—Eh, Bill, ¿qué tal va la cosa?
Bill Strauss acababa de salir de la oficina de Trent y se dirigía hacia su automóvil. Puller estaba apoyado en su Malibu, llevaba casi una hora esperando.
—¿Puller?, ¿qué hace usted aquí?
Puller se apartó del coche y fue hacia Strauss.
—Mi trabajo. Tengo unas cuantas preguntas. ¿Dispone de un momento?
Strauss consultó el reloj.
—La verdad es que se me hace tarde para una reunión.
—No voy a tardar mucho.
—¿No puede esperar?
—No, lo cierto es que no.
—Está bien, dispare.
—La voladura del domingo por la noche no se anunció públicamente. ¿Quién la autorizó?
Strauss puso cara de desconcierto.
—¿De qué me está hablando?
—El domingo pasado por la noche hubo una voladura en una de las minas de Trent Exploraciones. Están obligados a anunciarlas públicamente. Además, no es normal que se lleven a cabo voladuras en domingo, es necesario obtener un permiso especial. El anuncio no se hizo. ¿Se obtuvo el permiso especial?
—Tendré que examinar los archivos.
—Roger ha dicho que no sabía nada al respecto. ¿Quién se encarga de esas cosas en la empresa?
—Técnicamente yo, por ser el jefe de Operaciones. Pero tengo muchas obligaciones, y no me queda más remedio que delegar. Tenemos personal encargado de obtener las autorizaciones para las voladuras y de notificarlas debidamente.
—Entonces, ¿debo dirigirme a ese personal?
—Así es. Por desgracia, no se encuentra en esta oficina. Trabaja en Charleston.
—¿Puede facilitarme su información de contacto?
—¿Por qué es tan importante? Esas personas no murieron en la explotación minera.
—Así y todo, es importante. ¿Me facilitará la información de contacto?
—Está bien —contestó Strauss despacio.
—Genial, la espero para mañana.
—No estoy seguro de que…
—¿Ha visto últimamente a su hijo? —lo interrumpió Puller.
—No. ¿Por qué?
—Por curiosidad. ¿Es usted miembro del club Xanadú?
—¿Qué? No, no lo soy.
—Bien, le dejo para que acuda a esa reunión.
Puller se subió al Malibu y se fue. Por el camino telefoneó a Dickie y quedó en verse con él aquella misma noche.
Cuando llegó al motel había un reluciente Bentley de color azul aparcado enfrente, y la persona que iba sentada al volante era Roger Trent.