La extraña invasión de Timor

La isla de Timor, en el archipiélago indonesio, constituía un punto estratégico de primer orden. La isla estaba dividida en dos; la parte occidental, perteneciente a las Indias Orientales Holandesas y la oriental, que era colonia portuguesa desde 1596.

Su posición geográfica, cercana a la costa norte de Australia, le proporcionaba una gran importancia; en caso de ser ocupada por los japoneses, el continente australiano quedaría a su alcance.

En esos momentos, el país luso era neutral, pero no se podía descartar que entregase su colonia a los japoneses, tal como había sucedido con las posesiones francesas en Indochina. Tampoco existían garantías de que los soldados portugueses pudieran rechazar con éxito un desembarco nipón.

Para proteger la isla de un hipotético ataque japonés, tropas australianas —auxiliadas por soldados holandeses procedentes de la parte occidental de la isla— procedieron a ocupar el Timor portugués el 16 de diciembre de 1941.

Los valientes soldados aussies desembarcaron en una playa cercana a Dili y avanzaron hasta rodear el campo de aviación. Esperaban entrar en combate contra los soldados portugueses, pero nadie les salió a su encuentro. Desconfiando de esa inesperada quietud, los australianos llegaron hasta el edificio de la administración portuguesa con sus armas en ristre, esperando entablar combate en cualquier momento contra las, hasta ese momento, ausentes tropas locales.

Sin embargo, la sorpresa de los australianos fue mayúscula cuando un sudoroso funcionario portugués les abrió la puerta del edificio oficial, se quitó respetuosamente su sombrero tropical y les saludó diciendo "¡Good afternoon!", en un impecable inglés. Los invasores se quedaron mudos ante ese recibimiento tan poco hostil.

La explicación se la proporcionó el propio funcionario portugués; reveló que sus respectivos gobiernos habían alcanzado un acuerdo secreto por el que los australianos simularían una invasión de la colonia portuguesa para que esta no cayera en manos niponas. Como el gobierno de Lisboa no deseaba oficialmente poner a Timor en manos de los Aliados para no comprometer su neutralidad, había optado por esa fórmula tan poco ortodoxa.

Por su parte, las tropas australianas, que no habían sido advertidas del plan, no encajaron demasiado bien el no haber sido informados con antelación de la mascarada que iba a representarse teniéndoles a ellos como protagonistas.

De todos modos, las precauciones australianas no lograron su objetivo. Tan solo dos meses más tarde, el 20 de febrero de 1942, las tropas niponas invadieron Timor sin que australianos ni holandeses pudieran hacer algo por evitarlo. Los soldados aliados, junto a un buen número de nativos, pasaron así a convertirse en guerrilleros para hostigar a las fuerzas japonesas de ocupación. Esos combates, junto a las acciones de represalia ejectuadas por los soldados nipones, acabarían costando la vida de entre 40.000 y 70.000 timoreses.