Séptima escena

Las cortinas están abiertas y sobre una mesa hay una tarta y flores para celebrar un cumpleaños.

Stella está terminando de poner los adornos cuando entra Stanley.

STANLEY: ¿A qué viene tanta cosa?

STELLA: Es el cumpleaños de Blanche, cariño.

STANLEY: ¿Está en casa?

STELLA: Está en el baño.

STANLEY (remedando a Blanche): ¿«Lavando unas cosillas»?

STELLA: Creo que sí.

STANLEY: ¿Y cuánto tiempo lleva ahí metida?

STELLA: Toda la tarde.

STANLEY (remedando a Blanche): ¿«Dándose un baño caliente»?

STELLA: Sí.

STANLEY: Estamos ni más ni menos que a treinta y cinco grados y ella se da un baño de agua caliente.

STELLA: Dice que así se queda como nueva para toda la tarde.

STANLEY: Y tú habrás salido a comprarle más Coca-cola, supongo. ¿Y se la habrás servido en el baño a Su Majestad? (Stella se encoge de hombros.) Ven aquí un momento.

STELLA: Stanley, tengo cosas que hacer.

STANLEY: ¡Siéntate! Tengo calada a tu hermanita mayor, Stella.

STELLA: Stanley, deja de meterte con Blanche.

STANLEY: ¡Esa mujer dice que yo soy vulgar!

STELLA: Últimamente has hecho todo lo que has sabido por caerle mal, Stanley, y Blanche es sensible. Tienes que darte cuenta de que Blanche y yo crecimos en un ambiente muy distinto al tuyo.

STANLEY: Eso me han dicho. ¡Y dicho y dicho y dicho! ¿Sabes que nos ha querido colar un montón de mentiras?

STELLA: No, no lo sé, y…

STANLEY: Pues, sí, eso ha hecho. Pero ya se ha descubierto el pastel. ¡Me he enterado de algunas cosas!

STELLA: ¿Qué cosas?

STANLEY: Cosas que ya sospechaba y de las que ahora tengo pruebas de fuentes muy fiables, ¡y que he comprobado personalmente!

(Blanche se pone a canturrear en el baño una almibarada canción popular que sirve de contrapunto al discurso de Stanley.)

STELLA (a Stanley): ¡Baja la voz!

STANLEY: ¡Menudo canario!

STELLA: Y ahora, por favor, dime tranquilamente qué es lo que crees que has averiguado de mi hermana.

STANLEY: Mentira número uno: ¡todos esos remilgos tan fingidos! No tienes ni idea del rollo que le ha largado a Mitch. El pobre se cree que lo más que ha hecho con los tíos ha sido besarse. Pero la hermanita Blanche no es ninguna mosquita muerta. ¡Ja! ¡Menuda mosquita muerta!

STELLA: ¿Qué te han dicho y quién te lo ha dicho?

STANLEY: El proveedor de la fábrica lleva muchos años yendo a Laurel y lo sabe todo de ella y todo el mundo en Laurel lo sabe todo de ella. En Laurel es más famosa que el presidente de Estados Unidos, sólo que nadie la respeta. El proveedor duerme en un hotel que se llama Flamingo.

BLANCHE (cantando alegremente): «Di que es una luna de papel, y que navega por un mar de oropel… Pero no sería una ilusión, ¡si tú creyeras en mi amor!».

STELLA: ¿Qué pasa con el Flamingo?

STANLEY: Que también ella dormía allí.

STELLA: Mi hermana vivía en Belle Reve.

STANLEY: ¡Después de que la casa se le hubiera escurrido de sus blanquísimos dedos! ¡Se mudó al Flamingo! ¡Un hotel de segunda que tiene la ventaja de no inmiscuirse en la vida privada de las personalidades que en él se alojan! ¡El Flamingo está acostumbrado a toda clase de fregados, pero incluso los de recepción alucinaron con madame Blanche! ¡En realidad, estaban tan alucinados con madame Blanche que le pidieron que devolviera la llave de su habitación! Lo cual ocurrió un par de semanas antes de que se presentara aquí.

BLANCHE (cantando): «¡En un mundo de magia y fantasía, falso como una bella utopía …

Pero no sería una ilusión, si tú creyeras en mi amor!».

STELLA: ¡Qué… embustes tan despreciables!

STANLEY: Sí, claro. Ya me sabía yo que te ibas a poner furiosa. ¡Te tiene tan engañada como a Mitch!

STELLA: ¡Es pura invención! ¡No hay una sola palabra de cierto en lo que me has contado y si yo fuera un hombre y ese canalla se hubiera atrevido a inventarse una cosa así en mi presencia…!

