El gerente de la oficina se llamaba Judy Johnson. Era una mujer delgada como un fideo que estrechaba la mano con energía y mostraba una actitud profesional. Tenía el pelo moreno y gris, y lo llevaba peinado en dos colas de caballo gemelas. Su rostro estaba surcado de arrugas y sus ojos eran vivaces y de un tono acaramelado. Vestía un jersey beis y una blusa blanca, y calzaba unos zapatos negros y planos muy rozados.
Johnson les contó que Molly era una buena trabajadora. Que se había trasladado a aquella oficina principalmente porque le resultaba más cómoda para ir y venir de casa y porque había quedado libre una plaza. No poseía acceso a todos los archivos de la oficina.
—¿A cuáles no tenía acceso? —inquirió Puller.
—Esencialmente a los que se guardan en el despacho del señor Strauss —respondió Johnson—. Allí también hay un armario, y dentro de él hay una caja fuerte. Ahí es donde están guardados.
—Creía que eso era un baño privado —dijo Puller.
—No. Todos usamos el mismo —repuso Johnson.
—¿Y la llave de la caja fuerte? —preguntó Cole.
—Hay una llave del armario y otra de la caja fuerte, y el señor Strauss lleva las dos encima en todo momento.
—¿Tan importante es, para que necesiten todas esas precauciones? —preguntó Puller.
—Bueno, esta oficina guarda los informes geológicos del emplazamiento de las menas de carbón y otros datos relacionados con eso. Es algo muy valioso saber dónde se encuentra el carbón.
—¿De manera que Trent no es el propietario de todo el terreno en donde se encuentra el carbón?
—No. Siempre están buscando filones nuevos, y cada cierto tiempo envían equipos a hacerse con ellos. Si alguien lograra enterarse antes que el señor Trent de dónde está el carbón y adquiriese ese terreno, podría servirse del trabajo de Trent en beneficio propio.
—¿Aquí efectúan análisis del suelo? —preguntó Cole.
Johnson puso cara de desconcierto.
—¿Análisis del suelo? ¿En qué sentido?
—Por la contaminación, cosas así.
—Nosotros cumplimos con todas las normas medioambientales pertinentes —dijo Johnson de modo automático. Era obvio que estaba bien entrenada al respecto, pensó Puller.
—No me cabe duda. Pero no ha respondido a la pregunta —persistió Cole.
—Hacemos análisis continuamente —dijo Johnson.
—De acuerdo, pero ha puesto usted cara de desconcierto cuando le he formulado la pregunta.
—Eso ha sido porque pensaba que habían venido a hablar de Molly. Y ella no tenía nada que ver con nada de eso.
—¿Se guardan aquí los resultados de los análisis del suelo? —preguntó Puller.
—De ser así, los tendría el señor Strauss en la caja fuerte. Pero me parece que esos trabajos los realizan mayormente empresas externas subcontratadas, y después los resultados se envían directamente a la oficina de Charleston.
—Tengo entendido que Molly y Eric Treadwell vivían juntos solo para reducir gastos.
—En efecto.
—Es una práctica bastante extendida por aquí, según me ha dicho la sargento Cole.
—Sí.
—¿Cómo se conocieron? —quiso saber Puller.
—Creo que en una comida campestre que organizó la empresa. Eric acudió acompañado de unos amigos, e hizo buenas migas con Molly. Los dos habían estado casados anteriormente, y creo que ninguno estaba por la labor de repetir. Se agradaron mutuamente y, como ha dicho la sargento Cole, eso no es tan raro de ver por aquí.
Calló unos instantes y se puso a juguetear con una de las coletas.
—Bueno, ¿algo más?
—¿Tenía usted mucho trato con Molly? —le preguntó Puller.
—Éramos amigas, desde luego.
—¿Se le ocurre por qué razón querría alguien hacer daño a Eric Treadwell?
—No se me ocurre ninguna.
—¿Alguna vez fue a verlos a su casa? —preguntó Puller.
