Ágreda, sor María Inés. Hija de una familia hidalga (1602-1665), nació en Ágreda (Soria), ingresando con tan sólo dieciséis años en un convento franciscano de monjas que su madre había fundado y del que llegaría a ser la madre abadesa. Desde muy joven, su misticismo fue tan conocido entre sus contemporáneos que hasta el mismo Felipe IV supo de él y acató sus sabios consejos. Éstos han llegado a nuestros días gracias a la detallada correspondencia que se conserva en los archivos entre la madre abadesa y el rey. Además de esta correspondencia, dejó plasmados sus pensamientos en otras tantas obras de entre las que cabe destacar la mística Ciudad de Dios. Al basar muchas de sus revelaciones en los Evangelios apócrifos, se expuso como santa Teresa de Jesús a los tribunales de la Santa Inquisición, que la condenaron en 1696. Ella fue la portadora de la última palabra que necesitaba el rey cristiano para convencerse de la mala influencia que sufría ante Olivares.
Borbón, Isabel de, reina de España. Nació en Fontainebleau el 22 de noviembre de 1603, hija de Enrique IV de Francia y de María de Médicis. Se casó con el futuro Felipe IV de España a muy temprana edad, recibiendo por ello el apodo de la Deseada. Durante el alzamiento de Cataluña en contra del Gobierno del conde duque de Olivares, ejerció la regencia en Madrid mientras Felipe IV acudía a poner remedio a Barcelona. Tuvo siete hijos, de los que sólo dos, María Teresa, que fue esposa del rey Luis XIV de Francia, y Baltasar Carlos, nacido el 17 de octubre de 1629, llegaron a la adolescencia. Este último fue la gran esperanza de su padre en la sucesión, pero murió año y medio después de su madre con tan solo diecisiete años y ostentando el título de príncipe de Asturias. Doña Isabel moriría de erisipela el 6 de octubre de 1644.
Calderón, María Inés, la Calderona. Nació en Madrid en 1611, hija de una familia de faranduleros. Su padre, Juan de Calderón, muy pronto la inició en el negocio de la interpretación de comedias en las corralas junto a su hermana Juana. Casada antes de los dieciséis años con Pablo Sarmiento, un cornudo consentidor, pronto se hizo amante del duque de Medina de las Torres para, a posteriori, convertirse en amante del rey Felipe IV y madre del único bastardo reconocido por éste de entre los once que engendró. Su hijo sería Juan José de Austria. En Madrid también la apodaban Marizápalos, y con este nombre aún queda un balcón en la plaza Mayor de esta ciudad. Cuando al rey se le pasó el capricho, Olivares la separó de su hijo y la obligó a ingresar en el convento alcarreño de Valfermoso, donde probablemente murió como madre abadesa sin dar más cuartos al pregonero en beneficio de la exitosa carrera política de su hijo. Don Juan José fue educado en un principio para ocupar alguna dignidad eclesiástica. En 1643 fue elevado al rango de príncipe y hecho caballero de la Orden de San Juan. Cuatro años más tarde obtenía el título de príncipe de la Mar y vicario de la corona de Italia, viajando a Nápoles para sofocar con éxito una revuelta popular. Algunos desalmados se empeñaron en recordar a la Calderona difamando en los mentideros que una noche de luna llena se la había visto desaparecer por entre los matojos de una colina cercana a su convento.
Guevara, Ana de. Nodriza en la que el rey Felipe IV siempre confió hasta que Olivares la echó de palacio por su incontrolable influencia para con el monarca. Una vez en la calle, se vio obligada a regentar una de las múltiples mancebías que existían en la corte de Madrid para sobrevivir. Murió en la villa y corte a los dos meses de ver su venganza cumplida, a los 65 años de edad.
Mendoza y Enríquez, Ana, cuarta duquesa del Infantado. Doña Ana (Medina de Ríoseco, 1554-Guadalajara, 1633), viuda de su primer matrimonio, vestía monjil con manto de anascote, tocas largas de Holanda y camisa de lienzo grosero, y jamás se ponía guantes hasta que se casó en segundas nupcias el 19 de enero de 1593 con Juan Hurtado de Mendoza, su primo. A la boda asistieron el rey Felipe III y la reina doña Margarita, la cual muy pronto la tendría por confidente. Siendo una de las primeras damas de la corte, el duque de Lerma no tardó en proponerle un matrimonio de conveniencia entre su segundo hijo, Diego Gómez de Sandoval, comendador de Calatrava y gentil hombre de cámara, con su hija mayor, Luisa de Mendoza. El 25 de agosto de 1603 se firmaron las capitulaciones en Valladolid, siendo apadrinados los novios por los propios reyes. En 1610, doña Ana trasladó su residencia a las casas de San Andrés en Madrid, que antes fueron de Pedro Lasso de la Vega, su antepasado. En 1619 muere su hija Luisa, dejando a cargo de doña Ana al heredero de la casa, Ruy Sandoval y Mendoza, conde del Cid, y a sus dos hermanas. El 1 de agosto de 1624 quedó viuda por segunda vez de su marido, hasta entonces mayordomo mayor, miembro de los Consejos de Estado y Guerra, y gentil hombre de cámara de Felipe IV. Esta señora murió a las siete de la mañana de un jueves 11 de agosto de 1633 en su palacio de Guadalajara a los 72 años.
Silva y Mendoza, María Acacia, condesa del Cid y séptima duquesa del Infantado. Segunda hija del duque de Pastrana y bisnieta de la princesa de Éboli, se casó muy joven con don Ruy, conocido como Rodrigo de Sandoval y Mendoza, nieto de Ana de Mendoza y heredero de los ducados del Infantado y Lerma por agnación. Fue dama de la reina Isabel de Borbón y tuvo dos hijos, Rodrigo y Juan, a los cuales enterraría antes de fallecer ella. Al morir Olivares, continuó residiendo entre la corte y su palacio de Guadalajara. Enviudó de don Ruy, su marido, cinco años antes de morir, en 1662.
Vargas, Inés de, marquesa viuda de Siete Iglesias. Dama principal de Cáceres y señora de la Oliva. Se casó con Rodrigo de Calderón, un antiguo paje del cardenal duque de Lerma, caballero de Santiago y comendador de Ocaña; conde de la Oliva en honor al señorío de doña Inés; capitán de la Guardia Alemana y por último secretario de Estado hasta que el rey Felipe III enfermó y Olivares aconsejó a su sucesor, Felipe IV, acometer en su contra. Doña Inés estaba en Valladolid junto a su marido e hijos cuando vinieron a apresarle y confiscarle todos sus bienes, dejándola en la miseria más absoluta. El 21 de octubre de 1621, don Rodrigo fue degollado en la plaza Mayor de Madrid. Desde entonces, su viuda junto a sus hijos se acogería a la caridad de la duquesa del Infantado.