligado por la experiencia. Empecé como un reduccionista, racionalista, materialista y empírico, y digo que ni un reduccionista ni un empírico puede experimentar lo que me ha tocado sin tener que retocar su filosofía. No es una realidad para el místico menopáusico, el autohipnotizado o el cabeza blanda. Esto es real. Y el sentimiento que irradia la experiencia psicodélica es que tiene una implicación histórica, que lo que ha sucedido realmente en el siglo veinte es que la catalogación de la naturaleza que empezó en el siglo dieciséis con Linneo por fin culmina. Y esa catalogación ha mostrado cosas totalmente inesperadas, por ejemplo, la existencia de una dimensión que la organización de nuestro lenguaje, vida emocional y ontología religiosa niegan.
Lo que ha sucedido en el siglo veinte es que hemos encontrado lo que los doctores brujos hacen, lo que intenta el chamán. La información no puede ser simplemente colocada en nuestros museos y olvidada: contiene dentro una pepita de experiencia incontrovertible que parece decir amargamente que nos falta visión de la realidad. De alguna manera el camino del desarrollo que seguimos nos escondió vastas regiones de la realidad, áreas que hemos dejado de lado como supersticiones y que ahora no mencionamos del todo.
ND: ¿Siente usted que la realidad chamánica es ahora el paradigma del que disponemos? ¿Es más amplio que, por ejemplo, el modelo místico oriental?
TM: Sí, pienso que sí. Lo que pasó fue que en el mundo prehistórico todas las religiones eran «experienciales» y se basaban en la búsqueda del éxtasis a través de las plantas. En cierto momento, muy temprano, un grupo se interpuso entre la gente y la experiencia directa del Otro. Esto creó jerarquías, sacerdocios, sistemas teológicos, castas, ritual, tabúes. Por otra parte, el chamanismo es una ciencia experimental que se ocupa de un área que nosotros desconocemos. Es importante recordar que nuestras herramientas epistemológicas se han desarrollado de manera muy desigual en el Occidente. Sabemos mucho de lo que sucede en el corazón del átomo, pero nada de la naturaleza de la mente. No tenemos claves. Si la base de la certeza ideológica va a ser la formulación matemática, no tenemos ninguna certeza de cuál es el dominio en que se encuentra la mente. Presuponemos todas las cosas inconscientemente, pero cuando nos presionan no podemos defender la posición.
Pienso que lo que ha pasado —a causa de los psicodélicos en un nivel y la física cuántica en el otro— es que el programa de comprender racionalmente la naturaleza ha estado empujando tanto que hemos alcanzado el centro irracional de la naturaleza misma. Ahora podemos ver: ¡Mi Dios, las herramientas con que llegamos acá son extremadamente inadecuadas!
ND: ¿Está el movimiento del potencial humano revaluando al presente el rol de los psicodélicos en la comprensión de la naturaleza de la conciencia? ¿O se siente usted desconectado de sus contemporáneos?
TM: Bueno, un poco de ambas cosas. El movimiento del potencial humano parece a veces como un vuelo de la experiencia psicodélica. Harán cualquier cosa si tienen la confiada certeza de que no dará resultados. Las terapias tienen su lugar, pero no van al problema. ¿Cuál es la base del ser?
No soy el único en favorecer una revisión de los psicodélicos, pero mis colegas y yo representamos un grupo de disenso altamente sospechoso y no integrado totalmente al movimiento. En cierto modo, todavía reaccionamos a lo que pasó en los sesenta. Uno puede decir muchas cosas sobre las experiencias psicodélicas personales —y son siempre muy personales—, pero si usted trata de mirar a diez mil experiencias psicodélicas la conclusión generalizada que alcanza sobre eso es que disuelven los límites, cualquier límite. Y en consecuencia, disuelven la programación cultural. Son muy democráticos, por lo tanto marxistas, chamanes, cristianos fundamentalistas y físicos nucleares se encuentran cuestionándose profundamente sus creencias en el momento pospsicodélico. ¡Lo que marca al LSD como distinto es que un razonablemente competente químico podría producir cinco millones de dosis en un solo día! Bueno, eso fue único en la historia. Cuando uno va al Amazonas o toma peyote con los huicholes tiene que realizar una gran tarea para conseguir el material para veinte personas. Por eso la liberación de tanto LSD en la sociedad moderna ocasionó que los agentes del poder asumieran que la totalidad de la maquinaria social estaba disolviéndose en ácido —literalmente— delante de sus ojos. Pienso que eso fue el error, hacerlo así. En ese momento hubo muchas voces con muchas teorías de lo que debía hacerse. Si Aldous Huxley hubiera vivido otros diez años, habría sido diferente. La idea que él tenía era conseguir que la experiencia psicodélica fuera compartida por artistas, filósofos, planificadores, arquitectos: no por todos los tipos de dieciocho años de la tierra.
