Quinta escena

Blanche está sentada en el dormitorio abanicándose con una hoja de palma mientras lee una carta que acaba de terminar. De repente se echa a reír. Stella se está vistiendo.

STELLA: ¿De qué te ríes, cariño?

BLANCHE: ¡De mí misma, de mí misma! ¡Por ser tan mentirosa! Le estoy escribiendo una carta a Shep. (Coge la carta.) «Querido Shep, estoy pasando el verano subida en un avión, haciendo visitas aquí y allá y, ¿quién sabe?, puede que decida bajar en picado cuando pase por Dallas. ¿Qué te parecería? ¡Ja. Ja! (Se ríe nerviosamente y con alegría, tocándose el cuello como si estuviera hablando con Shep.) Como dicen por ahí, quien avisa no es traidor.» ¿Qué tal suena?

STELLA: Pues…

BLANCHE: (prosigue, nerviosa): «La mayoría de mis amigas pasan el verano en el norte, pero algunas tienen casa en el Golfo, así que hemos tenido una ronda continua de fiestas, tés, cócteles y comidas…».

(Se oye alboroto en el piso de los Hubbell.)

STELLA: Me parece que a Eunice le pasa algo con Steve.

(Eunice grita con terrible furia.)

EUNICE: ¡Me he enterado de lo tuyo con esa rubia!

STEVE: ¡Eso es una puta mentira!

EUNICE: ¡No intentes ponerme una venda en los ojos! No me importaría si cuando fueses al Cuatro Doses te quedases abajo, pero siempre te subes al piso de arriba.

STEVE: ¿Quién me ha visto subir arriba?

EUNICE: Yo te he visto persiguiéndola en el balcón. ¡Voy a llamar a la patrulla antivicio!

STEVE: ¡No me vengas con ésas!

EUNICE (a voz en grito): ¡Me has pegado! ¡Voy a llamar a la policía!

(Se oye el golpe de un objeto metálico contra una pared seguido del rugido furioso de un hombre y ruido de muebles que caen al suelo. Se oye un ruido violento y luego un relativo silencio.)

BLANCHE: (con alegría): ¿La ha matado?

(Eunice aparece en la escalera con aspecto de estar poseída por un demonio.)

STELLA: ¡No! Está bajando la escalera.

EUNICE: ¡Llamo a la policía! ¡Voy a llamar a la policía! (Sale apresuradamente por la esquina.)

(Stella y Blanche se ríen, divertidas. Stanley aparece por la esquina. Lleva la camisa de seda verde y escarlata que se puso al ir a la bolera. Sube la escalera trotando y entra precipitadamente en la cocina. Blanche se percata de su entrada con gestos nerviosos.)

STANLEY: ¿Qué le pasa a Eunice?

STELLA: Se ha peleado con Steve. ¿Iba a la policía?

STANLEY: No, está tomándose algo.

STELLA: ¡Mucho más práctico!

(Steve baja tocándose un chichón de la frente y se asoma por la puerta.)

STEVE: ¿Está aquí?

STANLEY: No, no. En el Cuatro Doses.

STEVE: ¡Ese pedazo asquerosa! (Mira hacia la esquina con cierta timidez, a continuación se da la vuelta con afectado descaro y corre tras su esposa.)

BLANCHE: Tengo que anotar eso en mi cuaderno. Mira, tengo un cuaderno en el que recojo términos y expresiones de por aquí.

STANLEY: No recogerás aquí nada que no hayas oído ya.

BLANCHE: ¿Te apuesto algo a que sí?

STANLEY: Puedes apostar hasta quinientos dólares.

BLANCHE: Eso es mucho dinero. (Stanley abre el cajón de la cómoda, lo cierra y tira los zapatos en una esquina. Con cada ruido, Blanche se estremece levemente. Por fin habla.) ¿De qué signo eres?

STANLEY (mientras se viste): ¿Signo?

BLANCHE: Signo del zodíaco. Seguro que eres Aries. Los Aries tienen carácter y son dinámicos. ¡Les gusta el ruido! ¡Les encanta armar jaleo! Debes de haber armado mucho jaleo en el Ejército y, ahora que te has licenciado, ¡lo compensas tratando con furia los objetos inanimados!

(Stella ha estado revolviendo el armario durante la escena. Ahora asoma la cabeza tras una de sus puertas abiertas.)

STELLA: Stanley nació cinco minutos después de Navidad.

BLANCHE: ¡Capricornio, la cabra!

STANLEY: ¿De qué signo eres tú?