Johnson desvió la mirada antes de responder.
—Una o dos, quizá. Normalmente quedábamos en el pueblo para comer o para ir al cine.
—¿Alguna vez pensó que Molly y Eric pudieran tener un problema en relación con las drogas?
—¿Molly? ¿Con las drogas? No, nunca.
—¿Conoce usted las señales que distinguen a una persona que toma drogas? —dijo Puller.
Johnson titubeó.
—Pues… mi hijo… ha tenido algunos… problemas con eso. Y… creo saber qué es lo que tengo que buscar.
—Así que Molly no dio ninguna señal. ¿Y qué me dice de Eric?
—Nunca he notado nada así en Eric. Pero es que tampoco lo veía mucho.
—Entonces, ¿no hubo nada fuera de lo corriente que usted recuerde?
Johnson volvió a titubear.
—Bueno, hubo una cosa. Seguro que no es nada importante, pero resultó un tanto rara.
—Díganoslo —dijo Cole—. Nosotros valoraremos si es importante o no.
—Pues en cierta ocasión vino aquí Eric borracho como una cuba y armó un tremendo alboroto.
—¿Dio usted parte de ello? —preguntó Cole.
—No. Ni siquiera se lo contamos al señor Strauss. Ocurrió después de que la Universidad de Virginia Occidental ganara la Big East, así que dejamos pasar el incidente. Imagino que en aquella ocasión habría mucha gente que se emborrachó y se fue de fiesta. Y recuerdo que Molly consiguió que Eric se calmara. Él hablaba sin parar de los Mountaineers. Llevaba puesta una sudadera de la universidad y agitaba una de esas manos enormes. Luego se quedó dormido en el sofá del señor Strauss. Así que cerramos la puerta y le dejamos dormir la mona. Molly iba a verlo de tanto en tanto.
—¿Estaba Strauss aquí? —preguntó Puller.
—Oh, no, por supuesto que no. Estaba de viaje.
—¿Y cuándo sucedió esto, exactamente?
—En diciembre pasado —contestó Johnson—. Es cuando se juega el campeonato de la Big East.
—¿Y esa es la única vez que ha ocurrido aquí algo extraordinario que haya tenido que ver con Molly?
—Que yo sepa.
Formularon unas pocas preguntas más y después dejaron a Judy Johnson a solas en el mundo formado por sus coletas y su cubículo.
Hablaron con otras personas que trabajaban allí. Ninguna de ellas agregó nada de utilidad. Molly era una buena trabajadora. No se les ocurría ningún motivo por el que alguien pudiera desear asesinarla.
Cuando ya regresaban al coche, Cole comentó:
—No nos han proporcionado ningún hilo del que tirar.
—Los dos hemos estado en casa de Treadwell.
—Ya lo sé. ¿Y qué?
—¿Vio usted el anillo que llevaba en el dedo?
—Sí, me di cuenta.
—Era un anillo de la Virginia Tech porque sabemos que estudió allí. Y en su dormitorio había un cartel del equipo de fútbol americano de Virginia Tech. Los antiguos miembros de los Hokies de la Virginia Tech son muy apasionados en lo que tiene que ver con su equipo de fútbol. De manera que, aunque Eric hubiera vivido en ese estado, ¿cómo es que se emocionó tanto por la victoria de Virginia Occidental en la Big East? Antes Virginia Tech jugaba en la Big East, ahora domina la ACC en fútbol americano. ¿De manera que este fiel antiguo miembro de los Hokies se emociona hasta el punto de que viene a esta oficina y esencialmente se queda frito de lo bebido que está porque los Mountaineers han ganado?
Cole miró de nuevo el edificio.
—¿Quiere decir que en realidad vino aquí para entrar en el despacho de Strauss? ¿Quizá para abrir esa caja fuerte?
—Esa es la impresión que me da a mí. Ahora bien, la pregunta es la siguiente: ¿Lo hizo?