ND: Usted enfoca particularmente las triptaminas, pero, ¿no hay un factor cultural envuelto en ello también? ¿Puede un occidental moderno usando estos psicodélicos acceder a la misma realidad que un chamán sudamericano tradicional?
TM: Esencialmente, no pienso que sea un asunto cultural. Cuando uno fuma DMT tiene una experiencia que viene de la carne y hueso de la propia humanidad. Sin embargo, esta experiencia existe enteramente como una realidad privada hasta que uno la vuelca en el vehículo lingüístico. Si uno lo pone en el vehículo del inglés va a parecer muy diferente que si lo hace en mazatecano. Y esto tiene que ver con la inevitable relatividad del lenguaje. Por eso, parte de lo que he hecho es tratar de crear una descripción fenomenológica de lo que sucede realmente. La otra cosa sobre las experiencias psicodélicas es que son tan extraordinarias que no tenemos medios de fijarlas en la memoria. Si uno visita una ciudad en la que no estuvo antes puede siempre relacionarla con ciudades que uno ha visto, pero cuando va a un lugar que no tiene punto de comparación entonces tiene que crear un nuevo lenguaje casi desde la línea de partida.
Paradójicamente, el DMT parece relacionado con la actividad formadora de lenguaje del humano. Es interesante. Hace algunas decenas de milenios el continente africano sufrió un período de desecación que continúa en el presente. La gran selva húmeda que cubría la mayor parte del territorio comenzó a retraerse, dejando praderas detrás. La población de primates arbóreos se vio obligada, por la presión selectiva, a descender a la pradera y abandonar sus hábitos vegetarianos por una dieta omnívora. Ellos tenían ya un complicado sistema de señales de grupo como corresponde a los monos, pero cuando empezaron a desarrollar estrategias de caza en la pradera había aún mucha mayor presión para acelerar y desarrollar el sistema de señales. Bien, la dieta omnívora los llevó a enfocar los grandes rebaños de ungulados —ganado salvaje— que también evolucionaban simultáneamente. Ahora, en el estiércol de estos animales hace su hogar natural la psilocibina: son hongos «coprofílicos», amantes del estiércol. Es el único lugar en que crecen. He observado personalmente los hábitos de los cinocéfalos forrajeros en Kenia. Ellos escarban cerca del estiércol buscando abejas y gusanos. Así la torta de estiércol es parte importante de su mundo. Y el hongo es un objeto anómalo en el ambiente de la pradera, se destaca como una señal.
Roland Fischer, que trabajó mucho con psilocibina antes de que fuera ilegal, hizo muy interesantes observaciones en los años sesenta. Él dio dosis muy bajas a los seres humanos, tan bajas que no alcanzaban a proporcionar una experiencia psicodélica pero sí permitían que se experimentara una leve excitación. Pero, cuando se sometió a la gente a pruebas de agudeza visual, se comprobó que veían mejor que antes de la psilocibina. No es preciso ser un biólogo evolucionario para comprender que si hay una planta en el ambiente que mejora la agudeza visual de un animal cazador, el animal que la acepte será un cazador más exitoso con una estrategia reproductiva mejor. Dosis ligeramente mayores que hacen que la inquietud se vuelva excitación sexual, producirán copulaciones con mejor impregnación y nacimientos aumentados. En este caso la ingestión de la sustancia favorece también a los animales que usan la estrategia de reproducción. Redoblando la dosis que causa la excitación sexual se llega a un contacto alado, algo extraño, misterioso, que hasta el día de hoy, cincuenta mil años más tarde, no tenemos el equipo intelectual necesario para comprender: en la mente del hombre moderno aparece la misma trascendental, atemorizante fuerza que debe haberse despertado en la mente de un australopitécido.
ND: ¿Cuál es entonces su respuesta a la gente que continúa destituyendo la experiencia psicodélica como artificial? ¿Seguramente su visión es exactamente el reverso de ello?