BLANCHE: Pues mi cumpleaños es el mes que viene, el quince de septiembre. Soy Virgo.

STANLEY: ¿Cómo que Virgo?

BLANCHE: Virgo es la Virgen.

STANLEY (con desprecio): ¡Ja! (Avanza un poco mientras se anuda la corbata.) Oye, ¿conoces a un hombre que se apellida Shaw?

(El semblante de Blanche expresa un leve estupor. Coge el frasco de colonia y humedece su pañuelo al tiempo que responde con tranquilidad.)

BLANCHE: Bueno, todo el mundo conoce a un hombre que se apellida Shaw.

STANLEY: Pues este hombre que se apellida Shaw tiene la sensación de que te conoce de Laurel, pero supongo que debe de confundirte con otra persona, porque esa otra persona a quien él conoce la conoce de un hotel llamado Flamingo.

(Blanche suelta una risa entrecortada mientras se lleva el pañuelo empapado de colonia a las sienes.)

BLANCHE: Me temo que me confunde con «esa otra persona». ¡El Hotel Flamingo no es de esos lugares en los que yo me atrevería a dejarme ver!

STANLEY: ¿Lo conoces?

BLANCHE: Sí, lo he visto y lo he olido.

STANLEY: Habrás tenido que acercarte mucho si lo has olido.

BLANCHE: El perfume barato tiene un olor muy penetrante.

STANLEY: Y tú te pones del caro.

BLANCHE: ¡Veinticinco dólares la onza! Casi no me queda. Es una pista, ¡por si quieres regalarme algo por mi cumpleaños! (Habla con ligereza, pero hay en su voz una nota de miedo.)

STANLEY: Shaw debe de haberte confundido con otra. Va mucho por Laurel, así que podrá aclarar cualquier error.

(Da media vuelta y se acerca a las cortinas. Blanche cierra los ojos como si fuera a desmayarse. Le tiembla la mano al llevarse, una vez más, el pañuelo a la frente.)

(Steve y Eunice vuelven por la esquina. Steve lleva por el hombro a Eunice, que solloza ruidosamente mientras él susurra palabras de amor. Se oye un rumor de truenos mientras suben la escalera lentamente, abrazados.)

STANLEY (a Stella): ¡Te espero en el Cuatro Doses!

STELLA: ¡Eh! ¿No me merezco un beso?

STANLEY: Delante de tu hermana no.

(Sale. Blanche se levanta de la silla. Parece más débil, mira a su alrededor con una expresión cercana al pánico.)

BLANCHE: ¡Stella! ¿Has oído decir algo de mí?

STELLA: ¿Eh?

BLANCHE: ¿Qué te ha contado la gente de mí?

STELLA: ¿Contarme?

BLANCHE: ¿No has oído ningún cotilleo desagradable sobre mí?

STELLA: Pues no, Blanche, ¡claro que no!

BLANCHE: Cariño, en Laurel decían muchas cosas.

STELLA: ¿De ti, Blanche?

BLANCHE: No he sido demasiado buena los últimos dos años o así, después de que Belle Reve empezara a escurrírseme entre los dedos.

STELLA: Todos hacemos cosas que…

BLANCHE: Yo nunca he sido bastante fuerte ni autosuficiente. Cuando las personas son sensibles… las personas sensibles tienen que brillar, tienen que vestirse con colores suaves, los colores de las alas de las mariposas, y poner una lámpara de papel sobre la luz… No basta con ser sensible. Hay que ser sensible y atractiva. Y yo… ¡me estoy apagando! No sé por cuánto tiempo podré seguir haciendo el milagro.

(La tarde ha dejado paso al crepúsculo. Stella entra en el dormitorio y enciende la lámpara de papel. Lleva una botella de refresco.)

BLANCHE: ¿Me estabas escuchando?

STELLA: ¡Cuando estás tan abatida no te escucho! (Avanza con la botella de Coca-cola.)

BLANCHE (que, de pronto, se pone más alegre): ¿Es para mí esa Coca-cola?

STELLA: ¡Para ti y nada más que para ti!

BLANCHE: Pero ¡qué bonita eres, qué bonita! ¿Es sólo Coca-cola?

STELLA (volviéndose): ¿Quieres decir que quieres un lingotazo?

BLANCHE: Bueno, cariño, ¡un lingotazo no la va a estropear! ¡Déjame! ¡No hace falta que me esperes!

STELLA: Me gusta esperarte, Blanche. Me recuerda a cuando estábamos en casa. (Se dirige a la cocina, coge un vaso y echa un poco de whisky.)

