Esta entrevista, realizada por Jay Levin, apareció en L.A. Weekly, 20-26 de mayo de 1988. La mitad se hizo en un restaurante mexicano en Malibu y el resto viajando por la autopista Pacific Coast en el coche deportivo de Jay.
Una vez, mientras estaba en una de mis raras excursiones en la hiperconciencia (en esta ocasión vía mescalina), alguien me hizo escuchar una cinta de Terence McKenna. Quedé impresionado. McKenna era uno de los oradores más atractivos que hubiese escuchado nunca, con un gran don irlandés para la elocuencia y una extraordinaria habilidad para verter difíciles conceptos intelectuales en poesía verbal. Que su tema fuera la evolución de la conciencia de la especie humana, y en particular el rol de los psicodélicos en esa evolución, hizo de la cinta una experiencia muy atractiva en mi estado elevado.
Pero lo que verdaderamente me convirtió en un fanático de McKenna fue el nivel en el que él exploraba lo que había sido durante cierto tiempo uno de los problemas más importantes de mi propio pensamiento: que la historia tal como la conocemos y la definimos está terminando. Era una percepción a la que yo había arribado temprano en mi carrera periodística mientras investigaba para un artículo sobre las nuevas psicoterapias. A escala masiva, si la gente fuera capaz de liberarse de los esquemas y conflictos psicológicos de la historia, razonaba, entonces cambiarían todas nuestras ideas sobre la historia humana y la historia tal como la habíamos aprendido —la batalla de las naciones-Estados, las luchas entre las clases, la interminable batalla por la igualdad humana— se convertiría de hecho en meras notas al pie en los anales de la especie. Parecía sólo cuestión de un par de siglos.
McKenna resonaba en esta visión con extrapolaciones de química molecular, física, etnobotánica, antropología, las matemáticas del caos, Jung, McLuhan y mucho más. Y lo que hizo que su charla fuera más precisa, por lo menos durante mi propia meditación con mescalina, fue su argumento de que la capacidad de la especie de trascender (finalmente) nuestra propia historia enferma deriva principalmente del impacto en toda la historia de lo que McKenna denominaba «chamanismo botánico». En otras palabras, los psicodélicos dados por Dios: hongos, peyote, ayahuasca, maravilla, etcétera.
McKenna, según parece, no conoció a Tim Leary, a quien, aparentemente, está a punto de reemplazar como el más destacado vocero de la cultura en cuanto a la experiencia psicodélica. Mientras que Leary era brillante y original tanto en su experimentación como en su modo de trasmitir, McKenna es brillante, erudito y sacerdotal (en el mejor sentido de la palabra). De hecho, aunque es un hijo de la década del 60, a los cuarenta y un años McKenna llegó a la fascinación con la «etnofarmacología» como él lo denomina, no por medio de Leary sino por medio del más cauto y espiritual Aldous Huxley, cuya obra Las puertas de la percepción leyó cuando tenía catorce años. Hijo de un viajante de comercio que vendía equipos eléctricos industriales y de una «madre ama de casa» en un pueblo pequeño, principalmente fundamentalista, de Colorado, Paonia, McKenna recuerda que el libro lo dejó «completamente abrumado». «Recuerdo que seguía a mi madre por toda la cocina y le decía que si la décima parte de lo que ese tipo decía era cierto, entonces eso era lo que yo quería hacer con mi vida». Lo que en verdad ha hecho es pasar veinte años estudiando los fundamentos filosóficos del chamanismo, el uso de alucinógenos en la transformación espiritual y el impacto y el potencial enorme de los alucinógenos vegetales en nuestra cultura planetaria en evolución y en la «metaconciencia» emergente.
McKenna tomó su primer psicodélico —LSD— en la década del 60 en Berkeley, donde era activista estudiantil en los movimientos por la libertad de palabra y por el antibelicismo. Como especialista en historia del arte al principio, participó en un programa especial para alumnos dotados en el cual «se estudiaba en profundidad la literatura, el arte, la ciencia, las matemáticas y todo el resto de los diferentes períodos históricos». Esto echó las bases para lo que él denomina su amplio «enfoque de la exploración de la historia de la conciencia humana».
Al promediar sus estudios universitarios, acosado por los policías de Reagan debido a su activismo político de barricada en la huelga estudiantil de 1968 en San Francisco, McKenna decidió que convenía hacer un paréntesis y partió a trabajar como historiador del arte en Nepal, donde trató «de integrar la experiencia psicodélica en un modelo budista». Esto lo condujo al estudio del chamanismo tibetano. Ambas culturas, descubrió, utilizaban drogas psicoactivas en sus exploraciones de la conciencia: hashish y una hierba local llamada datura. Así comenzó su investigación sobre la verdadera naturaleza del chamanismo. Luego terminó su carrera en el Departamento de Conservación de los Recursos Naturales de la Universidad de California, Berkeley, donde era, según dice, «un especialista autoorganizado en chamanismo».
Además de sus amplios conocimientos, lo que hace fascinante a McKenna es que él mismo ha experimentado prácticamente todas las formas de psicodélicos y psicotrópicos conocidos o desarrollados por el hombre, y sin embargo, a través de todas estas experiencias, ha logrado conservar la parte de su conciencia del observador intelectual, científico de mirada aguzada que, después de la experiencia, es capaz de describir su naturaleza con el detalle más extraordinariamente lúcido. De este modo ha experimentado niveles de percepción descritos por algunos de los grandes místicos del pasado, pero a diferencia de la mayoría de ellos, McKenna puede relacionar sus experiencias con la evolución cultural e histórica de la especie.