TM: Bien, no hay nada artificial en ella. Estas cosas fueron parte de una cadena alimentaria humana desde el verdadero principio. Donde entra el malentendido es en el etiquetado; estas son «drogas» y droga es una palabra que hace sacar la bandera roja. Nos ponemos histéricos con respecto a las drogas. La sociedad entera parece estar disolviéndose bajo el asalto criminal del sistema sindical de distribución de drogas. Lo que vamos a tener que hacer si queremos buscar soluciones para la situación, es volvernos un poco más sofisticados con nuestras definiciones. Creo que lo que objetamos realmente de las drogas es que nos alarman las conductas incorregibles, autodestructivas, obsesivas. Cuando vemos a alguien actuando de esa manera nos echamos atrás. Ese es el resultado de la adicción a una droga como la cocaína o la morfina. Sin embargo, en la realidad, los psicodélicos rompen hábitos y patrones de pensamiento. Mueven a los individuos a inspeccionar las estructuras de sus vidas y juzgarlas. Ahora, lo que los psicodélicos comparten con las «drogas» es que son compuestos físicos, a menudo preparados como comprimidos y se introducen en el cuerpo. Pero creo que una razonable definición de drogas nos llevaría a legalizar la psilocibina y dejar fuera de la ley a la televisión.
Imagine si los japoneses hubieran ganado la Segunda Guerra Mundial e introducido en la vida estadounidense una droga tan insidiosa que treinta años después el estadounidense medio pasara cinco horas diarias pegado a ella. La gente lo habría considerado una atrocidad inaudita. Pero nosotros, en los Estados Unidos, nos lo hemos infligido a nosotros mismos. Y lo horrible del «viaje» que nos da la televisión es que no es nuestro viaje. Desciende hacia nosotros a través del sistema de valores de una sociedad cuyo dios todopoderoso es el omnipotente dólar. De modo que la televisión es el opio del pueblo. Pienso que la enorme resistencia gubernamental a la cuestión de los psicodélicos no se debe a que muevan empresas multimillonarias criminales; son triviales en ese aspecto. Sin embargo, inspiran el examen de los valores y eso es lo más corrosivo que puede suceder.
ND: Su idea es la del pionero psicodélico como el tipo de alquimista que puede hacer tangible el alma. ¿Puede decirnos más sobre esto?
TM: La alquimia era la creencia de que de alguna manera el espíritu residía en el corazón de la materia. Los alquimistas eran los herederos de los grandes sistemas religiosos helenísticos caratulados como «gnósticos». La idea central del gnosticismo es que la materia de la cual «el alma y el verdadero ser» estaban hechos está atrapada por una serie de desgracias cósmicas en un universo de bajo nivel extraño a ellos. Y los alquimistas literalizaban estas ideas para sugerir que el espíritu podía de alguna manera ser destilado o forzado suavemente fuera de la densa matriz de la materia. Bien, esto es también lo que los psicodélicos refuerzan, y es interesante ver cómo los alquimistas en diversas épocas han contribuido al avance de la farmacología. Por ejemplo, el alcohol destilado fue descubierto por los alquimistas buscando el elixir de la vida y Paracelso popularizó el opio. Esto no es para disminuir la búsqueda alquímica sino para mostrar que el credo de que hay espíritu en la materia fue una supervivencia de un estrato de credos chamánicos anteriores, más antiguos, que involucraban ganar la alianza de una planta. Pienso que la noción de que uno puede progresar espiritualmente por uno mismo es prepóstera. Es virtualmente imposible tener las experiencias espirituales que confirmen un orden moral cierto y un sistema de valores sin buscar el auxilio de los psicodélicos, o, alternativamente, el ayuno o el retiro al desierto. Yo pienso que la gente no se da cuenta de cuán eficaces son los psicodélicos: ¡cómo trabajan!
Desearía que la gente fuera más católica en sus gustos. Si uno es un abogado de las virtudes del yoga, las dietas naturales o los mantras —uno se lo debe a sí mismo— tendría que pensar en explorar los psicodélicos al mismo tiempo. Yo exploré las posibilidades que mencioné justo antes de emprender el camino dorado del alma.
ND: Entonces ¿por qué hay tan tremendos prejuicios tanto en el Este como en el Oeste contra los psicodélicos?
TM: Pienso que la gente ama el viaje. A la gente le encanta la búsqueda de respuestas. Uno podría explicarle a todos que pasó el tiempo de los viajes y que la tarea ahora es enfrentar la respuesta, lo que es un gran desafío. Todo el mundo puede ir y venir de un ashram por una docena de años mientras se congratula por seguir a Baba en la iluminación. Pero se necesita coraje para tomar psicodélicos, real coraje. El estómago se acalambra, las palmas transpiran porque uno sabe que es real, que trabaja. Ni en doce años ni en veinte: ¡en una hora! Lo que yo veo en la empresa total del espíritu es un gran número de personas apoyándose en su falta de éxito. Si alguna vez les fuera bien, esas empresas dejarían de existir. Pero nadie tiene prisa.
