29

Cuarenta minutos después, Puller observaba cómo levantaba Cole el borde del dobladillo del sofá en el que habían sido hallados los cadáveres. Después le pasó una Maglite, y ella la utilizó para alumbrar por debajo.

—Veo una cosa —anunció la sargento, y recuperó un hueso para perros y dos juguetes de plástico.

—Al parecer, este era el escondite del chucho —comentó Puller—. ¿Hay algo más?

Cole se estiró para alcanzar un poco más lejos bajo el sofá.

—Espere un momento —le dijo Puller, y acto seguido levantó en vilo un extremo del mueble.

Cole se lo quedó mirando desde el suelo.

—Eso sí que es utilizar el cerebro. Y el músculo.

Puller bajó la vista.

—Hay un trozo de cartón, parecido al de un paquete.

—¡Y esto! —Cole recogió el pedazo de papel verde que había en la moqueta y se incorporó.

Puller volvió a dejar el sofá en su sitio. La sargento examinó el papel y se lo pasó.

—Parece un fragmento de un recibo de correo certificado.

—Sí, así es. ¿Pero dónde está el resto del recibo? ¿Vamos a tener que explorar el estómago del perro con rayos X?

—También puede ser que se lo llevaran las personas que mataron a Wellman. A lo mejor pensaron que el perro cogió el paquete y lo escondió en alguna parte. Miraron debajo del sofá, y lo encontraron.

Cole puso cara de no entender.

—¿Pero cómo iban a saber siquiera que estaba aquí?

—Interrogaron a los Reynolds. Quizás el coronel les dijo que estaba esperando un paquete.

—Y entonces, ¿por qué no lo interceptaron sin más? Podría ser que estuvieran dentro de la casa cuando Reed entregó el paquete. Podrían haberlo firmado ellos en su lugar. Podrían haberse hecho pasar por él, igual que el que se hizo pasar por Treadwell en la otra casa. Reed nos dijo que no conocía a ninguno de ellos, de manera que no habría notado la diferencia. Él solo quería que le firmaran el papel.

—¿Pero y si no supieron de la existencia del paquete hasta más tarde, hasta que fue entregado?

—Me cuesta mucho entenderle, Puller.

Puller se sentó en el borde del sofá.

—Reed dijo que estaba en la puerta porque necesitaba una firma. Eso quiere decir que se trataba de un envío especial. Pero no nos ha dicho lo que ocurrió con el paquete. ¿Por qué iba a llegar un paquete así a nombre de los Halverson? Están jubilados. Reed se acordó de que en realidad iba destinado a los Reynolds, pero eso no se lo comentó a la policía, lo único que dijo fue que era un paquete que requería una firma. De modo que es posible que los asesinos dedujeran lo mismo que nosotros: que había un cartero en la puerta a causa de un paquete. ¿Qué había dentro del paquete? Tenían que averiguarlo.

Puller volvió la vista hacia la ventana. Justo en aquel momento estaba Lan Monroe deteniendo el coche frente a la casa.

—¿Por qué no preguntamos a Lan qué es lo que figura en su lista de pruebas?

—De acuerdo. Pero ya le digo desde ahora que no creo que en ella figure ese paquete.

—En ese caso, lo confirmaremos.

Cinco minutos después lo habían confirmado. No figuraba ningún paquete.

Lan paseó la mirada por la estancia con gesto de preocupación.

—Yo no he visto nada parecido.

—Puede que se lo comiera el perro —dijo Cole, y su comentario le valió una mirada larga por parte de Puller—. Podría decirle al veterinario que lo comprobase o que le hiciese una radiografía.

—Es papel, así que lo más probable es que no se vea, o de lo contrario el perro ya lo habría digerido y expulsado en forma de heces —repuso Puller.

De pronto sonó el teléfono móvil de Cole. Vio la identidad del interlocutor y su cara de sorpresa.

—¿Quién es? —inquirió Puller.

—Roger Trent.

—El magnate de la minería.

El teléfono continuaba sonando.

—¿No va a contestar? —dijo Puller.

—Sí, supongo que sí.

Cole abrió el aparato.

—Diga. —Escuchó unos momentos, intentó decir algo y después escuchó otro poco más—. Perfecto —dijo al fin—. Hasta entonces.

Cerró el teléfono.

—¿Y bien? —preguntó Puller.

—Roger Trent quiere verme. En su casa.

—¿Por qué?

—Dice que ha estado recibiendo amenazas de muerte.

—Pues más vale que vaya.

—¿Por qué no me acompaña usted?

—¿Para qué? ¿Quiere contar con refuerzos?

—No estará de más. Además, me doy cuenta de que siente usted curiosidad por Trent. Así tendrá la oportunidad de conocerlo en vivo y en directo.

—Vamos.