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Sam Cole se dio la vuelta, abrió los ojos y estuvo a punto de lanzar un grito. Puller estaba sentado a su lado, en una silla que había acercado hasta la cama.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —le dijo al tiempo que se incorporaba.

—Esperar a que te despiertes.

—¿Y por qué no me has despertado sin más?

—Porque dormías apaciblemente.

—Pensaba que a ti no te importaban esas cosas. Más de una vez me has despertado estando dormida como un tronco.

—Era agradable verte dormir.

Cole fue a decir algo, pero se interrumpió.

—Oh —respondió.

Puller bajó la mirada.

Cole, un tanto azorada, añadió:

—¿De modo que has decidido esperar y darme un susto de muerte?

—No lo tenía previsto, pero las cosas han salido así.

Antes de que ella pudiera decir algo más, le mostró la cámara.

—¿Es que quieres hacerme una foto? —preguntó Cole, confusa.

—Quiero que veas unas cuantas fotos.

—¿Qué es lo que tengo que ver?

—Tú quédate aquí. Yo voy a hacer café, y luego las vemos juntos.

Después de treinta minutos y dos tazas de café, Cole se recostó contra la almohada y dijo:

—Está bien. ¿Qué significa todo esto?

—Significa que tenemos mucho más que investigar. Y no nos queda mucho tiempo para ello.

—¿Y estás seguro de que esto es importante?

—Este es el motivo por el que irrumpieron en la caja fuerte de Strauss. Y también creo que es el motivo por el que asesinaron a Treadwell y a Bitner. De modo que sí, es importante.

—Pero yo pensaba que los habían asesinado por el análisis del suelo.

—Yo también. Pero en ese informe no había nada que hiciera que se me encendiera la alarma. Los asesinaron porque de alguna manera se descubrió que estos planos procedían de la caja fuerte de Strauss. Y también se descubrió que Treadwell y Bitner habían hablado de ello con Reynolds, por lo tanto también debían morir.

—Entonces, ¿qué ocurrió con el análisis del suelo?

—¿Te acuerdas de los fragmentos del paquete entregado por correo certificado que encontramos debajo del sofá?

—Sí.

—Pues creo que los pusieron allí los asesinos. A modo de pista falsa.

—¿Por qué? ¿Y por qué no se limitaron a dejar que encontrásemos el paquete completo?

—Porque en ese caso no perderíamos tiempo siguiendo esa pista. Pero si lo hubiéramos pensado un poco, nos habríamos dado cuenta de que les resultó muy cómodo dejar esos fragmentos verdes del recibo del correo certificado para que los encontrásemos nosotros.

—¿Y Larry Wellman?

—Estaba patrullando cuando aparecieron ellos. Hubo que silenciarlo.

—Maldita sea, todo encaja. —Cole hizo un gesto de preocupación—. ¿Así que mataron a Larry únicamente para colocar unos trozos de papel con la intención de despistarnos?

—Así lo entiendo yo.

—¿Y Dickie?

—Estaba muy superado por todo esto. No creo que supiera nada de los asesinatos. Y cuando se enteró, fue solo cuestión de tiempo. Y cuando yo lo recluté para que me echara una mano, en gran medida firmé su sentencia de muerte.

Cole lo miró con expresión burlona.

—¿Cuándo has deducido todo esto?

—Al regresar a Afganistán.

—¿Qué?

—Solo mentalmente —repuso Puller—. Mi cerebro tiende a funcionar más deprisa cuando estoy allí —agregó en voz baja.

—Lo comprendo —dijo Cole despacio. Después observó las imágenes contenidas en la cámara—. Bueno, ¿y qué hacemos con estas fotos?

—Voy a descargarlas en mi ordenador y luego las imprimiré en papel. Pero lo principal es que tenemos que ir en persona.

—¿Ir en persona? ¿Quieres decir a mirar, solamente?

—No, me refiero a algo más. —Consultó el reloj—. Todavía es de noche. ¿Te apuntas?

—Da lo mismo que me apunte o no. No tenemos tiempo que perder. Venga, sal de mi habitación para que pueda vestirme.