Estas experiencias lo han llevado a una conclusión profunda y dominante: la especie humana evolucionó hasta llegar a su actual estado dominante por medio del uso de alucinógenos que se presentan naturalmente, y no avanzará más allá de su primitivismo actual ni alcanzará nuevas dimensiones de conciencia evolucionada sin el uso de estos medios naturales de conciencia expandida. Según McKenna, que no es partidario de las drogas populares —crack, smack, etc.— o del consumo popular de drogas, la farmacología debiera ser confiada a profesionales de la psicoterapia especialmente preparados —los chamanes potenciales de la cultura posmoderna— y es un feliz cruzado en cuanto a la legalización generalizada del uso de tales materiales por parte de los profesionales.
En estos tiempos, cuando no da conferencias ni investiga nuevos alucinógenos naturales en las selvas tropicales del mundo, McKenna divide su tiempo entre su hogar en Sonoma County y el Jardín Botanical Dimensions en Hawaii, un esfuerzo sin fines de lucro por preservar las plantas medicinales naturales y significativas para el chamanismo de los destrozos de la civilización. Da frecuentes conferencias a psicoterapeutas y es asesor personal de algunos de ellos.
Jay Levin
JL: Usted ha expresado que el LSD no es verdaderamente «chamanístico»: es decir, que no induce a formas elevadas de «alucinaciones» o de visión o de conciencia que se puedan obtener mediante productos naturales como los hongos de psilocibina. ¿Cómo lo compara con otros psicodélicos?
TM: Cuando yo era joven, solía tomar LSD aproximadamente una vez por mes, pero no me resultaba tan fascinante. Me parecía que era abrasivamente psicoanalítico y me resultaba muy difícil alucinar. Mi interés en el misticismo, en el arte y en ese tipo de cosas me había llevado a darle una gran importancia a las alucinaciones.
Luego descubrí la DMT (dimetiltriptamina) a comienzos de 1967. La DMT, que es un compuesto vegetal natural sintetizado en laboratorio, es el más poderoso de los psicodélicos y es de acción extremadamente breve. Tras una exposición a la DMT, me dije: «¡Esto no es una droga, esto es magia! Es una dimensión de la realidad que la mayoría de las personas ni siquiera supone que existe».
En realidad fue la DMT lo que afianzó mi compromiso con la experiencia psicodélica. La DMT era tanto más poderosa, tanto más extraterrena, daba origen a todo tipo de cuestiones sobre qué es la realidad, qué es el lenguaje, qué es el yo, qué es el espacio y el tiempo tridimensional, todas las preguntas a las que me dediqué durante casi los veinte años siguientes.
Vi la experiencia psicodélica como recuperadora de nuestro derecho de nacimiento. La cantidad de personas y culturas que han madurado y luego han muerto sin siquiera una noción de esto me parece lo más sorprendente de la situación humana. Porque uno no llega a ser un ser humano plenamente maduro en contacto con el potencial de la realidad a menos que tenga una experiencia psicodélica. No hay necesidad de adoptarla, ni de abusar de ella, sino que hay que saber que existe. Y sólo hay un modo de saber que existe, y es tener la experiencia.
JL: Tim Leary decía algo muy semejante en la década del 60, y eso le causó problemas. ¿Cuál es la diferencia con usted?
TM: Sabe, disiento mucho con la sabiduría de la visión retrospectiva al considerar cómo manejaron el tema Leary y Albert y Ralph Metzner en la década del 60. Pero tratar de lanzar una «cruzada de los niños», tratar de cooptar el destino de los hijos de la clase media usando los medios como la avanzada, era un asunto muy riesgoso. Y creo que tuvo una mala repercusión.
Creo que el enfoque de Huxley fue mucho más inteligente: no tratar de llegar a una mayor cantidad de personas, sino tratar de llegar a las personas más importantes e influyentes: los poetas, los arquitectos, los políticos, los investigadores científicos y, en especial, los psicoterapeutas. Porque estamos hablando de lo mejor que le ocurre a la psicoterapia desde los sueños. Yo suelo utilizar la metáfora de que los psicodélicos son a la psicología lo que los telescopios del siglo dieciséis fueron a la astronomía. Si alguien no está dispuesto a mirar a través del telescopio no puede considerarse un astrónomo. Y si alguien no está dispuesto a aprender las lecciones de los compuestos psicodélicos, entonces cualquier terapia que haga —todo cuanto se haga con la psique humana— es limitada. Estos son los agentes más poderosos que existen para descubrir la estructura y el potencial de la mente humana.
JL: Usted ha dicho que la psilocibina es el más importante de los alucinógenos naturales. ¿Cuál ha sido su experiencia con ella?
TM: En realidad, mi primera experiencia con la psilocibina fue cuando la descubrí en América del Sur, en el Amazonas. La experiencia con DMT había servido como brújula. Decía: «¡Ajá! Hacia allí es adonde deseamos ir». Pero el rayo de la DMT dura sólo unos tres minutos, y teníamos la sensación —mi hermano y yo— de que si podíamos quedarnos allí durante cuarenta o cuarenta y cinco minutos, realmente podríamos aprender algo que asombraría a la gente. Y en verdad es algo que no tiene fin. Lo introduce a uno en un mundo de belleza infinita que es conocible para los seres humanos.
JL: ¿Cómo fue su primera experiencia con el hongo?
TM: Lo que me resultó sorprendente de los hongos, y que aún me parece sorprendente, es que es animado, que hay alguien que conversa con uno. Se trataba concretamente de una voz en la cabeza, que tenía sentido, que hablaba inglés, y que se ocupaba de los intereses que eran más importantes para mí personalmente. Yo no estaba preparado para eso.
