Fragmentos de este artículo aparecieron en Gnosis, número 7, primavera de 1988.
Manuscrito Voynich: así se llama el manuscrito más misterioso del mundo. De una antigüedad que se remonta por lo menos a 1586, el manuscrito está escrito en un idioma del que se desconoce la existencia de otro ejemplo. Se trata de una escritura alfabética, pero de un alfabeto que de acuerdo con la estimación de distintas fuentes cuenta con unas diecinueve a veintiocho letras, ninguna de las cuales tiene relación alguna con ningún sistema de letras inglés o europeo. El manuscrito es pequeño, de dieciocho por veinticinco centímetros, pero de gran espesor, casi 170 páginas. Está escrito de manera apretada, con letra manuscrita corrida y copiosamente ilustrado con dibujos lineales extravagantes coloreados con acuarelas: dibujos de plantas, dibujos de pequeñas figuras femeninas desnudas que parecen estar bañándose en un extraño sistema de cañerías (identificado diversamente como órganos del cuerpo o como un surtidor primitivo), y dibujos astrológicos, o lo que se ha interpretado como dibujos astrológicos. Dado que el Manuscrito Voynich está en el Salón Beinecke de Libros Raros en Yale, cualquier estudioso serio puede acceder a él. El manuscrito más misterioso, publicado por Robert Brumbaugh, reproduce varios de los folios del manuscrito que transmiten sin dificultad el carácter enigmático de sus páginas. Es verdaderamente sobrenatural y no encaja en el contexto de los últimos manuscritos alquímicos medievales o de los últimos manuscritos medievales de ninguna naturaleza.
Es poco lo que se conoce acerca del manuscrito. Históricamente, aparece por primera vez en 1586 en la corte de Rudolph II de Bohemia, quien fuera uno de los monarcas europeos más excéntricos de aquel período y de todos los tiempos. Rudolph coleccionaba enanos y tenía un regimiento de gigantes en su ejército. Se rodeaba de astrólogos y su fascinación eran los juegos, los códigos y la música. Era un representante típico de los nobles protestantes de este período, con orientación hacia el ocultismo, y epitomaba al príncipe libre de Europa del norte. Era un mecenas de la alquimia y apoyaba la impresión de literatura alquímica. La conspiración de los rosacruces (a los que me referiré más adelante) era instigada en silencio durante el mismo período.
Hasta la corte de Rudolph llegó una persona desconocida que le vendió este manuscrito al Rey por trescientos ducados de oro, que, trasladados a unidades monetarias modernas, se convierten en alrededor de catorce mil dólares. Es una cantidad sorprendente de dinero para pagar por un manuscrito en aquel entonces, lo que indica que debe haber causado una impresión muy fuerte al Emperador. Junto con el manuscrito había una carta que aseguraba que se trataba de la obra del inglés Roger Bacon, que floreció en el siglo trece y que fue un destacado astrónomo precopernicano.
Praga, el lugar donde el emperador Rudolph tenía su corte, era un semillero de alquimistas que apreciaban la reputación de Roger Bacon. Sólo dos años antes de la aparición del Manuscrito Voynich, John Dee, el gran navegante, astrólogo, mago, agente de inteligencia, y ocultista inglés había disertado sobre Bacon en Praga. John Dee tuvo una estadía inesperadamente prolongada en Praga porque su compañero, Edward Kelley, había afirmado en público que era capaz de realizar el opus alquímico, por lo que el Emperador puso a la pareja más o menos bajo arresto domiciliario y les pidió que realizaran el opus para él como un favor por su generoso mecenazgo. Cuando no pudieron realizar la obra, Dee logró quedar fuera del problema dado que las afirmaciones al respecto habían sido expresadas por Kelley. Este fue detenido y en realidad murió cuando el techo de pizarra de un parapeto alto del castillo se deslizó bajo sus pies una noche de luna, mientras pedía frenéticamente por su libertad, lo que hizo de él uno de los pocos mártires de la alquimia. Haré una demostración precisa de los motivos por los cuales la relación entre Dee, Kelley y Rudolph tiene una incidencia directa en el misterio del Manuscrito Voynich, ya que opino que Dee participó de la venta.
Todavía hoy junto al Manuscrito Voynich está la carta que lo atribuye a Roger Bacon. Los mejores astrólogos y criptógrafos de Rudolph no pudieron descifrar el manuscrito, que pasó a formar parte de una vasta colección de artefactos extraños y curiosidades que el monarca había reunido desde todo el mundo y que fueron distribuidos entre diversas personas después de su muerte. El Manuscrito Voynich, debido a que contenía ilustraciones botánicas, pasó a manos del botanista de la corte, un hombre llamado Marceci. Este lo conservó durante veinte años, lo que ubica al manuscrito alrededor del 1620. Luego pasó a Athanasius Kircher, que fue uno de los grandes enciclopedistas del siglo diecisiete. Kircher era un intelectual y alquimista católico, y fue el pionero en el estudio sistemático de los idiomas artificiales. Tenemos conocimiento de cartas suyas dirigidas a distintas personas a quienes les hacía preguntas sobre el Manuscrito Voynich, cartas que escribió antes de obtener el manuscrito. Incluso le habían enviado fragmentos del manuscrito, reproducidos, que él utilizaba para sus estudios. Pero a partir del momento en que tuvo el manuscrito en su poder, sus diarios guardan silencio sobre el tema. Cinco años después de adquirirlo publicó Un Estudio Universal de los Idiomas Artificiales, que no hace ninguna mención al Manuscrito Voynich.