ND: En su esquema de las cosas, ¿hay algún lugar para la religión institucionalizada, para creencias ortodoxas?
TM: Sí. Lo que he encontrado es que todos los sistemas que se ofrecen como caminos espirituales funcionan espléndidamente en presencia de psicodélicos. Si usted piensa que los mantras son efectivos, trate un mantra con veinte miligramos de psilocibina y vea lo que pasa. Toda motivación religiosa sincera es iluminada por los psicodélicos. Para decirlo de un modo ordinario, la búsqueda religiosa es un automóvil pero los psicodélicos son el combustible que lo hace marchar. Usted no va a ninguna parte sin combustible por bien hecho que esté el auto y perfecto que sea el motor.
ND: ¿Hacia dónde piensa que se dirige ahora el movimiento del potencial humano y cuál considera usted que es su posición en el espectro correspondiente?
TM: Creo que la mejor idea ganará. Todos nos encontramos bajo la obligación con nosotros mismos y con el mundo de hacer lo mejor, poner las mejores ideas sobre la mesa. Después, tenemos que esperar. Yo tengo la creencia darwiniana de que la idea correcta emergerá triunfante. En mi manera de pensar los psicodélicos ofrecen la única categoría que considero suficientemente auténtica para que su existencia haya sido puesta fuera de la ley. Nadie va a ilegalizar los cristales de cuarzo o el jugo de trigo; son cosas que no plantean problemas. Pero pienso que vamos a tener que aceptar la posibilidad psicodélica. Podríamos tenerla desde hace mucho en los Estados Unidos si no fuera porque las actas del gobierno actúan como el brazo reforzado del fundamentalismo cristiano. La vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad están entronizadas en la constitución de los Estados Unidos como derechos inalienables. Sí la búsqueda de la felicidad no cubre la búsqueda psicodélica de la iluminación, no sé qué significado puede tener. Creo que enfilamos hacia un período más oscuro antes de que aparezca la luz, porque la jerga engañosa del gobierno en este aspecto va a tener que ser expuesta en su valor real. Veo el fenómeno total de las drogas «duras» como una gran estafa. Los gobiernos han sido siempre los mayores proveedores de drogas de adicción: retrocedamos al comercio de azúcar en Inglaterra, las guerras del opio en la China, la complicidad de la CIA en el tráfico de heroína en el Sudeste asiático durante los años sesenta y la actual distribución de cocaína que proviene de América del Sur. Vamos a tener que abandonar este deseo cristiano de legislar la conducta de otra gente «por su propio bien».
Tomemos dos tipos de drogas por el momento, para mirarlas en contraste: la cocaína está de moda, cuesta cien dólares el gramo y es extremadamente inútil en lo que yo puedo ver, no hace llegar a nadie más lejos que un café expreso doble. Luego tenemos el pegamento de aviación. Cuesta un dólar con veinte centavos el tubo y usted puede destruirse totalmente con él, probablemente en el mismo tiempo que con cocaína. ¿Por qué entonces no está la gente que usa trajes de Dior y maneja Rolls Royce dándose con pegamento? Porque es miserable, grotesco, vulgar. Y estas son las cosas que hay que poner delante con este tipo de drogas. Lo único que puede hacerse es cambiar los precios y poner la cocaína a un dólar con veinticinco el gramo. Entonces podrá verse como horrible, banal y destructiva. Sólo cuando los gobiernos intervienen restringiendo los accesos las cosas ganan súbitamente ese astronómico mérito. De ese modo, es un juego del gobierno.
ND: Veo signos en varios países de que los gobiernos están por fin prestando atención al mensaje ambiental. Si consideramos el concepto de la hipótesis de Gaia como un reflejo de la concientización global emergente, parece también que su concepto de la Superalma del planeta podría volverse importante…
TM: Estos son aspectos de la Nueva Era, pero yo he abandonado el término en favor de lo que llamo Renacimiento Arcaico, que coloca todo en una perspectiva histórica mejor. Cuando una cultura pierde su dirección, la respuesta tradicional es retroceder en la historia para encontrar el «modelo de anclaje». Un ejemplo sería la ruptura del mundo medieval durante el Renacimiento. Habían perdido la orientación y volvieron a los modelos griegos y romanos y crearon el clasicismo: derecho romano, estética griega y lo demás.