JL: ¿Reconoció la voz como diferente de la voz con la que normalmente habla consigo mismo?
TM: Si, y reconocí que la información no era algo que yo hubiese podido generar. Esa fue la prueba de la otredad de la voz. Y creo que lo que pasa realmente es que se abre un diálogo entre el yo y estas partes más grandes, más integradas de la psique que normalmente están ocultas a la vista. Tal vez el yo sea una invención bastante moderna —y me refiero a los últimos mil o dos mil años—, una adaptación bastante moderna de la psique a su ambiente. Una de las cosas que ocurren en el Amazonas es que los habitantes de la selva dicen que entran en una mente grupal cuando toman ayahuasca, y en ella toman decisiones para la tribu: dónde cazar, a quiénes hacerles la guerra, adonde trasladarse, ese tipo de cosas.
JL: ¿Sobre una base visionaria u oral?
TM: Visionaria y oral. Colectivamente. Ellos ven colectivamente lo que se debe hacer. Creo que se trata de la disolución del poder del yo, lo que le permite tomar contacto con lo que denomino Supermente, pero que otra persona puede llamar superego. En otras palabras, esa fuerza organizadora mucho más grande y más sabia que todos llevamos dentro pero a la que, por lo general, sólo podemos acceder en situaciones de presión o crisis psicológica extrema. Entonces hay un pequeño haz de sabiduría. Como un hábito químico, estamos enganchados en el yo. El psicodélico disuelve esa dependencia química o psicológica y la reemplaza con los datos de la materia: cómo se adecúa el individuo a la vida y a la organización de este planeta, las vastas cantidades de tiempo que todas estas cosas han estado en existencia y que han tardado para llegar a su estado actual.
Fue mi lectura de Jung, que se produjo muy tempranamente, lo que me puso muy en contacto con esta noción del yo como un modo de ser más grande y más inclusivo de cuanto proporciona el ego. No me interesa formular preguntas del tipo «¿Es la voz de Dios?» o «¿Es un extraterrestre?». No creo que estas cosas puedan saberse en esta etapa. Pero lo importante es que se sabe más sobre uno mismo de cuanto uno conoce sobre uno mismo, y, en consecuencia, es una fuente de estabilidad, una fuente de gnosis, una fuente de información, y es de lo que carece la mayoría de la gente. Todos están sólo superficialmente en contacto con su propio destino, su propio nacimiento, su propia muerte.
JL: Volvamos a la estructura del yo. ¿Cuál es la evidencia empírica de que sólo tiene dos mil años?
TM: Seguramente usted conocerá el libro de Julián Jaynes llamado The Origin of Consciousness in the Breakclown of the Bicameral Mind (El origen de la conciencia en la caída de la mente bicameral). Bien, Jaynes presenta una teoría muy interesante. Dice que ya en los tiempos homéricos, la gente vagaba más bien automáticamente, y cuando se veían en un aprieto, de pronto aparecía una voz en su cabeza que decía: «Estás en un aprieto. Esto es lo que debes hacer». Ellos decían que esto era Dios, o un dios, o el rey (vivo o muerto). Esto se transformó en el ego, la voz que hoy denominamos «yo», algo que se ha asimilado con el despertar de la civilización como un medio necesario para adaptarse a la socialización. Ahora, saliendo de los tipos de estructuras lineales y dualistas que nos fueran impuestas por el cristianismo y los medios de prensa y por otros factores culturales, necesitamos reconectarnos con el siguiente nivel de la Supermente: una especie de conciencia globalmente consciente, ecológicamente sensible, equilibrada, humana, interesada, a la que podamos acceder sólo con un esfuerzo considerable, mediante la autodisciplina, la psicoterapia, los psicodélicos, ese tipo de cosas.
JL: Al estudiar los sistemas espirituales y las drogas, ¿halló usted que los budistas tibetanos toman drogas?
TM: No tanto los budistas, pero si me encontré pasando más y más tiempo con los chamanes prebudistas. Y luego fui a la India. Había estudiado yoga, pero lo que los textos yogas no nos dicen es que casi todos los sadhus, todos los yogis, son inveterados fumadores de hash y/o usuarios de datura, y que en aquella época, a fines de la década del 60, estuvieron absolutamente fascinados con el LSD y las drogas psicodélicas que provenían de Occidente.
JL: ¿Consumían drogas los chamanes prebudistas?
TM: Bueno, no creo que realmente exista diferencia alguna. Es decir, si se estudia el chamanismo detalladamente, la mayor parte del chamanismo que es vital es el chamanismo de las plantas alucinógenas.
JL: ¿Cómo era el nivel de percepción y manifestación mística de los chamanes comparado con el ashram de los gurúes de la India?
TM: Como anarquista y escéptico, vi a la India básicamente como una especie muy estratificada de embaucamiento. No soy ningún fanático de los gurúes. Creo que han hecho bastante por nosotros, gracias, y que no es necesario que las personas sofisticadas tengan nada que ver con eso. No estoy diciendo que no haya gente que posea la sabiduría que confiere la vida que pueda decirle a uno cómo vivir, cómo morir, cómo manejar una relación, tener un hijo, etcétera. Pero los psicodélicos se ocupan del lado invisible de la realidad, lo sumamente Otro, lo trascendentalmente extraterreno, y esto es lo que me interesa. Porque si observamos las descripciones clásicas de Dios, tanto si hablamos de la Cábala o del misticismo cristiano o del misticismo sufí, de lo que hablamos es de lo indecible. Y los psicodélicos nos propulsan a través del lenguaje hacia este ámbito inimaginable.