Kircher decidió convertirse en jesuita alrededor del año 1660 y tuvo que deshacerse de sus bienes terrenales. Cedió su biblioteca a un seminario jesuita ubicado en el sur de Roma, y entre sus libros estaba el Manuscrito Voynich. El manuscrito descansó sobre el estante del seminario durante más de 250 años, hasta que Alfred Voynich, un comerciante de libros raros de Nueva York, compró toda la biblioteca en un viaje a Europa en 1912. Cuando Voynich recibió la biblioteca en Nueva York y comenzó a clasificarla, encontró entre todo el material teológico del último período del Renacimiento italiano, de fácil clasificación, un libro peculiar, absolutamente anómalo. Inclusive en una época no tan lejana como lo es el período del cual tenemos el primer registro histórico del Manuscrito Voynich, la década de 1580, el banco de imágenes de la mente europea era muy limitado. Había sólo diez o quince herbarios en circulación entre la gente culta de Europa en ese entonces, y se ha comprobado que ninguna de las imágenes del Voynich guarda relación directa con ninguna de esas fuentes que habían sido impresas o que circulaban con anterioridad. Sin embargo, las secciones biológicas del Manuscrito Voynich contienen más de 120 dibujos de plantas. Del mismo modo, el escrito en sí mismo no tiene antecedentes y no ha cosechado imitadores. Todos los códigos europeos de principios del siglo dieciséis en adelante derivaban de The Stenographica de Johannes Trethemius, Obispo de Sponheim, un alquimista que escribió sobre el cifrado de mensajes secretos. Contaba con una cantidad limitada de métodos, y no hubo código militar, alquímico, religioso o político que se compusiera por ningún otro medio durante un período que se prolongó hasta mediados del siglo diecisiete. Sin embargo, el Manuscrito Voynich no parece guardar relación alguna con los códigos derivados de Johannes Trethemius, Obispo de Sponheim.
Ahora ofreceré la explicación de por qué creo que John Dee es el candidato obvio para convertirse en el proveedor real, sino en el autor, del Manuscrito Voynich. Ante todo, el libro de Trethemius, The Stenographica, no circuló como libro impreso hasta alrededor de 1580, pero circuló como manuscrito a partir de 1530. Cuando Dee visitó el continente era un hombre bastante joven, y registró en su diario que pasó allí tres días copiando a mano los capítulos relevantes de una copia manuscrita de The Stenographica que le habían mostrado en París, por lo que desde los comienzos mismos de su vida intelectual Dee tuvo en su poder la maquinaria de Trethemius para fabricar códigos.
El siguiente acontecimiento de importancia en la vida de Dee con respecto al Manuscrito Voynich, y uno de los acontecimientos más enigmáticos de toda la historia del mundo de la ciencia, tuvo lugar una tarde de julio de 1582. John Dee estaba en su estudio de Mortlake cuando fue perturbado por una luz brillante que vio por la ventana: al salir, una criatura que él describió como el Ángel Gabriel le entregó un cristal pulido de obsidiana del Nuevo Mundo, que desde entonces Dee describe en su diario como la «Piedra de la Revelación». Fue capaz, a través de meditaciones sobre esta piedra, de inducir visiones y diálogos con espíritus, pero esta habilidad pareció debilitarse en los meses posteriores a haber recibido la piedra hasta que un personaje extraño apareció en su vida en la primavera de 1584. Se trataba de Edward Kelley.
Kelley era un hombre mucho más joven que Dee, y Dee estaba casado con una mujer mucho más joven que él, Ann. Kelley tenía las características del bribón: incluso un relato que hace una descripción sobre él dice que no tenía orejas, que se las habían cortado por haber cometido un delito insignificante en provincias. Llegó hasta la casa de Dee en Mortlake, con los ojos saltones y sin aliento, y contó una historia grotesca acerca de que se había quedado dormido en una tumba saqueada en un monasterio de Wales. Cuando se despertó, encontró debajo de él, en la tumba, un frasco de polvo rojo que era el elixir transformador, y un libro en un idioma indescifrable que él llamaba el Evangelio de San Dunstable. Kelley aseguró que en el pueblo cercano le habían dicho que el libro estaba escrito en galés cifrado. No volvemos a encontrar cita alguna del Evangelio de San Dunstable en los diarios de ninguna otra persona; no obstante, Arthur Dee, hijo de John Dee, cuando treinta años después narró las reminiscencias de su padre, dijo que desde el momento en que John Dee conoció a Kelley pasó mucho tiempo tratando de desentrañar un libro «repleto de jeroglíficos». Tal vez se trate del Evangelio de San Dunstable, y tal vez el Evangelio de San Dunstable y el Manuscrito Voynich sean uno y el mismo.