En el siglo veinte, una civilización global perdió su dirección, miramos al pasado en busca de un modelo y llegamos muy atrás en la historia: doce o quince mil años atrás. Así, la parte importante del movimiento del potencial humano y la Nueva Era, creen necesario dar nuevo poder al ritual, el redescubrimiento del chamanismo, el reconocimiento de los psicodélicos y la importancia de la Diosa. Debe haber también un auténtico misterio religioso dirigiendo esto. Los psicodélicos lo ponen a uno en conexión con algo que es a la vez real e inmediato: la mente del planeta. Esta es la Superalma de toda vida en la tierra. Es la cosa real. La hipótesis de Gaia, que comenzó por la proposición de que el planeta entero es un sistema autorregulado, se ha traído ahora al nivel en que alguna gente dice: «Está casi vivo». Pero yo voy mucho más allá. No sólo está vivo, tiene una «mente».
Tomo muy seriamente la idea de que el Logos es real, de que hay una mente guía —una Superalma— que habita el bioma del planeta, y que el equilibrio humano, la dignidad y la religiosidad dependen de tener contacto directo con este dominio. Eso es lo que provee el chamanismo. Esto estuvo disponible en Occidente hasta la caída de Eleusis y de la tradición de los Misterios —para alguna gente—, pero después fue borrado por los bárbaros que no entendían lo que destrozaban.
El alma del planeta no es neutral con respecto a la dirección que sigue la historia. Nosotros somos parte del drama cósmico —yo realmente lo creo—, y aunque el drama cósmico ha durado indecibles edades, no seguirá corriendo por tiempo infinito en el futuro.
ND: ¿Ve usted que esto alcanzará el clímax en 2012 d. C.?
TM: Veo cierto tipo de culminación en 2012. Los mayas también situaron ese año como el final de un ciclo de 5128 años. Creo que lo que llamamos existencia histórica es una situación autolimitada que no puede proyectarse durante siglos en el futuro. Estamos destrozando la tierra, sembrando toxinas y el planeta reacciona. Los psicodélicos van a tener un rol mayor en ayudar a la gente a darse cuenta de lo que realmente está pasando.
ND: Usted dijo que una parte importante de la búsqueda mística es enfrentar la muerte y reconocerla como un ritmo de la vida. ¿Le gustaría ampliar el concepto con las implicaciones del proceso de morir?
TM: Yo tomo seriamente la noción de que los estados psicodélicos son una anticipación del proceso de morir, o, como lo llaman los tibetanos, el nivel bardo después de la muerte física. Parece posible que nuestra vida física sea un tipo de plataforma acolchada de lanzamiento del alma. Según las tradiciones esotéricas, la vida es una oportunidad de prepararse para morir y nosotros tendríamos que aprender a reconocer las señales camineras a lo largo de la ruta, de modo que cuando la muerte venga, podamos hacer la transición suavemente. Pienso que los psicodélicos nos muestran la trascendental naturaleza de la realidad. Sería difícil morir con gracia como ateo o existencialista. ¿Por qué tendría que ser? ¿Por qué no enfurecerse contra la muerte de la luz? Pero en efecto, no es la muerte de la luz, sino el Amanecer de la gran luz, entonces uno no tendría que enfurecerse contra ello. Hay una tendencia en la Nueva Era a negar la muerte. Tenemos gente persiguiendo la inmortalidad física y haciendo congelar su cabeza hasta el quinto milenio, cuando serán descongelados. Todo esto indica un desequilibrio. El tao fluye a través de los reinos de la vida y la no vida con igual facilidad.
ND: ¿Contempla usted personalmente el proceso de morir como un viaje en el propio sistema de creencias?
TM: Como la experiencia psicodélica, la muerte tiene que ser vertida en el recipiente del lenguaje. Pero morir es esencialmente fisiológico. Puede ser que haya ciertos compuestos en el cerebro que sólo son liberados cuando es imposible revertir el proceso de morir. Y sin embargo la cercanía de la experiencia de la muerte tiene una curiosa afinidad con el viaje chamánico y la experiencia psicodélica.
Creo que el mejor mapa que tenemos de la conciencia como conocimiento interior es el mapa chamánico. De acuerdo con este punto de vista, el mundo tiene un «centro» y cuando uno va al centro —dentro de uno— hay un eje vertical que permite que uno viaje hacia arriba o hacia abajo. Hay mundos celestiales, hay mundos infernales, hay mundos paradisíacos. Estos son los mundos que se nos abren en nuestros viajes chamánicos y yo siento que tenemos la obligación de explorar estos dominios y pasar la información a los demás interesados en relevar los mapas de la psique. En este tiempo de la historia puede ser el viaje más reverentemente aterrador que cualquiera espere realizar.