La gente necesita validarse, y uno no se valida poniendo su desarrollo espiritual en manos de un gurú. Uno se valida espiritualmente tomando la responsabilidad del propio desarrollo espiritual, observando alrededor y viendo qué puede hacerse. En cierto sentido, considero que la Nueva Era es una huida de la experiencia psicodélica. La gente haría cualquier cosa antes que tomar un compuesto psicodélico. Ser renacido, colonizado, esto, aquello y lo otro. Porque instintivamente perciben que la experiencia psicodélica es real. Te pone en la línea. No es como una sesión de tamborileo de cinco horas, o un trabajo en el tejido profundo.
De modo que todo se reduce al ciudadano versus el ser. El ciudadano es una definición en extremo limitada del potencial humano. El ser es una definición del potencial humano tan amplia que amenaza las obligaciones del ciudadano.
JL: ¿Cómo es la vida para las personas plenamente autorrealizadas?
TM: Bueno, por cierto no creo serlo, por lo que sólo puedo empezar a contestar. A mí la vida me parece plena de esperanzas. El potencial humano es muy vasto. No tenemos problemas que no podamos resolver si nos dedicamos a ellos con la mente abierta. Ahora bien, la teoría actual de la resolución de problemas es que debemos resolver todos nuestros problemas con soluciones de éxito. Bueno, tal vez no sea posible resolver los problemas del siglo veinte y lograr un éxito al mismo tiempo. Pero si estamos dispuestos a dejar de lado esa noción, entonces el futuro humano parece infinitamente brillante, porque la mente humana parece ser un conducto más abierto a Dios de cuanto pudiera siquiera imaginar alguien que esté fuera de la experiencia psicodélica. Y Dios parece ser una fuerza mucho más benevolente y más participativa en los asuntos humanos que el tipo de imagen que hemos heredado de la religión occidental.
Ahora bien, ¿por qué tomar un compuesto de drogas psicodélicas naturales como la psilocibina nos brinda esperanzas? Porque nos conecta con la red verdadera de valores e información inherente al planeta, los valores de la biología, los valores del organismo, antes que con los valores del consumidor.
JL: ¿Cuáles son esos valores planetarios?
TM: Primero viene la vida. La muerte no es nada a lo que se deba temer: es parte natural del proceso. La sexualidad es la gloria de la experiencia de vida, etcétera, etcétera. Son, en efecto, los valores humanos, interesados, ecológicamente sensibles que intenta comunicar la Nueva Era, el movimiento ecológico, etcétera. El problema es que estos movimientos lo politizan todo de manera inmediata, convierten todo en agendas, tornan enemiga a la oposición, luego se embarcan en las políticas primitivas que nos han conducido a este atolladero.
JL: ¿Políticas patriarcales?
TM: Políticas patriarcales. La política de la propaganda. La política del dinero. La política de la desesperanza. Yo soy un activista político, y creo que la obligación fundamental de un activista político es convertirse en psicodélico. De lo contrario, las propias actividades no acceden a conocer todo el campo de acción. La cosa es así: la importancia de los valores humanos debe ser devuelta a la discusión de las prioridades políticas. Esto se intentó en la década del 60; ahora parece una broma que la gente afirmara que el amor es la respuesta. Es inconcebible en las condiciones actuales.
JL: Sería útil en este punto que usted definiera el chamanismo.
TM: Muy bien. El chamanismo es la utilización de las técnicas arcaicas de éxtasis que fueron desarrolladas con independencia de toda otra filosofía religiosa: las técnicas empíricamente validadas y experiencialmente operables que producen éxtasis. El éxtasis es la contemplación de la totalidad. Es por eso que cuando uno experimenta el éxtasis —cuando contempla la totalidad— baja renovado en términos de lo político y lo social, porque ha visto el cuadro más grande.
JL: ¿Cómo se manifiesta en los actos chamánicos?
TM: Mediante la habilidad para sanar, el chamán puede conferir totalidad psicológica a las personas que acuden a verlo con problemas. Actúa como modelo. Es como una persona superhumana, simplemente en virtud del hecho de que está completo, no está confundido. Él sabe cuándo persistir y cuándo soltar. Lo que erosiona la esperanza es la inercia y el impulso de la actividad psicológica negativa. Lo que el chamán ve es que el impulso de la actividad psicológica es, en realidad, una ilusión. Y simplemente cambiando de idea, uno se hace a un lado y el impulso pasa al costado y uno se transforma. Entonces el chamán trabaja con la forma de la mente: tiene una visión más grande porque en realidad no está en su cultura. Lo comprobé una y otra vez. Cada cultura tiene sus propias peculiaridades, suposiciones, fobias y errores. Puede parecer que el chamán es miembro de una cultura, pero es más amplio, más profundo, más elevado y más grande que la cultura que lo creó.
En mi opinión, un gran psicoterapeuta sería un gran chamán, y hay algunos muy buenos. No quiero dar nombres porque no es mi intención herir a nadie. Admiro a los psicoterapeutas transpersonales. Creo que tratan de rearmar la institución chamanística con una forma moderna. Lo que deben comprender es que perderán el tiempo a menos que empleen herramientas chamanísticas. La herramienta principal de los chamanes es la técnica del éxtasis, y eso significa plantas alucinógenas. Si uno le sugiriese a un chamán sudamericano que podría arreglarse sin las plantas, sería un absurdo, como sugerirle a un aviador que hace acrobacias que lo hiciera sin un avión. Vamos en camino hacia el filo de la catástrofe global sin emplear las herramientas que tenemos a mano y que podrían salvarnos. Es algo estúpido. Lisa y llanamente estúpido.