En cualquier caso, el aporte de Kelley a la vida de Dee consistió en el manuscrito indescifrable y en la poción alquímica. A través de sus conversaciones con Dee, Kelley pronto se enteró de la Piedra de la Revelación, y juntos llevaron a cabo una sesión espiritista durante la cual Kelley se reveló como un experto escrutador de la piedra. Desde el primer momento fue capaz de describir vastas representaciones teatrales y de actuar cada uno de los personajes. (La Piedra de la Revelación está en el Museo Británico, donde se la puede ver en la actualidad.)
El encuentro de John Dee con Edward Kelley dio comienzo a un período nuevo en los diarios de Dee. Estos fueron publicados en 1658 por Meric Casubon bajo el título de Una Relación Verdadera y Fiel, etc. En la serie de anotaciones que abarcan los siguientes diez años, se encuentran registradas cientos de conversaciones con espíritus, incluyendo la revelación a Dee y Kelley de un idioma angélico llamado enoquiano, compuesto por caracteres no ingleses, pero que hace poco tiempo un análisis computarizado reveló que guarda una curiosa relación gramatical con el inglés. Se conocen más de cuatro mil palabras en enoquiano, transmitidas por las apariciones fantasmagóricas que Kelley canalizaba a Dee. Algunos de los mensajes eran de naturaleza teológica o política y les llegaban a ambos a medida que viajaban por Europa visitando lugares tales como la corte de Rudolph. Ellos dos fueron los responsables de sembrar la fama del alquimista Roger Bacon, empresa que fue de gran importancia para sentar las bases de las relaciones públicas que llevaron a la venta del Manuscrito Voynich.
El manuscrito, que habría sido escrito en el siglo trece de haber sido Roger Bacon su autor, muestra signos físicos inequívocos de ser originario del siglo dieciséis. Estimo que fue escrito alrededor del 1540, lo que indica que Kelley lo consiguió en algún lugar. Si el autor fue el mismo Kelley, dataría de una época posterior, tanto como comienzos de la década de 1580. Si el verdadero autor fue Dee, entonces sería posible determinar la antigüedad del manuscrito comparándolo con el resto de sus escritos. Los distintos grupos que han estudiado el Manuscrito Voynich no conocían la gran cantidad de material de criptografía de los diarios de John Dee. Hay casi noventa y dos páginas de hileras de números y letras. Si el método de criptografía utilizado por Dee pudiera relacionarse de alguna manera con la codificación del material del Voynich, el problema de la autoría quedaría resuelto.
Durante el apogeo de su creatividad, Dee escribió un libro extraño llamado La Mónada Jeroglífica (Monas Hieroglyphicam), que contiene treinta y seis teoremas cuasi geométricos. Este libro insinúa una especie de doctrina mística aunque es completamente oscuro. A comienzos de la década de 1580 circuló en forma de manuscrito, y fue impreso pocos años después.
En 1604, y nuevamente en 1608, los documentos rosacrucianos esenciales, The Fama y The Confessio, circulaban anónimos por Europa. Surgían de la nada, hojas de papel impresas distribuidas en plena noche en las esquinas de las calles. Decían: «Somos una sociedad secreta y quiénes somos nunca lo sabréis, pero si estáis dispuestos, nos contactaremos y os pediremos que os unáis a nosotros». Robert Fludd, el heredero de la tradición de Dee en el ocultismo y en la ciencia inglesa, prácticamente colocó un aviso que decía: «Si yo no tengo las condiciones necesarias, nadie más las tiene. ¿Por qué no se han puesto en contacto conmigo?». El hecho es que los rosacruces, es decir los autores de The Fama y The Confessio, jamás se pusieron en contacto con nadie. La afirmación que hacían era básicamente fraudulenta: que habían descubierto la tumba de Christian Rosenkrantz, un gran caballero que había participado en la última Cruzada del siglo catorce. Esto equivalía a remontarse a Roger Bacon, invocar a un personaje mítico que había vivido dos siglos antes. Se decía que dentro de la tumba había libros alquímicos con alusiones cuasi políticas, que favorecían claramente a la corte de Frederick V, el Elector Palatino. Todo esto se difundió como un evangelio en una especie de renacimiento alquímico protestante. Curiosamente estos textos, The Fama y The Confessio, tenían muchas similitudes doctrinales con la Mónada Jeroglífica de Dee, por lo que parece que los autores de los impresos rosacruces utilizaron como modelo las primeras obras de Dee. Aunque estos autores eran desconocidos, sospecho que el alquimista de Bohemia Johannes Andreá y su colega el alquimista Michael Maier tenían la edad suficiente como para haber participado en las primeras visitas de Dee a Praga y como para que ambos estuvieran en el apogeo de su capacidad intelectual cuando se produjo el episodio con el Rey y la Reina Invernales en 1620, lo que llevó a que por un período breve Frederick el Elector y su esposa se establecieran en Praga en calidad de soberanos alquimistas.
