Un encendedor inmortal

El popular encencedor Zippo se convirtió en un elemento imprescindible del equipo de los soldados norteamericanos durante la contienda. En cuanto varios soldados se sentaban a descansar, aparecía alguna cajetilla de tabaco para compartir e, indefectiblemente, un Zippo preparado para encender uno a uno los cigarrillos.

Este utensilio, de diseño imperecedero, había sido creado por George G. Blaisdell en el año 1932, en Bradford, Pensilvania, aunque se cree que se basó en un encendedor austríaco similar. De forma rectangular y de metal ligero, es un encendedor resistente y de larga vida, puesto que es recargable y las piezas sometidas a desgaste pueden ser sustituidas.

El original nombre procede de la palabra zipper (cremallera). A Blaisdell le encantaba el sonido de esta palabra, por lo que a su invención le nombró Zippo. Se estima que se han producido acerca de 400 millones de encendedores Zippo y actualmente se producen 12 millones al año con más de un millar de modelos distintos.

Si la popularidad de este encendedor ha alcanzado semejantes cifras, se debe en buena parte a su expansión durante la Segunda Guerra Mundial; a los soldados aliados les fue entregado un encendedor Zippo como parte de los pertrechos de guerra, ya que la característica más llamativa de éstos es que no se apagan con el viento, a diferencia de otros tipos de encendedores. La manera de extinguir la llama es cerrando la tapa superior, agotándose así el oxígeno y produciendo, de paso, un sonido característico que contribuye también a cincelar la subyugante personalidad de este encendedor. Además, podía emplearse cualquier tipo de líquido inflamable para recargarlo, como gasolina, queroseno o incluso alguna bebida alcohólica de alta graduación.


Este encendedor Zippo pertenecía al capitán norteamericano J. R. Ralph, quien lo personalizó incrustando monedas francesas y tunecinas, una práctica habitual entre los soldados aliados.


Los alemanes no pudieron escapar a la fascinación por los encendedores Zippo, que obtenían de los soldados aliados capturados. Este raro ejemplar muestra uno en el que su poseedor incrustó una insignia nazi.

El modelo D XII fue el utilizado por los Aliados, el que hasta nuestros días es el más popular, pero éstos diferían de los empleados en la vida civil, puesto que todos ellos estaban pintados de color negro mate. El motivo era que el acabado brillante original que ofrecía el cromo o el níquel podía reflejar los rayos del sol y, por lo tanto, delatar la posición de su poseedor a un enemigo acechante.

La única excepción eran los utilizados por las tripulaciones de los tanques. Para poder distinguirlos en la penumbra del interior de los vehículos, los soldados solían pintarlos de un color claro.

Pero los soldados norteamericanos no solo empleaban sus Zippo para encenderse un cigarrillo. En los largos periodos de inactividad, se combatía el aburrimiento personalizando los encendedores; se incrustaban monedas o insignias, se escribía el nombre del propietario o se grababa cualquier dibujo, recuperando así el admirable "arte de trinchera" de la Primera Guerra Mundial.

Los soldados germanos tampoco pudieron escapar a la fascinación por los Zippo. Cuando se registraba el cadáver de un combatiente aliado o a un prisionero, su encendedor era el más preciado botín, del mismo modo que lo eran sus dagas de las SS o sus pistolas Luger para los Aliados. A su vez, los alemanes rivalizaban entre ellos en la afición por personalizarlos incrustrando esvásticas.

El corresponsal de guerra más famoso de la Segunda Guerra Mundial, el norteamericano Ernie Pyle, se haría eco de la pasión existente por ese humilde artilugio. En una de sus crónicas —que eran publicadas en cuatrocientos diarios y trescientas revistas— se refería a este fenómeno afirmando: "El encendedor Zippo tiene una gran demanda en el frente (…). Estoy convencido que el Zippo es el objeto más codiciado por nuestros soldados"[39].