"¡Prohibido toser!"

El mariscal Montgomery, durante la campaña del norte de Africa, estaba cansado de ser interrumpido por sus oficiales cuando, debido al polvo del desierto que flotaba en el aire, éstos tosían durante las reuniones.

El futuro vizconde de El Alamein acabó concediendo un minuto antes de que comenzase la conferencia para que los presentes tosiesen pero, una vez iniciada, a nadie se le permitía descongestionar la garganta. Si alguien sentía una necesidad perentoria de toser, tenía que salir de la sala de reuniones si no quería enfrentarse a una regañina del siempre susceptible Monty.