Dee, un anciano acongojado, murió bajo el reinado de James I en 1608, muchos años después de la venta del Manuscrito Voynich. Dee había sido el astrólogo de la corte de Elizabeth, amigo de Sir Philip Sidney y el hombre más culto de Inglaterra hasta que James llegó al poder. A James le horrorizaba todo el lado mágico de la corte de Elizabeth. No quería ningún astrólogo a su alrededor. Era racionalista, y su anticatolicismo lo llevaba a desconfiar de toda la tradición del ocultismo.
Antes mencioné que cuando Rudolph murió y su corte se disolvió, el Manuscrito Voynich pasó a manos de su botanista. El anciano emperador estaba a punto de morir a una edad muy avanzada, y estaba indudablemente loco de remate. Mientras tanto, hacia el oeste de Praga, en Heidelberg, Frederick el Elector se casaba con Elizabeth, la hija del oponente de Dee, James I de Inglaterra. Frederick era todo lo que un príncipe alquímico protestante podía aspirar a ser: joven, brillante, astuto y con un dominio absoluto sobre sus superiores. Frederick interpretó la decisión del Rey de entregar la mano de su hija en matrimonio como una aprobación tácita del plan de Frederick para establecer un reino alquímico protestante en el centro de Europa. En realidad, James —todo un conservador conjurado— tenía un propósito mucho más maquiavélico para casar a su hija con Frederick. También tenía planeado casar a uno de sus hijos con una princesa española católica de los Habsburgo y trataba de tomar un rumbo neutral. Cuando se dio cuenta de que Frederick y Elizabeth se habían instalado en la corte de Heidelberg para amparar a alquimistas y astrólogos como Michael Maier, Gerhart Dorn y Johannes Andreä, James se sintió muy alarmado, pero entonces ya era demasiado tarde para revertir su decisión y supo que Frederick había sido una apuesta equivocada. Cuando finalmente Rudolph murió, los príncipes de la Liga del Norte se reunieron para elegir al sucesor en una votación secreta. Ganó Frederick, por lo que a fines del otoño de 1619, él y Elizabeth transfirieron su corte a Praga y reinaron durante un invierno, hasta Mayo de 1620. Para proporcionar un contexto histórico, basta recordar que el Mayflower se hizo a la vela en ese mismo año. Para el mes de mayo, los Habsburgos habían montado un ejército y pudieron aplastar al Reino Invernal.
En cierto sentido, puede considerarse que este incidente es el disparo que dio inicio a la Guerra de los Treinta Años. Uno de los jóvenes soldados franceses del ejército de los Habsburgos que tenían sitiada la ciudad era René Descartes, de diecinueve años, que, bajo la influencia de un sueño que tendría sólo unos meses más tarde, maduraría para convertirse en el hombre que con tanta convicción defendió el materialismo en la Francia moderna. Michael Maier, uno de los últimos grandes sintetizadores de la visión medieval de la época final, murió en el sitio de la ciudad. Frederick fue asesinado y Elizabeth huyó a exiliarse en La Haya durante varios años. El Manuscrito Voynich quedó en el olvido. Los tiempos modernos alcanzaron a Europa, y el secreto del manuscrito quedó naufragando en las aguas cada vez más profundas del pasado.
La esperanza de establecer una unión alquímico-política en Europa Central era, en el contexto de lo que siguió (la Guerra de los Treinta Años y los tiempos modernos), un cauce por donde el río de la historia no eligió correr. Fue un camino no tomado, pero si las cosas hubieran sucedido de otra manera, por ejemplo si el rey de Inglaterra hubiera defendido la unión abiertamente, los acontecimientos se habrían desencadenado de otra manera.
La reconstrucción que hago de la parte desconocida de la historia es esta:
Cuando Dee y Kelley entretenían al Emperador Rudolph con relatos sobre las proezas alquímicas de Roger Bacon, pensaban en el Manuscrito Voynich. O lo escribieron ellos, o lo tenían consigo. Si lo tenían con ellos, la historia adquiere más interés, porque entonces tal vez ellos no sean los autores. Si son los autores, se pondría de manifiesto la estructura gramatical profunda de las mentes trastornadas de dos magos del período isabelino y explicaría hasta cierto punto por qué el manuscrito no ha admitido que nadie lo descifrara. Si Dee y Kelley no lo escribieron, si sólo lo poseían, entonces el misterio continúa. ¿Dónde lo consiguieron y qué era?
