Para cualquier soldado, el permanecer despierto y atento era vital en algunos momentos. Si se quería permanecer con vida en el frente, en ocasiones era necesario vencer al sueño, al hambre y al cansancio para responder a algún ataque.
Las autoridades militares norteamericanas estudiaron las ayudas que podían ofrecer a los soldados para aumentar su resistencia. La encontraron en una sustancia sintética que había sido descubierta en 1887, pero que hasta 1920 no se habían señalado sus efectos estimuladores del sistema nervioso central. Bajo el nombre comercial de Bencedrina entró en la práctica médica, aunque casi de inmediato comenzó a venderse en el mercado negro.
Durante la Segunda Guerra Mundial, se decidió proporcionar esta sustancia masivamente a las tropas norteamericanas. De este modo, los soldados podían aumentar de manera instantánea el grado de alerta y su iniciativa, lograban disminuir la sensación de fatiga, mejoraban el ánimo, la confianza y la habilidad para concentrarse. Las sensaciones físicas se completaban con pérdida de apetito, aceleración del ritmo cardíaco, elevación de la presión sanguínea y dilatación de pupilas. Sorprendentemente, a partir de pruebas psicométricas, se demostró que el coeficiente de inteligencia aumentaba una media de ocho puntos.
No obstante, estos efectos que podían ser bienvenidos en unos momentos en el que el grado de atención debía ser máximo, se veían contrarrestados por los numerosos efectos secundarios. Las dosis altas de Bencedrina provocaban depresión mental y fatiga, así como náuseas, sudoración, dolores de cabeza y visión borrosa. El uso prolongado podía ocasionar desnutrición, problemas cardíacos y pulmonares, así como insuficiencia renal y hepática. También se corría el peligro de sufrir la denominada psicosis anfetamínica, que conduce a la comisión de actos irracionales y a sufrir episodios de violencia repentina, acompañados de paranoia y delirios.
Los soldados alemanes que participaron en la guerra relámpago contaban con este pequeño aliado, el Pervitin. Eran tabletas de anfetaminas que les daba una mayor resistencia al sueño y al cansancio. Su uso fue restringido cuando se comprobó que provocaban adicción.
Los motoristas germanos que participaron en la campaña de Polonia fueron los primeros a los que se les distribuyeron tabletas de Pervitin. Poco después tuvieron acceso a ellas el resto de las tropas alemanas.
Al parecer, los peligros asociados al consumo de amfetaminas no eran advertidos a las tropas, que recurrían asiduamente a estas sustancias. Se ha calculado que la cantidad de Bencedrina que se suministró a los soldados norteamericanos destacados en Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial ascendió a la increíble cantidad de 180 millones de píldoras.
Por su parte, los alemanes también recurrieron a este tipo de sustancias para paliar las afecciones provocadas por la tensión y el cansancio. En este caso se trataba del Pervitin, compuesto de anfetamina pura, que había sido creado por la empresa farmaceútica Temmler en 1938. El médico militar Otto Ranke, de la Academia de Medicina del Ejército, ensayó esta sustancia en un centenar de estudiantes universitarios; sus conclusiones le decidieron a recomendar su uso en el Ejército.
Durante la invasión de Polonia, se comenzaron a distribuir las pastillas entre los soldados conductores de motocicleta. Tras comprobar los resultados, se decidió el reparto indiscriminado entre las tropas. Al tomar estas pastillas, los soldados germanos, al igual que los norteamericanos, se liberaban de la paralizante sensación de cansancio y podían mantenerse despiertos durante más tiempo, posibilitando así los rápidos y constantes avances propios de la guerra relámpago.
Durante el corto periodo entre abril y julio de 1940, más de 35 millones de tabletas de Pervitin e Isophan (una versión ligeramente modificada, producida por la empresa farmaceútica Knoll) fueron enviadas a la Wehrmacht y a la Luftwaffe. Cada uno de estos comprimidos, en cuyo envoltorio tan solo indicaba "Estimulante", contenía tres miligramos de sustancia activa.
Al cabo de unos meses de consumo sin restricciones, los médicos militares comprobaron que los efectos del Pervitin disminuían con el tiempo y que era necesario aumentar las dosis, provocando los consiguientes problemas de salud. En julio de 1941 se declaró el Pervitin "sustancia de uso restringido", pero aún así un total de diez millones de tabletas fueron enviadas al frente.
El Pervitin fue especialmente apreciado por las tropas que tuvieron que enfrentarse al temible invierno ruso; en enero de 1942, medio centenar de soldados salvaron su vida gracias a él, al lograr culminar una larga marcha a 30º bajo cero en busca de un refugio. Sin este estimulante, esos soldados hubieran muerto congelados al desfallecer sobre la nieve.
Los soldados que sufrían dependencia del Pervitin vivían como una pesadilla el hecho de que se cortase el suministro de estas píldoras a su unidad, por lo que, en ocasiones, rogaban en sus cartas a sus familiares que consiguiesen tabletas y se las enviasen.
Paradójicamente, las autoridades alemanas castigaban con encarcelamiento el consumo de cocaína o de opiáceos de los soldados.