El temido golpe de calor

En las áreas tropicales, el intenso calor suponía un serio inconveniente para las tropas que debían combatir en estas regiones. Pero este problema se agravaba aún más si el soldado no se protegía adecuadamente en las horas de más calor o realizaba trabajos esforzados a pleno sol sin ingerir una cantidad adecuada de líquido.


No había posibilidad de escapar a las altas temperaturas del desierto, que podían llegar a provocar el temido golpe de calor. La única solución era sentarse con la cabeza cubierta y esperar pacientemente a que llegase la noche, como hacen estos soldados del Afrika Korps.

Los que sufrieron más los efectos del calor fueron los soldados destinados en el norte de Africa. Allí, al mediodía, las temperaturas oscilaban entre los 40 y 45 grados. La imposibilidad de encontrar una sombra llevaba a los hombres a buscar remedios desesperados; algunos cavaban un pequeño hoyo y se refugiaban en él, tapándose con alguna lona. Pero esta solución tan solo proporcionaba alivio durante unos pocos minutos, puesto que el suelo irradiaba también calor y el soldado acababa teniendo la sensación de que se encontraba en un baño turco. La mayoría optaban por sentarse en pantalón corto, cubrirse la cabeza y aprovechar alguna ligera brisa, esperando pacientemente la llegada de la noche, cuando la temperatura descendía hasta unos confortables 20 grados, lo que permitía dormir plácidamente.

La consecuencia más temida de este exceso de calor era la insolación o golpe de calor. Cuando esto ocurre, la temperatura corporal se eleva por encima de lo normal, llegando incluso a los 41 grados durante periodos de 10 a 15 minutos. Las señales de alarma son mareo, confusión y sudoración excesiva al principio, con posterior falta de sudor. En una segunda fase ya se da una desorientación grave, comportamiento extraño y aceleración del ritmo cardíaco con latido débil. Lo que al principio es un ligero dolor de cabeza puede convertirse en inconsciencia, llegando finalmente al coma.

Entre 1942 y 1943, entre el 15 y el 20 por ciento de los soldados destinados en estos escenarios sufrieron en alguna ocasión un transtorno de este tipo. En la gran mayoría de casos, los soldados superaban la crisis tomando abundante líquido y permaneciendo en un lugar fresco, pero dos de cada cien encontraban la muerte en uno de estos episodios.