Edward G. Robinson, amenazado

En 1939 se rodó en Estados Unidos Confesiones de un espía nazi (Confessions of a Nazi Spy), dirigida por Anatole Litvak. Aunque el valor cinematográfico del film es discutible, el hecho de que la cinta reflejase por primera vez la esencia criminal del régimen de Hitler ya es suficiente para destacar su importancia. La película, protagonizada por Edward G. Robinson (1893-1973), alcanzó un moderado éxito en las pantallas norteamericanas.

El ministerio de Propaganda nazi, con Goebbels a la cabeza, comprendió de inmediato el daño que la cinta podía hacer a la imagen del Tercer Reich que Berlín pretendía transmitir a los países neutrales. Como no era posible impedir la distribución de la película en las pantallas de todo el mundo, las autoridades germanas lo intentaron de una manera desesperada; a través de las respectivas embajadas en Suiza, los alemanes hicieron llegar a Washington su enfado con la película, y amenazaron con tomar represalias contra todos y cada uno de los que habían participado en la producción, incluyendo los actores, una vez que Alemania hubiera ganado la guerra.

Naturalmente, Hollywood ignoró estas amenazas y continuó con la producción de películas en las que se reflejaban la tiranía que los nazis estaban implantando en el continente europeo y que pretendían extender a todo el mundo.