JL: ¿Cuál es su sensación sobre la cultura occidental de hoy?
TM: Bueno, creo que nos estamos metiendo en otro estrechamiento de opciones. Ansioso como estoy por poder dejar atrás la era de Reagan, la primera mitad de los noventa será otra exploración de estos modos culturales inadecuados: el fundamentalismo religioso, la represión sexual, el colapso de la autoridad central. La epidemia del SIDA fue a dar en manos de la gente que quiere reprimir y distorsionar la miseria humana. Creo que una Nueva Era está por nacer. Creo que llegará, pero creo que será a fines de la década del 90, que todavía tenemos mucho por recorrer. Porque las instituciones culturales no usarán el freno de emergencia hasta que todo se caiga a pedazos. Porque, usted sabe, la forma actual de la civilización representa a un buque que se hunde.
JL: Por otra parte, se podría sostener que la mente colectiva ya ha tomado decisiones colectivas sobre la curación colectiva, que el proceso de curación y el ascenso hacia la conciencia colectiva ya se está produciendo. En otras palabras, que el movimiento psicoanalítico, el movimiento espiritual (tal como es), el movimiento ecológico, la rebelión cultural… todo esto, en realidad, es la base para un cambio positivo profundo. Los psicodélicos desempeñaron una parte en esto, y todavía tienen un rol, pero no podemos esperar que esta cultura se aboque a los psicodélicos masivos.
TM: Creo que es cierto. No me preocupa. Creo que estamos bien. Todo está sobre sus carriles, desarrollándose como debe. El asunto es saberlo, de modo de poder contribuir en lugar de quedar inmovilizado por la angustia. Hago la analogía con un nacimiento. Un nacimiento parece algo poco natural: una persona se parte y hay mucha sangre, vísceras y coágulos. Uno juraría que es muerte, no vida. Pero en realidad es un proceso completamente natural. El objetivo entonces consiste en tranquilizar a la madre para que comprenda que eso es natural, que va a terminar, que forma parte del plan.
JL: ¿Cuántas veces ha tomado LSD?
TM: Bueno, si las pusiéramos todas juntas… no sé, tal vez 150 veces cuando era joven. No es mucho. Creo que si esas cosas se hacen bien, dan mucho para pensar. Algo que se suele hacer y a lo que me opongo decididamente es vacilar con respecto a ello. Si no se toma tanto que al hacerlo se teme haber tomado demasiado, entonces no se tomó lo suficiente. No de la manera que toma la gente para ir al cine, a la playa, aquí y allá. No. Hablo de lo que denomino dosis «heroicas» y dosis «comprometidas». Y si uno toma solamente dosis heroicas, entonces cada viaje cuenta. No es necesario hacerlo más de tres o cuatro veces por año para sentirse plenamente psicodélico.
JL: ¿Qué es una dosis heroica de psilocibina?
TM: Cinco gramos secos. Cinco gramos secos aplastan al ego más resistente.
JL: ¿Y la mescalina?
TM: Ochocientos miligramos. Me gusta menos la mescalina porque es una anfetamina. Y resulta dura.
JL: ¿Y el peyote?
TM: Bueno, puedo resumírselo. Hay tres preguntas que uno tendría que formularse sobre una droga que se piensa tomar. Número uno, ¿se presenta naturalmente en una planta o en un animal? Porque la naturaleza ha probado esos compuestos a través del uso durante millones y millones de años. Algo que surgió del laboratorio hace cuatro o cinco años… ¿quién sabe? De modo que debe ser un producto del mundo natural. Número dos, ¿tiene una historia de uso humano? Los hongos la tienen. La mescalina la tiene. El LSD, no. El éxtasis no. Y, número tres, y la más importante, debe tener cierta afinidad con la química cerebral. No debe ser como posarse en la luna: debe relacionarse con lo que impulsa la conciencia común. Este último criterio es el más estrecho, porque la mescalina no puede superarlo. El LSD, tampoco. Considero que las drogas deben ser lo menos invasoras posible, y sé que estoy en la senda correcta porque las drogas psicodélicas más fuertes que existen son aquellas que duran la menor cantidad de tiempo. Ahora bien, ¿qué significa esto? Significa que el cerebro reconoce el compuesto y en pocos minutos puede neutralizarlo completamente. La DMT es el psicodélico más fuerte que existe, pero sólo dura cinco minutos. Veinte minutos después de hacerlo es como si nunca se lo hubiera hecho.
La naturaleza es una guía muy importante al respecto. La química natural del cerebro. La historia natural del planeta. Las instituciones chamánicas de grupos reducidos de seres humanos que evolucionaron naturalmente y que siguen en contacto con valores sociales razonables.
JL: Hablemos de las definiciones esquemáticas de sus distintas experiencias. Lo he oído hablar de algo que lo acercó a lo que los gnósticos y los cabalistas llaman el Logos, la fuente última de todo el conocimiento. Si usted trazara un gráfico de los niveles del inconsciente que experimentó, ¿cómo lo esquematizaría?
