Los Reyes Mayúridas fueron cuatro y, si a una dinastía debe Eben ser una nación y un reino, es a la suya precisamente. Y, sin embargo, ninguno de ellos tuvo hambre de tierras o de riquezas; ninguno tuvo hijos o formó familia; ninguno de ellos soñó con glorias terrenales ni galopó tras laureles de conquista. Su más preciada posesión fue también la más valiosa para el reino: saber ver, tras el velo borroso de las formas exteriores, el alma naciente de un pueblo. Los cuatro mayúridas fueron sus comadronas gloriosas. Tomaron el nombre de Mayúr, verdadero padre de Brahmo, y todo lo que se diga de ellos es poco. Sí… Se critica muchas veces la idealización en la Historia. Y ¿qué es esta, al fin y al cabo, cuando no consiste en un mero postizo romántico, sino poner de relieve las posibilidades más elevadas, últimas, ideales, del acontecimiento o del sujeto histórico examinados? Y si el Alma, como principio divino, como suprema verdad de algo, es la máxima posibilidad de ese algo cuando se manifiesta en el Tiempo y la Historia, ¿qué otra cosa podría ser la idealización por parte del historiador sino el fruto de su capacidad para descubrir el Alma de un momento histórico dado?
Leb Imôl-Merkhu, Crónica de los Reyes Mayúridas