BLANCHE: Tengo que admitir que me encanta que me esperen…

(Corre al dormitorio. Stella se acerca a ella con el vaso. De pronto, Blanche coge la mano libre de Stella con un gemido y se la lleva a los labios. A Stella esta demostración tan emotiva le resulta un poco embarazosa. Cuando habla, Blanche lo hace con un nudo en la garganta:)

¡Eres, eres demasiado buena conmigo! Y yo…

STELLA: Blanche.

BLANCHE: Lo sé y no lo voy a hacer. ¡Sé que odias que me ponga sentimental! Pero, cariño, ¡créeme que siento las cosas más de lo que pueda decir! ¡No me quedaré mucho tiempo! No me quedaré, lo prometo…

STELLA: ¡Blanche!

BLANCHE (histérica): ¡No me quedaré, te lo prometo, me iré! ¡De verdad que sí! No voy a quedarme hasta que él me eche.

STELLA: ¿Puedes dejar de decir tonterías?

BLANCHE: Sí, cariño. Cuidado con la… ¡Se está saliendo!

(Blanche se echa a reír histéricamente y coge el vaso, pero le tiembla tanto la mano que está a punto de caérsele. Stella echa la Coca-cola en el vaso. La espuma rebosa y se derrama. Blanche lanza un chillido muy penetrante.)

STELLA (conmovida por el grito): ¡Dios mío!

BLANCHE: ¡Justo en mi preciosa blusa blanca!

STELLA: Oh… toma mi pañuelo. Sécalo con cuidado.

BLANCHE (recobrándose lentamente): Lo sé… con cuidado… con cuidado…

STELLA: ¿Ha quedado mancha?

BLANCHE: Nada. ¡Ja, ja! ¡Qué suerte! (Se sienta temblando, tomando un generoso trago. Coge el vaso con ambas manos y sigue riéndose un poco.)

STELLA: ¿Por qué has gritado de esa manera?

BLANCHE: ¡No sé por qué he gritado! (Y prosigue, nerviosa:) Mitch… Mitch viene a las siete. Supongo que, simplemente, me pone nerviosa nuestra relación. (Sigue hablando apresuradamente, sin tomar aliento.) No ha conseguido más que un beso de buenas noches, es lo único que le he dado, Stella. Quiero que me respete. Y a los hombres no les gusta lo que pueden conseguir con facilidad. Pero, por otro lado, pierden el interés rápidamente. Sobre todo cuando la chica pasa de los… treinta. Piensan que con más de treinta una chica tendría que estar… el término vulgar es «fuera de circulación»… Y yo, no estoy «fuera de circulación». Por supuesto, él no lo sabe. No le he… no le he dicho cuántos años tengo.

STELLA: ¿Por qué te preocupa tanto tu edad?

BLANCHE: Por los duros reveses que se ha llevado mi vanidad. Lo que estoy diciendo es que… él cree que soy muy recatada, ¡ya sabes! (Se ríe ruidosamente.) Quiero engañarle lo suficiente para conseguir… gustarle…

STELLA: Blanche, ¿a ti te gusta?

BLANCHE: ¡Yo lo que quiero es descansar! ¡Quiero volver a respirar tranquila! ¡Sí, Mitch me gusta… mucho! ¡Piénsalo! ¡Si ocurriera! Yo podría quedarme a vivir aquí y no ser un estorbo para nadie…

(Stanley aparece por la esquina con una bebida sujeta con el cinturón.)

STANLEY (a voz en grito): ¡Eh, Steve! ¡Eh, Eunice! ¡Eh, Stella!

(Desde arriba llega la alegre respuesta de Steve y Eunice. Desde la esquina llegan las alegres notas de la trompeta y la batería.)

STELLA (besando impulsivamente a Blanche): ¡Ocurrirá!

BLANCHE (vacilante): ¿Tú crees?

STELLA: ¡Ocurrirá! (Se acerca a la cocina y mira a Blanche girando la cabeza.) Ocurrirá, cariño, ocurrirá… Pero ¡no bebas más! (Baja la voz al dirigirse a la puerta para recibir a su marido.)

(Blanche se hunde débilmente en su silla con su copa. Eunice grita con alegría y baja la escalera corriendo. Steve la sigue a brincos y con grititos que parecen balidos de cabra y la atrapa al llegar a la esquina. Stanley y Stella los siguen riendo y cogidos por la cintura.)

(El crepúsculo discurre hacia la noche. La música de los Cuatro Doses es lenta y triste.)