Es verdad que Dee estaba, apadrinado por el Conde de Northumberland, el cual, cuando Enrique VIII rompió con Roma, saqueó los monasterios ingleses que eran depositarios de una gran cantidad de material de Roger Bacon. Se sabía que la biblioteca de Dee en Mortlake contaba con cincuenta y tres manuscritos baconianos, de los cuales sólo cuarenta y uno sobrevivieron hasta la actualidad. Ahora están en la Biblioteca Bodleiana en Oxford y en el Museo Británico. En Una Relación Verdadera y Fiel, etc., un verdadero compendio, Dee registró día por día las reuniones espiritistas que tenía junto con Kelley mientras viajaban por toda Europa. En el mismo mes en que el emperador pagó los trescientos ducados de oro por un manuscrito, Dee registró en su diario que él y Kelley recibieron trescientos ducados de oro de una fuente misteriosa.
Algunos biógrafos han tomado la posición de que Dee no creía para nada en lo mágico y que sólo adoptaba la pose de un ocultista para encubrir el hecho de que era un agente de inteligencia de la corona británica. De acuerdo con esta interpretación, Dee visitaba las cortes de Europa como astrólogo, nigromante y alquimista, mientras que en verdad redactaba cartas en las que incluía criptogramas sobre información sucinta de temas militares, estratégicos y diplomáticos, que luego enviaba a su tierra. Debido a que podía trazar el mejor horóscopo de Europa, logró hacerse de un lugar en la vida de la nobleza. No hay dudas de que todo esto se relaciona con la verdad, Dee era un agente de la corona británica, pero también era la flor más perfumada del pensamiento medieval. Fue el modelo de Shakespeare para el personaje de Próspero en La Tempestad, y fue el modelo para el Dr. Fausto en la obra del mismo nombre de Christopher Marlowe.
Muchas carreras se han desbarrancado sobre la base del supuesto desciframiento del Manuscrito Voynich. Algunos eruditos han hecho afirmaciones muy imprudentes. En la década de 1920, William Romaine Newbold, un especialista en obras clásicas, medievalista y en todo respecto un hombre muy inteligente, anunció que había logrado descifrar el Manuscrito Voynich. Alegó que la clave eran unos diminutos trazos taquigráficos que formaban parte de cada letra del manuscrito, y sostuvo que si se observaban las páginas a través de una lupa se podía ver que, codificados en cada letra, estaban los restos distorsionados de un sistema taquigráfico romano del que nada se había sabido durante seiscientos años. Produjo asombrosos desciframientos de material relacionado con Roger Bacon. Los tramos decodificados hablaban de insurrecciones estudiantiles en Oxford en la Navidad de 1291, cuando seguramente los disturbios entre los Frailes Negros y la ciudad no resultaban extraños. El problema con todo esto fue que nadie más pudo extraer el mismo texto mediante el método del Profesor Newbold. Incluía tantas posibilidades a partir de grupos de letras que era posible extraer cientos de mensajes distintos de los mismos tramos. En el momento de su muerte, Newbold era un hombre quebrantado, desgraciado, con su carrera arruinada. Había ido demasiado lejos, y el Manuscrito Voynich se había cobrado su primera víctima.
La próxima persona en proponer un desciframiento del Manuscrito Voynich fue Robert S. Brumbaugh, también de la Universidad de Yale, y lo que él descifró es, en cierto sentido, casi tan enigmático como la criptografía. Pretendió que creyéramos que el Manuscrito Voynich dice cosas tales como: «materia de Cerio líquido, materia líquida, más Ceno siciliano, más sal de Cerio siciliana suiza europea más Cerio, más sal rusa asiática siciliana, sal de Cerio asiática italiana líquida liquida, líquido siciliano italiano más siciliano, más sal», y así sucesivamente. Cuando este método fue examinado por otros estudiosos que trataron de reproducir el mismo texto, no llegaron a ningún lugar, por lo que el esfuerzo de Brumbaugh no fue tomado en serio.
Otro esfuerzo por descifrar el manuscrito, un esfuerzo menor, tal vez, en comparación con los otros dos, pero que proporciona una anécdota interesante, fue el que realizó un hombre llamado Strong de la Universidad de California en San Diego. Este hombre aseguró haber descifrado ciertas indicaciones de las ilustraciones del Manuscrito Voynich. Cuando Paul Lee formó un grupo de trabajo para estudiar el Manuscrito, el doctor Strong fue una de las personas a quien quiso entrevistar, y un miembro del grupo que es amigo mío. Ralph Abraham, matemático de la Universidad de California en Santa Cruz, encargó fotostatos de ciertos folios del Manuscrito Voynich. Le envió a Strong estos folios junto con cartas muy detalladas con preguntas tales como: «Se dice que en el folio 9B usted tradujo cierta palabra por “útero”. Adjunto un fotostato del folio 9B: por favor, circule la palabra traducida». La secretaria de Strong le contestó por escrito a Ralph diciéndole que Strong estaba muy viejo, ya tenía más de noventa años, y que no creía poder armar una carta para responder a todas esas preguntas, pero que si Ralph viajaba a San Diego podría satisfacer todas sus inquietudes. Eso fue un jueves. Ralph hizo una reserva para volar a San Diego el lunes siguiente. El domingo a la noche llamó la secretaria para decirle que el doctor Strong había muerto de un ataque al corazón aquella tarde. El Manuscrito Voynich ha endiablado la carrera de muchas personas, y las personas que aseguraron comprenderlo han muerto sin transmitirnos el secreto al resto de nosotros.
