Las bromas de Mel Brooks

El nombre del actor, director y productor norteamericano Mel Brooks (1926- ) es, sin duda, sinónimo de comedia desmadrada, tal como lo atestiguan sus películas más conocidas, como El jovencito Frankenstein (Young Frankenstein, 1974) o Sillas de montar calientes (Blazing Saddles,1974).

Brooks, cuyo auténtico nombre era Melvin Kaminsky (su familia era de origen ruso), participó pese a su juventud en la Segunda Guerra Mundial. Su destino fue el Cuerpo de Ingenieros del Ejército estadounidense, en donde dio inmediatamente muestras de su comicididad; solía acudir a la radio del Ejército a parodiar los mensajes propagandísticos alemanes, cosechando un gran éxito entre sus oyentes.


Las dotes de comediante de Mel Brooks, que combatió en Europa, también se hicieron evidentes durante el conflicto. El cineasta supo tomarse la contienda con buen humor.

Pero la anécdota más regocijante de las protagonizadas por este artista ocurrió en Francia, mientras las fuerzas aliadas trataban de abrirse paso entre las divisiones acorazadas alemanas, tras el desembarco en Normandía.

En compañía de otros soldados, Brooks encontró un depósito de armas alemán. Para divertirse, comenzaron a probar las armas enemigas haciendo puntería contra los aislantes de cerámica de unos postes de teléfono.

Una hora más tarde, recibieron un mensaje urgente por radio en el que se les comunicaba que las líneas telefónicas habían sido supuestamente cortadas por algunos alemanes que habrían quedado tras las líneas de avance aliado y que debían iniciar la búsqueda y captura de los saboteadores. El cómico y sus compañeros comprendieron de inmediato que el sabotaje no era más que la consecuencia de su particular tiro al blanco…

Tras unas horas de descanso, se presentaron en el cuartel general anunciando que, tras una intensa batida, no habían podido encontrar a los alemanes responsables del sabotaje. A duras penas, Brooks y los demás pudieron mantener la seriedad cuando presentaban el informe ante sus superiores.