TM: Supongo que lo esquematizaría de la siguiente manera: la psilocibina «habla». La voz parlante de la psilocibina es absolutamente extraordinaria. La DMT combina la voz parlante y el ojo visor: lo más extraordinario de la experiencia con DMT es que uno ve entidades. Se encuentran seres a los que he descrito como elfos, máquinas que se autotransforman. Son los habitantes de esta otra dimensión. Tratan de enseñarnos algo. Bien, si no estoy completamente loco, se trata de una gran noticia. Si se le da DMT a una persona normal —escéptica—, se verá transportada a lo que es en esencia el salón de la Montaña King donde los gnomos están de jarana. No estamos preparados para esto. Esperamos que todo caiga dentro de los mapas racionales que nos proporciona la ciencia, y la ciencia no describe un universo hiperdimensional desbordante de inteligencias extraterrenas con las que se puede entrar en contacto en un instante si se recurre a cierto compuesto químico. A la ciencia le cuesta admitir que a una distancia de años luz, tal vez haya seres que viven en planetas que giran en órbita alrededor de otra estrella.
JL: ¿Qué mapa metafísico ya existente describiría esto? ¿Se asemejaría a la experiencia sufí?
TM: Pienso en el budismo mahayana, los ámbitos de la paz y la alegría de muchos niveles, habitados por muchos, rondados por el demonio, visitados por Buda. La insistencia del budismo mahayana en que en realidad no hay ningún centro, en que todo es producto del tiempo y del espacio, es la psicología más sofisticada. Pero no estoy dispuesto a ascender a la ética budista porque el budismo dice que el sufrimiento es inevitable. Ese no es un punto de vista psicodélico. Creo que la psicología del budismo son los estratos más antiguos, y eso surge del chamanismo. El chamanismo en todo el mundo insiste en que el universo tiene niveles múltiples, que está poblado por seres que pueden hacernos un gran bien, un gran mal. Y por seres que no dan un bledo por uno, en ningún sentido.
JL: Ya que estamos en el carril de la exploración de las cosmologías existentes, ¿cómo ve usted la mente de Cristo? Me refiero a la mente de Cristo como la mente Corazón.
TM: Se trata de un tema que me resulta bastante problemático. Pensaría que si usted quisiera hablar de la apertura del corazón, el renacimiento de la Diosa sería una metáfora más viable. El problema con el cristianismo es que se trata de la fuerza más reaccionaria de la historia humana. Ni siquiera sé qué está en el segundo lugar, tan al frente está el cristianismo. Y creo que la destrucción del paganismo tal vez haya sido el daño más grande para la evolución de la psique humana que se haya hecho. La represión de la brujería es realmente la represión del conocimiento botánico, del chamanismo. De modo que veo al cristianismo como parte de este embaucamiento paternalista.
JL: Usted parece implicar que el chamanismo superior es el chamanismo de las plantas, y que el paganismo representa una forma superior de conciencia porque está en contacto con seres de otro nivel. Pero en la práctica espiritual judía, a través del estudio combinado de la Cábala y de la Torá, hay evidencias demostrables de la capacidad para lograr altos niveles de poder chamanístico sin el uso de drogas. Los cabalistas también reconocen el nivel pagano como un nivel de conciencia superior que, aunque alcanzable y real, no es el más elevado ni el más trascendente ni el más cercano a Dios. La promesa es que el estudio combinado de la Cábala y la Torá pueden llevar a que uno alcance una dimensión muy superior a las drogas o cualquier otra forma de budismo.
TM: No estoy familiarizado con el misticismo judío, pero sé que es poderoso. Mi sentimiento es que las abstracciones de la clase representada por la teoría cabalística derivan inmediatez de la experiencia y forman parte del movimiento histórico que nos ha colocado en la senda de la ciencia moderna, la teoría aristotélica, el dualismo, el materialismo, etcétera.
JL: Usted cree haber obtenido de sus visiones cierto sentido de la naturaleza del lugar hacia dónde vamos, ¿pero hay en verdad un «punto de elección», un momento en que el individuo —o la especie colectivamente— debe hacer una elección sobre tomar un rumbo u otro? ¿O es simplemente que hay un rumbo de la historia que tomamos de manera natural?
TM: La verdad es que la realidad misma no es estática. Esta es una de las cosas que los psicodélicos tratan de hacernos comprender, que la realidad en la que estamos insertos es en si misma cierto tipo de organismo y que evoluciona hacia una conclusión. La historia del siglo veinte no es simplemente una casualidad ni una anormalidad: es la culminación de un proceso que ha estado en movimiento desde que existe el planeta. No estamos alienados y fuera de la naturaleza: de alguna manera somos su filo. Y esta vasta producción de edificios y autopistas y todas las cosas que caracterizan al mundo moderno es en verdad una característica del mundo natural. De manera similar, la evolución de la inteligencia técnica sobre la superficie del planeta, si bien nueva, no es antinatural.
Los seres humanos somos, entonces, los agentes naturales de una compresión que se está gestando en el mundo temporal en transición hacia una dimensión más elevada de la existencia. La historia va a terminar. Esta es la asombrosa conclusión que extraigo de la experiencia psicodélica. Y todos los escenarios del fin de la historia que rondan el pensamiento humano sobre el tema, desde el Apocalipsis de Juan hasta las últimas profecías de los cultos a los platos voladores, son intentos de dominar o de entender una intuición de separación trascendental de aquello que conocemos.
Si miramos las tendencias culturales de la actualidad y las extrapolamos, es razonable sugerir que para fines del calendario maya —que es en el 2012 de nuestra era— seremos irreconocibles para nosotros mismos, que lo que creemos que son nuestras creaciones, las computadoras y las tecnologías, son en verdad otro nivel de nosotros mismos. Y que cuando hayamos realizado esta peregrinación a través del laberinto profano de la historia, recuperaremos lo que sabíamos al principio: la unión arcaica con la naturaleza que era inconsútil, no mediada por el lenguaje, no mediada por las nociones del yo y del otro, de vida y muerte, de civilización y naturaleza. Todos estos son dualismos temporarios y provisionales dentro del laberinto de la historia. Este Renacimiento Arcaico significa que todas nuestras religiones fueron pálidas imitaciones del Misterio mismo. Entonces la gente dirá: «¡Ahora comprendo! Ahora comprendo por qué las pirámides, por qué la caída de Roma, por qué Auschwitz, por qué la bomba H». Todas estas cosas son hitos en el camino hacia el objeto trascendental. Y una vez que lo alcancemos, el significado se derramará sobre toda la experiencia humana.