La comunidad de inteligencia gubernamental de los Estados Unidos ha dedicado una cantidad importante de tiempo a estudiar el Manuscrito Voynich, simplemente debido a que es inaudito que un manuscrito del siglo dieciséis se resista a ser descifrado por los métodos modernos. El único escrito sumamente interesante sobre el Manuscrito Voynich es una publicación del Departamento de Comercio titulada El Manuscrito Voynich: Un enigma elegante, de Mary D’Empirio. Es un cotejo de todo lo conocido acerca del manuscrito, avalado por el gobierno de los Estados Unidos.
Se han establecido muchas verdades interesantes, y se tiene la esperanza de que finalmente se logre descifrar el manuscrito. El análisis computarizado de la caligrafía muestra que fueron dos las manos que escribieron. ¿Significa esto que fue escrito por Dee y Kelley? Si así fuera, ¿podremos tener una idea mejor de cuál fue el rol de ellos en esta creación comparando la caligrafía del manuscrito con la de Dee y Kelley?
D’Empirio presenta diversos alfabetos mágicos, diversas formas distintas de taquigrafía y escritos especializados que incluyen notas, que eran corrientes en Europa durante toda la Edad Media. Ninguno guarda una semejanza especial con la escritura del Voynich. Ralph Abraham sugirió que la escritura del Voynich tenía cierta relación con los sistemas numéricos brahmánicos primitivos. Pensó que tal vez se trataba de una hilera de números que habría que decodificar y luego descifrar la hilera que de ello surgiera para extraer el mensaje literal.
Una posibilidad es que los que vivimos en estos tiempos modernos, simplemente sobrestimemos la sofisticación de la maquinaria con que contamos para descomponer códigos. Tal vez haya maneras más simples de codificar un material no imaginadas por la CIA, y cuando se logre descomponer el código del Voynich, la solución resultará ser trivial pero inesperada en cierto sentido. Por ejemplo, Ralph me sugirió que probablemente utilizaran grillas perforadas. Cuando esta grilla se colocaba sobre una página, separaba las partes del mensaje del texto de lo que sólo eran ruidos parásitos.
Si la grilla cambia para cada página y la forma en que cambia es completamente irracional, no habrá programa de computación concebible que logre separar el texto real de las frases sin sentido. Una fórmula recurrente no podría producir una variable de cambio constante basada en un capricho, por lo que esto anularía la posibilidad de que se lograra descifrar el manuscrito por medio de una máquina. Este método de la grilla es ampliamente conocido y representa un método normal para el ocultamiento de un mensaje, insertándolo entre una gran cantidad de material incoherente. Seguramente le habrá interesado a la imaginación alquímica de Dee o Kelley o de cualquiera de sus contemporáneos estudiosos del ocultismo. Si esta noción es la clave, significa que en algún lugar están las grillas o las instrucciones para armarlas.
En la parte final de su libro, D’Empirio sugiere ideas para continuar con la investigación. Nunca se analizó el aspecto físico del Manuscrito Voynich, lo que establecería definitivamente por lo menos el siglo de su origen. Habría que rastrear otros ejemplos de la escritura del Voynich en las bibliotecas de todo el mundo. Después de todo, ¿estamos realmente seguros de que no existe otro ejemplo de esta escritura tan extraña? Los análisis por computación, el enfoque del grupo de Santa Cruz, podrían establecer un alfabeto tipo y luego catalogar cada carácter, la cantidad de veces que aparece y en qué combinaciones aparece con otros caracteres. En base a estos datos se podría deducir una gramática preliminar.
Jamás ninguna de las ilustraciones ha sido interpretada satisfactoriamente. Lo que se denominan ilustraciones astrológicas son sólo nominalmente astrológicas. Parecen contener estrellas y círculos, pero no hay otro motivo que las relacione en particular con el cielo. La así llamada sección farmacéutica, que representa frascos diminutos y extrañas figuras diminutas de mujeres desnudas bañándose en un curioso sistema intrincado de cañería, podría ser cualquier cosa, una forma misteriosa de hidroterapia del centro de Alemania, o garabatos trazados por una imaginación trastornada. Cuando se cuenta con un solo elemento de algo, es bastante difícil ubicarlo en el contexto correcto de la historia cultural, en especial cuando se trata de un período como éste, en el cual abundó lo secreto: se falsificaban manuscritos y se hacían atribuciones ilegítimas, se utilizaban lenguajes secretos, comunicaciones en códigos secretos y se fraguaban sociedades secretas.