BLANCHE (cantando): «¡Sin tu amor, es como esa triste canción. Sin tu amor, nada tiene ningún valor!».

STANLEY: ¡Nena, acabo de decirte que he comprobado mis fuentes! Pero aún no he terminado. ¡El problema es que madame Blanche no pudo seguir haciendo su numerito en Laurel! ¡La calan a la segunda o tercera cita y salen escaldados, y entonces ella se lanza a por otro: el mismo cuento, el mismo numerito, la misma chorrada! ¡Pero Laurel es demasiado pequeño y ya no tragaban! Fue pasando el tiempo y tu hermanita se convirtió en todo un personaje ¡que en todo se parecía a una completa chiflada!

(Stella retrocede.)

Llevan uno o dos años huyendo de ella como de la peste. Por eso ha venido aquí a pasar el verano. Visitando a la realeza, montando su numerito… ¡porque el alcalde estaba deseando echarla de la ciudad! ¿Sabías que cerca de Laurel hay un cuartel y que la casa de tu hermana era uno de los lugares «prohibidos»?

BLANCHE: «Di que es una luna de papel, y que navega por un mar de oropel… Pero no sería una ilusión, ¡si tú creyeras en mi amor!».

STANLEY: Y luego va de chica refinada y tan especial… Lo cual nos lleva a la mentira número dos.

STELLA: ¡No quiero oír nada más!

STANLEY: ¡No va a volver al colegio! ¡En realidad, apostaría lo que fuera a que ni siquiera tenía pensado volver a Laurel! ¡No tiene una baja temporal por ninguna crisis nerviosa! ¡No, señor, de eso nada! ¡La echaron del colegio antes de que terminara el trimestre… y odio decirte por qué! ¡Se lió con un chico de diecisiete años!

BLANCHE: «¡En un mundo de magia y fantasía, falso como una bella utopía!…».

(Se oye el agua del baño y grititos y risas, como si un niño chapoteara en la bañera.)

STELLA: ¡Todo esto… me da asco!

STANLEY: El padre del chico se enteró y se puso en contacto con el jefe de estudios. ¡Oh, Dios, cómo me habría gustado estar en ese despacho el día que le echaron la bronca a madame Blanche! ¡Cómo me habría gustado verla retorcerse para salir de una así! ¡Pero es que la tenían bien pillada y ella tenía muy claro que el baile había terminado! Le dijeron que sería conveniente que se marchara con viento fresco. ¡Sí, fue casi como si la expulsaran por ordenanza municipal!

(Se abre la puerta del baño y Blanche asoma la cabeza. Lleva el pelo envuelto en una toalla.)

BLANCHE: ¡Stella!

STELLA (débilmente): Dime, Blanche.

BLANCHE: Dame otra toalla para secarme el pelo. Acabo de lavármelo.

STELLA: Sí, Blanche. (Aturdida, va de la cocina a la puerta del baño con una toalla en la mano.)

BLANCHE: ¿Qué ocurre, cariño?

STELLA: ¿Qué ocurre?

BLANCHE: ¡Pones una cara muy rara!

STELLA: Oh… (Intenta reírse.) ¡Supongo que estoy algo cansada!

BLANCHE: ¿Por qué no te das un baño? Yo salgo ahora mismo.

STANLEY (desde la cocina): ¿Para cuándo es ese ahora mismo?

BLANCHE: ¡Dentro de poco! ¡Un poco de paciencia!

STANLEY: ¡Toda la que tú quieras, pero yo no aguanto más! (Blanche cierra de un portazo. Stanley se ríe con acritud. Stella vuelve despacio a la cocina.)

STANLEY: Bueno, ¿qué te parece lo que acabo de contarte?

STELLA: Me parece que no me creo lo que acabas de contarme y me parece que vuestro proveedor es un mezquino y un miserable por haberte dicho lo que haya dicho. Es posible que una parte de lo que me has contado sea verdad. Mi hermana hace cosas que no me parecen bien, cosas que en casa hicieron mucho daño. ¡Siempre ha sido muy frívola!

STANLEY: ¡Frívola!

STELLA: Pero cuando era joven, muy joven, se casó con un chico que escribía poesía… Era muy guapo. ¡Yo creo que Blanche no sólo le quería: adoraba el suelo que pisaba! Le adoraba y casi le parecía demasiado delicado para ser humano. Pero entonces se enteró…

STANLEY: ¿Se enteró de qué?