JL: Pero ver a la gente tan transformada, tan de vuelta en sintonía con la naturaleza a un nivel masivo, significaría que estamos preparados colectivamente para dejar atrás virtualmente de la noche a la mañana temas tan graves como la contaminación del planeta o la lucha árabe-israelí. Para que eso suceda, ¿no tendría que haber una especie de evento trascendental? ¿La visita de un plato volador? ¿La guerra nuclear? No sé, trato de no perder el racionalismo.
TM: Parece sumamente improbable que ocurra algo así. Sin embargo, consideremos algo como el fenómeno del lenguaje en nuestra especie. ¿Cuán probable era antes de existir? Representa cierto tipo de intersección de la especie mono con una fuerza trascendental de alguna clase. Y sin embargo, una vez que cobró existencia, se lo ve como inherente a nuestra organización biológica.
JL: ¿Nada en sus experiencias con las drogas le mostró cuál podría ser ese evento chamánico?
TM: Creo que podría ser algo así: el objeto trascendental, que ha sido bien descrito desde el siglo dieciséis, es la unión del espíritu y la materia. El objeto trascendental es materia que se comporta como pensamiento, y es una entrada a la imaginación. Allí es donde viviremos todos. Es por esto que la experiencia psicodélica es tan importante, porque anticipa una vida vivida por completo en la imaginación.
Ahora usted me pregunta: «¿Cómo será tal cosa?». Bien, como una hipótesis, supongamos que se descubriera el modo de integrar la inteligencia humana y la de la máquina para crear una cultura en la que los humanos y las máquinas fueran psicológicamente indistinguibles. Esto nos permitiría influir en las dimensiones de esa interacción. Si creamos otra dimensión, bien podría ser el paraíso. Entonces, lo que hoy contemplamos como un objeto trascendental puede ser una tecnología comerciable para el 2012.
JL: En otras palabras, ¿quiere decir que el evento trascendente puede ser la creación para el 2012 de un programa de computación con el que interactuaríamos para acceder a un estado más elevado de la existencia? ¿Tal vez un programa creado por un genio programador de computación y metafísico en sus viajes con la psilocibina?
TM: Si, un programa de computación. Los dos conceptos, drogas y computadores, están migrando uno hacia el otro. Si se agrega el concepto «persona» y se dice que estos tres conceptos —drogas, computador y persona— están migrando uno hacia el otro, entonces podemos ver que el cuerpo del mono todavía conserva en su lugar gran parte de nuestra estructura lingüística. Pero si el cuerpo del mono se disolviera, entonces tendríamos probabilidades mucho mayores de definirnos como información pura. Creo que esto es lo que sucede: que después del 2012, todo el mundo se convierte en todo. Se realizan todas las posibilidades, incluso las posibilidades que son mutuamente excluyentes. Porque la resolución y la realización de estas posibilidades se producen en una clase distinta de espacio, el espacio «nanotecnológico» o el espacio psicológico, o una verdadera hiperdimensión. Es muy difícil imaginar cómo será, simplemente porque no contamos con las metáforas y la experiencia para conocer aquello hacia lo cual nos dirigimos.
JL: Supongo que usted no quiere decir que el cuerpo del mono tendrá un fin literal sino que se trata de una trascendencia del modo en que vemos y usamos el cuerpo hoy. ¿Supongo que no cree que no tendremos sexo y procreación?
TM: Por supuesto. Tendremos todo lo que tenemos ahora.
JL: ¿Puede conceptualizar —o visualizar— la naturaleza de un programa de computación que facilitara este proceso de conciencia superior?
TM: Bien, en realidad he desarrollado un programa que denomino Timewave Zero (Onda de tiempo cero). Es una onda fractal que muestra que todos los tiempos son en realidad modelos de interferencia creados por otros tiempos que interactúan entre sí y que todos estos tiempos se originan en un único estado final. Tal vez pudieran crearse versiones avanzadas de esta clase de programa en los veinticuatro años que nos quedan hasta el 2012.
No se trata de algo que los seres humanos deban decidir hacer: ¡es algo que está sucediendo! El asunto es imaginar qué sucederá que nos permita relacionar. Los psicodélicos ayudan en esto porque anticipan el objeto trascendental. Todas las religiones anticipan el objeto trascendental. Todas las grandes personalidades espirituales, de algún modo, anticipan y corporizan el objeto trascendental. Ya no está a siglos o milenios de distancia. Está aquí mismo, ahora. Es lo que explica la precipitada caída en la innovación que representa el siglo veinte. El siglo veinte no tiene ningún sentido a menos que finalice con una transformación completa de la especie. Y la muerte nuclear y los factores que afirman la vida están entrelazados de manera tan inextricable que será una carrera de caballos hasta el último momento.