Si mi análisis del Manuscrito Voynich como producto de Dee y Kelley pareció demasiado simple, permítaseme asegurar a mi lector que en efecto lo es, y que esta teoría no abarca todos los hechos. Lo que me resulta tan fascinante del Manuscrito Voynich, mucho más allá del enigma histórico y mucho más allá de lo interesante que sería saber lo que dice, es la idea de un libro ilegible. Es una especie de concepto borgiano acerca de que debe de haber, en algún lugar, un libro ilegible, y tal vez sea éste. El libro ilegible insinúa la idea de que el mundo es información. Podemos tener conocimiento del mundo ordenando toda la información que obtenemos de acuerdo con la información que ya hemos acumulado: por medio de pautas. Un libro ilegible en una escritura no inglesa, sin diccionario adjunto, es muy enigmático. Nosotros nos convertimos en algo parecido a ostras lingüísticas, lo rodeamos de secreto, lo enquistamos en nuestra metafísica. Pero no sabemos qué dice, lo que siempre da lugar a la posibilidad de que diga algo que desequilibraría nuestros conceptos de las cosas o de que el verdadero mensaje sea su ilegibilidad. Apunta a la Otreidad de la naturaleza de la información, y es lo que el estructuralismo llama un «texto límite». No hay dudas de que el Manuscrito Voynich es el texto límite del ocultismo occidental. Es en verdad un libro ocultista: un libro que nadie puede leer. Es la representación literal del libro mítico de la obra de H. P. Lovecraft, El Necronomicon, los escritos del loco árabe, Alhazrad; en efecto, Colín Wilson, en su libro La Piedra Filosofal relaciona el Manuscrito Voynich con El Necronomicon, y la Piedra de la Revelación utilizada por Dee con la Piedra Filosofal.
Así quedó todo hasta 1987, y tal vez hubiera quedado así por siempre de no ser por la curiosidad cuestionadora de un hombre. Presento al doctor Leo Levitov, autor de la Solución del Manuscrito Voynich; un hombre que se arroga la comprensión en profundidad de la dinámica del Voynich y la traducción del manuscrito. Nos da la buena noticia en el subtítulo: «Manual Litúrgico para el Rito Endura de la Herejía Cátara: El culto de Isis». La tesis de Levitov es que el Voynich es nada menos que el único documento primitivo sobreviviente de la Gran Herejía que nació en Italia y floreció en Languedoc hasta su brutal exterminio por la cruzada albigense en la década del 1230. Se sabe muy poco sobre las creencias del culto de los cátaros, y todo el conocimiento que tenemos es de segunda mano, obtenido de los registros de la Inquisición, cuya tarea consistió en destruir la sociedad de los cátaros. La traducción de Levitov, si fuera corroborada, arrojaría una luz nueva sobre el enigma del nacimiento y el exterminio del desafío herético más importante al que jamás se enfrentó la Iglesia romana.
Hay algunos problemas en las nociones de Levitov, pero también hay aciertos. Hace varias afirmaciones sorprendentes que defiende muy bien. Las mujeres diminutas en los baños, que desconcertaron a tantos, son para Levitov un sacramento cátaro, la Endura, «o muerte por flebotomía [corte en una vena] para sangrar hasta la muerte en un baño tibio». Los dibujos de plantas que rehusaban resolverse en especies botánicamente identificables no son problema para Levitov: «En realidad, no hay una sola ilustración llamada botánica que no contenga algún signo cátaro o signo de Isis». Los dibujos astrológicos resultan igualmente fáciles de comprender: «Las innumerables estrellas representan las estrellas del manto de Isis».
El punto fuerte de Levitov es la traducción. Asegura que la razón de que resultara tan difícil de descifrar el Manuscrito Voynich estriba en que no es un criptograma sino en que está escrito con una caligrafía especial, y es «una adaptación de una lengua oral políglota a un lenguaje literario que fuera comprensible para las personas que no entendían el latín pero a las que se les podía leer este lenguaje». Específicamente, una forma extremadamente políglota de flamenco medieval con una gran cantidad de palabras tomadas del francés antiguo y del alemán culto antiguo. Bien. Entonces ahora lo sabemos.