BLANCHE: Pobre de mí, pobre de mí, pobre de mí…

(Cierra los ojos y la hoja de palma con la que se abanica se le cae de las manos. Golpea el brazo del sillón con la mano abierta dos veces. El edificio se ilumina con el débil resplandor de algún relámpago lejano.)

(Un joven llega por la calle y toca el timbre.)

BLANCHE: Adelante.

(El Joven entra a través de las cortinas de la puerta de la calle. Blanche lo mira con interés.)

BLANCHE: Bueno, bueno, ¿qué puedo hacer por ti?

JOVEN: Recojo suscripciones para La estrella de la tarde.

BLANCHE: No sabía que se pudiera estar suscrito a las estrellas.

JOVEN: Es un periódico.

BLANCHE: Lo sé. Era una broma. ¿Te apetece tomar algo?

JOVEN: No, señora. No, gracias. No puedo beber mientras trabajo.

BLANCHE: Ah, bueno. Vamos a ver… ¡No, no tengo un céntimo! No soy la señora de la casa. Soy su hermana, de Mississippi. Soy uno de esos parientes pobres que todo el mundo tiene.

JOVEN: No se preocupe, ya me pasaré más tarde. (Empieza a irse. Blanche se acerca un poco.)

BLANCHE: ¡Eh! (El Joven se vuelve tímidamente. Blanche coloca un cigarrillo en una boquilla larga.) ¿Puedes darme fuego? (Va hacia él. Se encuentran en la puerta que separa las dos estancias.)

JOVEN: Claro. (Saca un mechero.) No siempre funciona.

BLANCHE: ¿Tiene carácter? (El mechero prende.) ¡Ah, gracias! (El Joven vuelve a dar media vuelta para marcharse.) ¡Eh! (El Joven se vuelve otra vez, todavía más desconcertado. Blanche se acerca a él.) ¿Qué hora es?

JOVEN: Las siete menos cuarto, señora.

BLANCHE: ¿Tan tarde? ¿No te encantan estas largas tardes de lluvia de Nueva Orleans en las que una hora no es sólo una hora sino un trocito de eternidad caído en tus manos… y quién sabe lo que se puede hacer con él? (Toca los hombros del Joven.) ¿Tú… no te has mojado con la lluvia?

JOVEN: No, señora. Me he puesto a cubierto.

BLANCHE: ¿En un bar? ¿Y te has tomado un refresco?

JOVEN: Pues sí.

BLANCHE: ¿De chocolate?

JOVEN: No, señora, de cereza.

BLANCHE (riéndose): ¡De cereza!

JOVEN: Un refresco de cereza.

BLANCHE: Se me hace la boca agua. (Le toca la mejilla levemente y sonríe. A continuación se acerca al baúl.)

JOVEN: Bueno, tengo que irme…

BLANCHE (deteniéndole): ¡Joven!

(El Joven se vuelve. Blanche coge un sedoso fular del baúl y se lo pone alrededor de los hombros.)

(En la pausa que se produce a continuación se oye el «piano de los blues», que continúa tocando el resto de la escena y durante el inicio de la siguiente. El Joven se aclara la garganta y mira hacia la puerta con evidentes ganas de irse.)

¡Joven! ¡Joven, joven, joven! ¿Te han dicho alguna vez que pareces un príncipe salido de las Mil y una noches?

(El Joven se ríe, incómodo, y permanece de pie como un niño vergonzoso. Blanche le habla suavemente:)

Pues, sí, corderito. Ven aquí. Quiero darte un beso, sólo uno. Un beso dulce y suave en la boca.

(Sin esperar a que el Joven acepte, Blanche se acerca rápidamente a él y le besa.)

¡Y ahora vete, rápido! Sería precioso que te quedaras, pero tengo que ser buena y apartar mis manos de los niños.

(El Joven la mira a los ojos un instante. Blanche abre la puerta y le tira un beso mientras el chico baja la escalera con mirada de perplejidad. Blanche se queda junto a la puerta con mirada de ensoñación después de que el Joven haya desaparecido. Entonces, en la esquina, aparece Mitch con un ramo de rosas.)

(Alegremente.) ¡Mira quién viene por ahí! ¡Mi Caballero de la Rosa! ¡Hazme una reverencia… y ahora dámelas! Ahhhh… Merciiii!

(Blanche mira a Mitch por encima del ramo, apretando las flores coquetamente contra sus labios. Mitch la mira con timidez y un brillo en los ojos.)