En una de mis conferencias, pregunté: «¿Cuál es el hongo que florece al final de la historia humana? ¿Es el hongo de Teller y Fermi y Oppenheimer, o es el hongo de Albert Hofmann y Gordon Wasson y Richard Evans Schultes y Timothy Leary?». Creo que a quienes no posean información concreta les resultará muy difícil decidir a qué apostar. Pero el hecho mismo de que usted y yo podamos tener esta conversación es la prueba de la proximidad de este evento. La gente no podía decir estas cosas ni siquiera hace treinta años: nadie lo hubiera entendido. Sabe, cuando se someten a prueba aviones de alto desempeño hay una expresión, «estirar el sobre», que significa llevar las capacidades de desempeño hasta los límites exteriores absolutos. Esto es lo que el siglo veinte está haciendo con el planeta y el organismo humano. Estamos estirando el sobre a medida que nos acercamos, no a la barrera del sonido sino a … llamémosla la «barrera de la mente», la «barrera social». No nos desintegraremos cuando lleguemos a ella ni nos caeremos del cielo. Antes bien, si hemos diseñado correctamente nuestra nave espacial social, nos deslizaremos hacia un ámbito infinito de transformación humana potencial.
JL: Por cierto, no desaparecerá la cultura urbana.
TM: No, pero un nuevo proceso de diseño de esa cultura surgirá de la clara percepción de las necesidades humanas en lugar de la actual percepción poco clara y políticamente discutible de los seres humanos. Básicamente, vamos traqueteando no en un Ford T sino en un carro romano. Y tenemos veinticuatro años para convertirlo en una nave espacial. Por eso es tan importante comunicarnos, que todos nosotros demos un paso adelante con nuestro mejor pie, que pongamos sobre la mesa nuestras mejores metáforas. Porque no podemos avanzar más rápidamente que la evolución del lenguaje. Y ninguna cultura, hasta donde yo sé, jamás trató conscientemente de evolucionar su lenguaje sin la percepción de que evolución del lenguaje significaba evolución de la realidad. Sin embargo, estamos a punto de hacer eso. Madison Avenue lo entiende, pero de manera perversa. Si podemos apartarnos de la idea de lucrar, si nos aplicamos a la idea de usar esta idea para salvar nuestro pellejo, entonces el objeto trascendental se acerca mucho más.
Lo extraño de la psilocibina, mi carrera y esta conversación, es que tiene que ver con la habilitación del lenguaje. Eso es lo que me otorga prestigio, lo que hace que la gente diga: «Usted dice cosas que nadie más dice». «Usted habla con claridad». La consecuencia social de la experiencia psicodélica es el pensamiento claro, que se destila en un discurso claro. Discurso habilitado.
JL: ¿Y si usted se equivoca y el mundo sigue tan enfermo en el 2012?
TM: Bueno, por lo menos habré tenido el coraje de hacer una profecía específica. Tendré sesenta y cinco años en el 2012, será tiempo de aprovecharlo en todo caso.
JL: Hablando del discurso habilitado, uno de sus raps que me resulta particularmente perspicaz hablaba de un pulpo como símbolo de la era que se inicia. ¿Le gustaría explicarlo?
TM: Lo que no se conoce bien es el modelo de comunicación que se produce en el pulpo. Los pulpos cambian de color no con fines de camuflarse, como puede suponerse, sino como un modo de comunicación. Los sonrojos, los puntos y las bandas de color que puede manifestar un pulpo común son el reflejo de su intención lingüística. Su lenguaje aparece en la superficie de la piel.
Comúnmente, se supone que la telepatía es que usted me escucha pensar. Pero una noción más rica de telepatía sería que usted pudiera ver mis palabras, en lugar de escucharlas: que las palabras fueran en realidad objetos esculturales. Yo haría una declaración y luego usted y yo nos pondríamos de pie y observaríamos esta declaración desde todos los ángulos. No habría ambigüedad. Y esto es exactamente lo que ocurre en los pulpos. Los chamanes hacen lo mismo. Los cantos chamanísticos que se cantan no son para ser escuchados, son para ser vistos por otras personas que están intoxicadas. Este cruce de lo escuchado a lo visto es una parte muy importante de la revelación del objeto trascendental.
Vamos a pasar de un modo lingüístico que se escucha a un modo lingüístico que se contempla. Cuando se complete esta transición, la ambigüedad, la incertidumbre y el subterfugio que rondan nuestros esfuerzos de comunicación serán obsoletos. Y será en este ambiente de comunicación observada que se realizará el nuevo mundo y el Logos.
JL: ¿Y la MTV y las computadoras nos están llevando con prisa hacia allí?
TM: Sí, nos empujan justo hacia allí.
JL: Las experiencias metafísicas siempre prometen que una vez que se deja caer el ego y se llega al conocimiento verdadero, se empieza a experimentar la realidad a través de la corporización de Dios, que supuestamente es uno mismo. Y que la corporización es alegría y amor, profundidad del placer, percepción experiencial, conciencia y esplendor más allá de cuanto la mayoría de la gente ha experimentado en los niveles más profundos. ¿Cómo se integra eso con su sensibilidad?
TM: Mi noción de la experiencia postransición es que se trata de un dominio donde la actividad apropiada es el camino de menor resistencia. En otras palabras, en este ámbito actual el Tao y el ego parecen imposiblemente opuestos. Las cosas son una u otra. En el mundo postransición es posible que parezca que sólo hay ego, pero en realidad habrá sólo Tao. Y esta es una buena definición de trabajo de cómo sería una sociedad telepática: actividad apropiada. No es nada más que eso.
Imagine si cada problema se resolviera apropiadamente, si cada relación evolucionara apropiadamente, si cada acción fuera la apropiada. Eso solo sería el reino del ciclo. Y creo que es hacía eso que avanzamos. Ni fuegos artificiales cósmicos ni el descenso de seres extraterrestres en platos voladores, sino simplemente la actividad apropiada —la experiencia sentida, habilitada— y el abandono de la ilusión de separación.