Ardor guerrero

El alcohol ha cumplido un papel destacado en la historia militar. Desde la Antigüedad, los grandes generales procuraban siempre que a sus hombres no les faltase el vino. Tanto Julio César como Napoleón eran conscientes de la importancia que el vino tenía para las tropas; estaban convencidos de que la ingestión moderada de alcohol protegía de infecciones y aportaba vitaminas y minerales, imprescindibles para completar una alimentación irregular.

Otra virtud del alcohol era su capacidad para elevar la moral de los soldados; una insulsa comida de campaña podía convertirse en un banquete de contar simplemente con un vaso de vino.

Además, el alcohol se ha empleado a lo largo de toda la historia como estimulante del instinto guerrero en los momentos previos a entrar en combate, algo que también se dio durante la mayoría de conflictos armados del siglo XX.

En la Primera Guerra Mundial, los soldados franceses destinados en el frente solían disponer en sus trincheras de cajas de champán, cuyas botellas se abrían en los momentos en los que la moral flaqueaba más. También se realizaban envíos regulares de vino, con los utensilios necesarios para consumirlo caliente; los fatigados soldados agradecían esa bebida reconfortante, especialmente durante el invierno. Pero poco antes de los asaltos a la bayoneta, lo que recibían los franceses eran generosas cantidades de coñac —suponemos que de no muy buena calidad—, para acometer con más valor el asalto de las trincheras alemanas.

En la Segunda Guerra Mundial, a los soldados también se les proporcionaba alcohol con el objeto de elevar la moral. En los casos en los que no había posibilidad de disponer de él, la imaginación de los propios soldados se encargaba de solucionarlo. Este fue el caso de los soldados norteamericanos destinados en el durísimo frente birmano; allí encontraron la manera de destilar algunos frutos salvajes con los que se elaboraba una bebida denominada Bullfight Brandy (traducible como "coñac de corrida de toros"). La verdad es que ese brebaje convertía a los soldados norteamericanos en una horda arrolladora, capaz de producir efectos devastadores en la defensa enemiga. No obstante, parece ser que la clave del éxito del Bullfight Brandy no era su elevada proporción de alcohol, sino algún ingrediente secreto que se extraía de las plantas alucinógenas que crecen en la región.

Los soldados norteamericanos en el Pacífico elaboraban una bebida a la que llamaban swipe ("golpe fuerte") y que bebían a todas horas; un destilado de azúcar, fruta en conserva y pieles de patata. Las consecuencias de tomar demasiados tragos de swipe se superaban tras una larga siesta, pero los efectos de los licores que los destiladores ilegales filipinos vendían a los norteamericanos eran mucho más graves; al menos medio centenar de soldados murieron tras ingerir alcohol tóxico de procedencia incierta.

En Stalingrado, los soldados de la 284 División soviética encontraron a mediados de noviembre de 1942 en la ciudad en ruinas varias cisternas repletas de aguardiente. Tras dar buena cuenta de ellas, encontraron otra que, presumiblemente, contenía más licor. Una vez vacía, los que habían bebido de ella comenzaron a sentirse muy mal; esa cisterna contenía alcohol metílico. Cuatro soldados murieron y muchos otros se quedaron ciegos.

Algo similar les ocurrió a algunos soldados estadounidenses destinados en Europa, al beber también alcohol metílico, en este caso el que servía de combustible a las bombas volantes alemanas V-1 capturadas. Las estadísticas oficiales del Ejército norteamericano reflejan que durante el periodo comprendido entre octubre de 1944 y junio de 1945, en el teatro europeo hubo más muertes atribuidas al envenenamiento por alcohol que a enfermedades contagiosas.


Algunos soldados norteamericanos resultaron intoxicados al beberse el alcohol metílico que servía de combustible para las bombas volantes alemanas V-1. Según los datros estadísticos del Ejército norteamericano, entre octubre de 1944 y junio de 1945, en la guerra hubo más muertes atribuidas al envenenamiento por alcohol que a enfermedades contagiosas.

Las autoridades militares tomaron medidas para combatir el alcoholismo en el Ejército, pero limitándose únicamente a rebajar al 3,2% el contenido del alcohol en las cervezas suministrada a los campos de adiestramiento. La única consecuencia de esta medida fue que los soldados tuvieron que beber más cervezas para poder emborracharse…

En cambio, los oficiales destinados en Europa no debían enfrentarse a estas restricciones. En el cuartel general de Patton hizo furor un cóctel bautizado como "170" en honor del potente cañón alemán de 170 mm. Su receta era una mitad de champán por otra de coñac; es de suponer que su efecto en el estómago era similar al del impacto de uno de aquellos poryectiles.

Por su parte, los rusos iban siempre acompañados de buenas reservas de vodka, que no solo utilizaban antes de los combates para reunir ánimos, sino especialmente tras la ocupación de pueblos y ciudades, cuando se lanzaban al saqueo bajo los efectos del alcohol. En estos casos, los oficiales asumían que ya no podrían contar con sus hombres hasta bien avanzado el día siguiente, tras los demoledores efectos de la resaca.

Un caso en el que la ingesta desmedida de alcohol fue letal para las tropas soviéticas se produjo en noviembre de 1943. El 1º Cuerpo de Guardias de Caballería había logrado derrotar al 4º Ejército blindado alemán, en un combate producido cerca del río Dniéper, en Ucrania. Para festejar el triunfo, los soviéticos se bebieron todas las existencias de licor que poseían los oficiales germanos. Al día siguiente, tropas germanas llegaron al lugar y acabaron fácilmente con los rusos, que no pudieron ofrecer ninguna resistencia debido al deplorable estado en el que se encontraban.