STELLA: De que su guapísimo y sensible marido era un degenerado. ¿Y tu proveedor? ¿No te ha dado ese dato?

STANLEY: Sólo hemos hablado de la historia reciente. Eso tuvo que pasar hace mucho.

STELLA: Sí… hace mucho tiempo…

(Stanley se acerca y la coge por los hombros con bastante suavidad. Ella se retira también suavemente y empieza, ausente, a colocar velas rosas en la tarta de cumpleaños.)

STANLEY: ¿Cuántas velas vas a poner?

STELLA: Sólo veinticinco.

STANLEY: ¿Va a venir algún invitado?

STELLA: Le hemos dicho a Mitch que se pase a tomar tarta y helado.

(Stanley parece algo incómodo. Enciende un cigarrillo que está acabando de fumar.)

STANLEY: No creo que venga.

(Stella deja de poner velas y se da la vuelta despacio para mirar a Stanley.)

STELLA: ¿Cómo que no?

STANLEY: Mitch es amigo mío. Estuvimos en la misma compañía, la primera del cuarenta y dos de ingenieros. Trabajamos en la misma fábrica y estamos en el mismo equipo de bolos. ¿Crees que podría mirarle a la cara si…?

STELLA: Stanley Kowalski, ¿le has dicho lo que ese…?

STANLEY: ¡Por supuesto que se lo he dicho! ¡Me remordería la conciencia lo que me queda de vida…! ¡Saber todo eso y dejar que mi mejor amigo cayera en la trampa!

STELLA: ¿Va a cortar con ella?

STANLEY: ¿Qué harías tú?

STELLA: ¡Te he preguntado si va a cortar con ella!

(Vuelve a oírse la voz de Blanche, serena y sonora como una campana. Canta: «Pero no sería una ilusión, ¡si tú creyeras en mi amor!».)

STANLEY: ¡No sé si va a cortar con ella…! ¡Sólo se lo está pensando!

STELLA: Stanley, Blanche piensa que Mitch quiere casarse con ella. Y yo también lo pensaba.

STANLEY: Bueno, pues no va a casarse con ella. Puede que fuera a hacerlo, pero no piensa meterse en un estanque lleno de tiburones… ¡Ya no! (Se levanta.) ¡Blanche! ¡Vamos, Blanche! ¿Puedo, por favor, entrar en mi baño? (Pausa.)

BLANCHE: ¡Sí, por supuesto, caballero! ¿Puede esperar un momento a que me seque?

STANLEY: Después de estar esperando una hora supongo que un momento pasará muy deprisa.

STELLA: ¿Y Blanche se ha quedado sin trabajo? ¿Y entonces qué va a hacer?

STANLEY: El martes se marcha. Lo sabías, ¿verdad? Para asegurarme le he comprado el billete, ¡un billete de autocar!

STELLA: Para empezar, Blanche no va a subir a ningún autocar.

STANLEY: Va a subirse a un autocar y tan contenta.

STELLA: ¡No, Stanley, no va a subir a ningún autocar!

STANLEY: ¡Se va a marchar y punto! ¡P. D.: se va a marchar el martes!

STELLA (lentamente): ¿Y qué va a hacer? Por el amor de Dios, ¿qué va a hacer?

STANLEY: Tiene un buen futuro por delante.

STELLA: ¿Qué quieres decir?

(Blanche canta.)

STANLEY: ¡Eh, canario flauta! ¡Tesoro! ¡FUERA de ese BAÑO!

(La puerta del cuarto de baño se abre y Blanche sale con una risotada alegre, pero, cuando se cruza con Stanley, aparece en su rostro una mirada de temor, casi de pánico. Stanley no la mira y cierra el baño de un portazo.)

BLANCHE (cogiendo un cepillo): ¡Oh, qué bien me siento después de darme un baño caliente! ¡Bien y descansada y como nueva!

STELLA (desde la cocina, con pesadumbre y vacilación): ¡Qué bien!

BLANCHE (cepillándose el pelo con energía): ¡Sí, estoy como nueva! (Da un golpecito en una copa.) ¡Un baño caliente y una bebida fría y tengo una perspectiva completamente distinta de la vida! (Mira a Stella a través de las cortinas y, despacio, deja de cepillarse.) ¿Qué ha pasado? Dime qué ha pasado.

STELLA (girándose rápidamente): ¿Qué? No, no ha pasado nada.

BLANCHE: ¡Mentira! ¡Dime qué ha pasado!

(Mira a Stella con terror. Stella finge estar ocupada poniendo la mesa. El distante piano inicia una melodía frenética.)