Donde Levitov corre peligro es en el contenido del material traducido. Levitov admite abiertamente que a partir de su traducción está convencido de que el catarismo es una religión de Isis, una religión de la gran Diosa. Aparentemente es el único que sostiene esta convicción, aunque A. E. Waite dice en su estudio sobre los cátaros y el Santo Grial (1961): «El Mito del Grial es… como el Velo de Isis, que ningún hombre puede quitar si no quiere tolerar la sugerencia de que estas creencias de pesadilla se esconden bajo él». Excepto por el giro afortunado de la frase de Waite, ningún comentarista, antiguo o moderno, ha pronunciado una palabra que se refiera a Isis en relación con los cátaros. En cierto momento los cátaros llegaron a ser el centro de atención de los ocultistas de los últimos tiempos, pero ni siquiera la literatura generada por ellos mencionaba a Isis.
Levitov adopta un tono casi informal en la presentación de su obra, y se pregunta en cierto punto si ahora que ha descubierto cómo traducir el manuscrito vale la pena hacer la traducción. «Hay más de 200 páginas que están a la espera de una traducción completa… una tarea ardua, que lleva mucho tiempo y que posiblemente no se vea retribuida». Para Levitov, el problema parece haber consistido en resolver la dificultad planteada por el idioma, pero ahora se suscitan más problemas si es que en efecto vamos a considerar al Voynich como una fuente elemental que prueba que los cátaros no eran en absoluto tal como hemos llegado a pensar que eran. Los estudiosos del gnosticismo, del paganismo y de la Diosa tendrán que digerir esta nueva perspectiva sobre el rol de los cátaros.
En cuanto a lo que dice el manuscrito, es una obra sombría y repetitiva, hecha así en parte debido a la decisión de Levitov de presentarla en un estado más bien rústico, ya que el significado requiere de una interpretación erudita:
La persona que sabe lo que es auxiliar, entiende que hay una sola manera de aliviar el dolor del que agoniza. Alivia a cada uno haciéndolo pasar por el Endura. Es la única manera de ayudar a la Muerte. No todos saben ayudar al que sufre de dolor. El que está con la Muerte y no muere, tendrá dolor. Pero aquellos que tienen ese dolor de muerte, necesitan ayuda. El que sabe, percibe la necesidad. También comprende que la persona que necesita ayuda no sabe que la necesita. Todos sabemos que cada uno de ellos necesita ayuda y que cada uno de nosotros estará dispuesto a ayudar.
La frase se refiere al sacramento cátaro para los moribundos, una forma de eutanasia en la que los cátaros píos eran ayudados a morir por perfecti preparados especialmente.
Levitov menciona una investigación personal extensiva de otro material cátaro, pero no cita ninguna fuente. Yo no puedo asegurar que él tuviera conocimiento de The Albigensian Heresy (La herejía albigense) de H. J. Warner o de Heresy, Crusade and Inquisition in Southern France (Herejía, Cruzada e Inquisición en el Sur de Francia) de W. L. Wakefield. Levitov dice que el Manuscrito Voynich es el único documento cátaro original que existe. Sin embargo, A. E. Waite en su Santo Grial menciona: «Afortunadamente, existe un registro fragmentario de la creencia albigense que sobrevivió … me refiero al Rito Cátaro de los Lioneses, que hoy sabemos con certeza que fue publicado en 1898 por el señor F. C. Conybeare». Waite continúa explicando que una parte del Códice lionés contiene «ciertas plegarias para los muertos». El códice está escrito en la lengua de oc. ¿Se asemeja al material del Voynich? No se nos hace saber.
Si Levitov está en lo cierto, significaría que los habitantes de este mundo moderno hemos sobrestimado la sofisticación de la maquinaria con que contamos para descomponer códigos y que tampoco hemos reparado en la posibilidad de que el manuscrito no estuviera escrito en código.
Levitov olvida mencionar el manuscrito físico. De todas maneras, resulta obvio que uno de los primeros pasos que habría que dar sería tratar de confirmar si el origen del manuscrito data del siglo trece. Si el manuscrito fue escrito antes de 1250, entonces es más antiguo de cuanto suponían inclusive los defensores de la teoría que le otorga la autoría a Roger Bacon. ¡Tiene que ser posible determinar si el manuscrito fue escrito en el siglo trece o en el dieciséis!
Si fue producto del siglo trece, entonces mis propios esfuerzos por ver la mano de John Dee en su composición adquieren una futilidad inmediata, aunque aún es bastante posible que Dee estuviera implicado en el camino que recorrió el manuscrito hasta la corte de Rudolph. Hasta Levitov, la mayoría de los eruditos estaban seguros de poder ubicar el origen del manuscrito en el comienzo del siglo quince.
Por lo tanto, corresponde felicitar a Leo Levitov. Ha hecho un trabajo persuasivo y guardó recato al hacerlo. Ahora es preciso que escuchemos la palabra de los expertos, los medievalistas, los lingüistas y los estudiosos de la herejía, porque será por medio del consenso y del juicio de la comunidad de los eruditos que las prerrogativas que se adjudica Levitov por haber traducido el manuscrito más misterioso del mundo se confirmarán o se derrumbarán.