Los gremlins, esos seres fantásticos que alcanzaron la fama gracias a la película dirigida en 1984 por Joe Dante y que gozan de gran aceptación entre el público infantil, nacieron durante la Segunda Guerra Mundial.
Al comienzo de la contienda, la entrada de acción de los aviones británicos tropezaba en muchas ocasiones con fallos mecánicos de difícil explicación. En los casos en los que nadie lograba averiguar el origen de la avería, el personal de la RAF comenzó a achacarlos a alguna extraña criatura que supuestamente vivía dentro de los motores del avión. Esta especie de duendes, que eran imaginariamente descritos como unos seres de pequeña estatura, muy poco agraciados, y que calzaban botas puntiagudas, fueron bautizados con el nombre de gremlins.
El término hizo fortuna. Más tarde hubo avistamientos de gremlins hembra, a los que se les llamó finellas, e incluso pequeñas crías de gremlin, que fueron conocidos como widgets.
El éxito de los gremlins fue incuestionable. El avión norteamericano B-17 con el que el general Eisenhower voló desde Inglaterra a Gibraltar el 6 de noviembre de 1942 para dirigir el desembarco aliado en el norte de Africa rendía un pequeño homenaje a estos repulsivos pero entrañables seres: se llamaba Red Gremlin (Gremlin Rojo). Curiosamente, el aviador que pilotaba este aparato, Paul Tibbets, era el mismo que a los mandos de otro avión, el Enola Gay, se encargaría de arrojar la bomba atómica sobre Hiroshima.