Un Oscar muy austero

Desde que el 16 de mayo de 1929 se entregaron por primera vez los Premios al Mérito de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas en el Hotel Roosevelt de Hollywood, todos los amantes del séptimo artes tienen una cita anual con estos galardones, conocidos popularmente como los Oscars.

El archiconocido trofeo que premia a las personalidades más destacadas del mundo del cine representa un guerrero que sostiene una espada, apoyada sobre un rollo de película. Inicialmente, las estatuillas eran de bronce bañado en oro, aunque contenían pequeñas cantidades de cobre, antimonio y níquel.

Así fue hasta que en 1942, una vez que Estados Unidos había entrado ya en la guerra, se decidió cambiar el material con el que estaban fabricadas. Teniendo en cuenta la escasez de metales, ya que éstos debían emplearse casi en su totalidad para la industria de guerra, Hollywood quiso dar ejemplo de austeridad y decidió que los trofeos estuvieran hechos de yeso recubierto con una capa de pintura dorada.


El Oscar representa un guerrero que sostiene una espada, apoyada sobre un rollo de película. Inicialmente, las estatuillas eran de bronce bañado en oro, aunque contenían pequeñas cantidades de cobre, antimonio y níquel. En la actualidad están fabricados con britanium, una aleación de cobre y estaño, y está bañado en oro.

De todos modos, los afortunados con estos modestos galardones no debían de preocuparse, ya que junto a su estatuilla de yeso recibieron el firme compromiso de que, una vez acabada la contienda, podrían canjearlos por un Oscar auténtico[43], una promesa que la Academia cumplió en 1945.