El llamado correo basura, conocido en inglés como spam, se ha convertido en uno de los principales problemas a los que se deben enfrentar diariamente los usuarios de Internet. Este tipo de correo consiste en la recepción de mensajes publicitarios no solicitados que acaban colapsando la dirección electrónica de una persona.
Las molestias que provoca este abuso son enormes, especialmente para las empresas; se ha calculado que los gastos ocasionados por el tiempo utilizado para la eliminación de estos mensajes ascienden a unos 1.300 dólares anuales por empleado.
El lector se estará preguntando, y con razón, la relación existente entre este fenómeno reciente y la Segunda Guerra Mundial, cuando en aquella época ni tan siquiera había surgido el ordenador tal como hoy lo conocemos. La respuesta hay que buscarla en el curioso origen del término spam.
Para buena parte del mundo anglosajón y su área de influencia, spam ha sido, durante más de sesenta años, sinónimo de carne enlatada. Las primeras unidades de este producto fueron puestas a la venta por la empresa estadounidense Hormel en 1926, aunque con otro nombre comercial.
La idea de fabricar este innovador preparado cárnico listo para comer, que podía consumirse en frío o en caliente, fue idea de Jay Hormel, hijo del fundador de la empresa, George Hormel. En 1937, se decidió a producir estas latas a gran escala, por lo que se animó a buscar un nombre fácil de recordar; para ello se convocó un concurso público en el que se ofrecían cien dólares para el que propusiese el nombre más atractivo, resultando escogido el de Spam.
Según la empresa, este nombre no tenía ningún significado oculto. De este modo se defendía de las malintencionadas versiones que aseguraban que se trataba de unas siglas que describían el auténtico contenido de las latas, que iba desde la carne de rata a la de armadillo.
El bajo precio y su larga duración sin necesidad de refrigerarlo lo convirtieron unos años más tarde en la base de la comida de los soldados aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Los grandes consumidores fueron los norteamericanos, pero también los británicos e incluso los soviéticos, que llevaban en sus mochilas de combate esas latas de carne que les aportaban las proteínas necesarias para su dieta.
El Spam fue objeto de muchas bromas entre los soldados rusos, que le dieron el irónico nombre de "Segundo Frente"; el motivo era el retraso de los aliados en abrir un nuevo frente en Europa, lo que intentaban compensar con el envío masivo de comida. También la llamaban "Salchicha Roosevelt". Otro artículo procedente de la ayuda norteamericana, los huevos deshidratados, recibía un apodo, en este caso "Huevos de Roosevelt", porque, curiosamente, la ambivalencia obscena del significado de la palabra "huevo" (yaitsa) se da también en la lengua rusa.
El general Eisenhower, después de su paso por la Presidencia de Estados Unidos, envió una atenta carta a la empresa fabricante, recordando el importante papel del Spam en el conflicto, decisivo para alimentar a las tropas. Ike recordó con nostalgia que él mismo había compartido esas latas de carne con sus hombres.
La omnipresencia del Spam enlatado, no solo durante la guerra, sino en las décadas siguientes, explica probablemente la razón por la cual se bautizó así el correo no deseado en 1994[29]. En 2005, la fábrica, que mantiene un museo en Austin (Minnesota, USA), celebró la fabricación de su lata número cinco mil millones. Actualmente hay fábricas en Dinamarca, Filipinas y Corea.
Una lata de carne de la marca Spam. Estas latas, de bajo precio y de fácil conservación, alimentaron a las tropas aliadas en todo el mundo y aún hoy continúan presentes en el mercado. En el círculo superior, el creador del Spam, Jay Hormel.
De todos modos, aunque la distinción entre el spam electrónico y las latas de carne parece suficientemente clara, aún hay quien no sabe distinguirlas. En un debate celebrado en la Cámara de los Lores del Reino Unido, en el que se habló de la indeseable proliferación del spam en internet, hubo quien mostró su sorpresa ante esa afirmación, asegurando que, aunque no era de muy buena calidad, no veía necesario prohibir la venta de esas latas de carne de cerdo…