Kolberg, la gran superproducción nazi

Lo que el viento se llevó fue la primera superproducción de Hollywood, un género que viviría su época dorada en la década de los cincuenta. Un metraje extenso, un argumento épico, decorados espectaculares o cantidades ingentes de extras eran los ingredientes que convertían una película en un auténtico monumento cinematográfico, destinado a apabullar al espectador.

Tal como hemos visto al principio del capítulo, Hitler se quedó vivamente impresionado por la película, y animó a Goebbels a que el cine alemán demostrase que era capaz de rivalizar con el norteamericano. En 1941, Joseph Goebbels decidió dar la réplica al film protagonizado por Clark Gable con otra superproducción, ambientada también en el siglo XIX, pero en este caso en el periodo de las guerras napoleónicas. Su título sería Kolberg, y relataría la resistencia de los habitantes de esta ciudad de Pomerania ante el sitio al que le sometió Napoleón en 1807.

Para poner en marcha el ambicioso proyecto, Goebbels movilizó a los mejores profesionales con los que contaba; el director Veit Harlan y el guionista Artur Braun. Según el ministro de Propaganda, Kolberg "debía constituir un gran espectáculo, un canto a la resistencia ciudadana, bello y elocuente como Lo que el viento se llevó".

Paradójicamente, la idea de rodar esta película sobre la resistencia ante la adversidad había surgido en un momento en el que la Wehrmacht contaba sus campañas por victorias y el frente civil se hallaba seguro y confiado en el resultado de la guerra. Sin embargo, los trabajos preliminares —que incluían detallados estudios históricos— se alargaron tanto en el tiempo que cuando se hizo el encargo oficial, el 1 de junio de 1943, el signo de la guerra ya había cambiado.

En el momento en el que Goebbels dio luz verde definitiva al proyecto, la llamada a la resistencia ciudadana comenzaba a adquirir sentido; el Ejército alemán se lamía las heridas de la derrota en Stalingrado y las fuerzas de Rommel habían sido evacuadas de África del Norte, mientras que las ciudades y los centros industriales del Reich habían soportado ya el impacto de 16 millones de toneladas de bombas.

El rodaje, para el que se utilizó película de color, comenzó en noviembre de 1943 y los planes de producción preveían que duraría un año. El director contó con un presupuesto inicial de cerca de nueve millones de marcos y con todos los recursos que era capaz de aportar la industria cinematográfica germana para acometer el gigantesco proyecto. Se recreó la ciudad de Kolberg tal como era a principios del siglo XIX con toneladas de madera y cartón piedra, se confeccionó un millar de uniformes militares de la época y se movilizaron más de seis mil caballos. El encargado de componer la banda sonora sería Norbert Schultze, el creador de la celebérrima canción Lili Marleen. Se llegó también a desviar un río para simular una inundación.

Pero el dato más increíble es que, en un momento en el que la Wehrmacht hacía aguas en todos los frentes y el aporte de soldados era más necesario que nunca, un total de 187.000 hombres fueron retirados del frente para participar en el proyecto como figurantes.

Si la película impulsada por Goebbels pretendía ser el reflejo de una epopeya, lo realmente épico fue el proceso de rodaje. Aunque en el frente escaseaban las armas y la munición, las fábricas de armamento tenían la orden de dar prioridad a la fabricación de las armas que debían aparecer en la cinta. También tenían prioridad los vagones de ferrocarril que debían transportar las miles de toneladas de sal necesarias para simular los paisajes nevados de la película, puesto que esas escenas invernales se rodaron en el verano de 1944.


Cartel de la película alemana Kolberg, estrenada el 30 de enero de 1945. Esta superproducción en color, un empeño personal de Goebbels, contó con todos los medios disponibles de la industria cinematográfica germana, con el fin de rivalizar con Lo que el viento se llevó.

Pero las escenas que recreaban las batallas sufrían continuos retrasos, al no llegar los trajes necesarios para vestir a los miles de extras que debían participar en ellas. A Goebbels, que hablaba telefónicamente a diario con el director, se le acababa la paciencia, por lo que Harlan ordenó que se tiñeran los uniformes de los soldados y que cada uno improvisara el resto de elementos con papel higiénico.

Pese a las prisas impuestas por Goebbels, este no hacía más que interferir en el desarrollo del rodaje. Imponía cambios en el guión para adaptarlo a la situación política y militar del momento, incorporando consignas dirigidas a los espectadores como "Mejor perecer entre los escombros de la ciudad que entregarnos al enemigo". Incluso llegó a redactar él mismo varios diálogos, incluyendo frases hechas de carácter claramente nacionalsocialista que ponía en boca de los personajes.

Una vez terminada la película, a Goebbels no le gustaron algunas secuencias que mostraban la ciudad de Kolberg reducida a escombros. Para que esta visión no afectase a la moral de los espectadores, el ministro decidió suprimir esas escenas, que habían costado dos millones de marcos.

Finalmente, la fecha del estreno quedaría fijada para el 30 de enero de 1945, en unos momentos en los que las tropas aliadas habían penetrado ya en las fronteras del Reich, tanto en el Este como en el Oeste, y la derrota germana parecía inevitable. Probablemente, ni tan siquiera Goebbels confiaba en poder dar la vuelta al signo de la guerra, por lo que el estreno de Kolberg, más que estimular la resistencia del pueblo alemán, debía contener su mensaje a la posteridad.

Pero, al igual que el Tercer Reich en su conjunto, lo que estaba destinado a ser una grandiosa ópera wagneriana acabó convirtiéndose en una ópera bufa, que movería a la hilaridad o a la compasión si no fuera por el trágico rastro de sangre que dejó tras él. Así pues, como colofón a su colosal proyecto, Goebbels decidió que la película se estrenase en el fuerte sitiado de La Rochelle, un enclave francés en la costa atlántica en donde resistía aún una guarnición alemana, pese a encontrarse totalmente rodeada por tropas aliadas.

En una sala de cine medio derruida de la ciudad, los soldados germanos asistieron al estreno de Kolberg. Lo más sorprendente era el modo como los rollos de la película habían llegado hasta esa aislada posición; habían sido lanzadas en paracaídas. Aunque desconocemos la auténtica reacción de los soldados ante la película, la valoración oficial indicó que "tras verla, prometieron emular allí la lucha histórica y no ser menos que ellos en su perseverancia y su iniciativa".

El costoso testamento cinematográfico de Goebbels no pudo ser visto más que por los soldados de algunas otras guarniciones a las que también logró hacer llegar la cinta, los funcionarios de su ministerio y por los valientes ciudadanos que salieron durante unas horas de sus refugios antiaéreos para acudir a los escasos cines en donde se proyectó, al encontrarse la mayor parte de ellos en ruinas.

No obstante, al público alemán se le ocultaría la noticia de que la ciudad de Kolberg había caído en poder de los soviéticos, que habían procedido a su completa destrucción, un hecho que coincidió con la breve permanencia de la película en la cartelera.

La superproducción que debía competir con Lo que el viento se llevó tuvo que conformarse con ser proyectada con el sonido de fondo de las bombas que caían incesantemente sobre Alemania. La historia de Kolberg se convertía así en una patética metáfora del Tercer Reich; un faraónico proyecto sumido en las trágicas ruinas de su propia irracionalidad.