Los militares confían en las guías turísticas

Durante la retirada del Cuerpo Expedicionario británico en dirección a las playas de Dunkerque, en mayo de 1940, quedó claro que el Ejército enviado por Churchill para socorrer a la amenazada Francia no estaba preparado para una intervención en el continente europeo.


Los mapas de carreteras de que disponía la Wehrmacht no solían ser muy precisos, por lo que era habitual que las unidades en marcha tuvieran que detenerse para preguntar a los naturales del país para poder llegar a su destino.

Un ejemplo de esta falta de previsión era el hecho de que los soldados no disponían de mapas de carreteras, por lo que se veían obligados a preguntar a los habitantes de la región, sufriendo los correspondientes retrasos. Los soldados pedían a sus superiores que les proporcionasen mapas, pero las peticiones quedaban siempre atascadas en la anquilosada burocracia militar.

Esta dificultad fue subsanada drásticamente por el mayor Cyril Barclay, que compró en una librería todas las guías de carreteras Michelin que tenían a la venta, pagándolas de su propio bolsillo, para que las tropas británicas pudieran encontrar así el mejor camino para llegar a Dunkerque. Curiosamente, cuando Barclay pidió posteriormente que le fuera reembolsado este gasto tan perenterorio, el Ejército británico le comunicó que no era posible, puesto que no existía ninguna partida destinada a la compra privada de mapas de carreteras, al corresponder al Ejército la misión de proveer de ellos a las tropas.

Algo parecido sucedió en el otro bando; la guerra relámpago en el oeste se hizo también con la ayuda de los mapas Michelin, pues los oficiales germanos confiaban en ellos para avanzar por las carreteras francesas. En este caso, Michelin se impuso a las guías alemanas Baedeker que, a falta de buenos mapas militares, eran las que solía utilizar la Wehrmacht. Por ejemplo, en marzo de 1938, al no disponer el Ejército alemán de mapas de carreteras actualizados de Austria, la entrada de las unidades blindadas germanas en este país se hizo siguiendo las indicaciones de los mapas Baedeker.

Estas veteranas guías, que incluían numerosas anotaciones de tipo turístico, venían siendo editadas sin interrupción desde 1829. Fueron creadas por Karl Baedeker (1801-1859) y eran los mapas de referencia en Alemania, del mismo modo que los Michelin lo eran en Francia.

Tras el fracaso de la Luftwaffe en la Batalla de Inglaterra, Goering intentó vengarse de aquella humillación. Trató de castigar el orgullo inglés destruyendo los edificios más emblemáticos de sus ciudades. Gracias a este plan se hicieron conocidos como Baedeker Raids, aquellos objetivos principales que eran los edificios y monumentos que la guía turística calificaba con tres estrellas. La operación se inició el 24 de junio de 1942 con una operación contra Exeter y se prolongó hasta junio, pero sus pobres resultados decepcionaron de nuevo a Hitler.

Por su parte, la Wehrmacht contaba ya con sus correspondientes mapas militares, pero acabó confiando en esas guías turísticas, que cubrían ampliamente las zonas que aparecían incompletas, especialmente en Europa Oriental. Para avanzar por las carreteras rusas, las columnas motorizadas germanas dejaron a un lado sus mapas y siguieron las indicaciones de las guías Baedeker.

La importancia de la información aportada por Baedeker no pasó desapercibida para los británicos; en 1943 bombardearon la sede central de la editorial, en Leipzig, destruyendo por completo la maquinaria de impresión. Lo más lamentable fue la pérdida de la práctica totalidad de sus valiosísimos archivos, que contenían información cartográfica detallada de toda Europa de más de un siglo de antigüedad.


En ocasiones, las indicaciones de carretera no eran suficientes para encontrar el camino correcto —en este caso a Lenigrado—. Las guías turísticas Baedeker —en la imagen la correspondiente a Rusia— fueron muy útiles a las tropas germanas para orientarse por las carreteras de la Unión Soviética.

Curiosamente, serían los Aliados los que volverían a utilizar estas guías. Durante los rápidos avances por Alemania de abril de 1945 tras haber cruzado el Rin, las unidades de vanguardia se encontraban en ocasiones con que, literalmente, se habían salido de los mapas que les habían proporcionado. En estos casos, cualquier plano de carreteras Baedeker, localizado en alguna librería que aún se mantuviera en pie, servía para seguir avanzando por territorio alemán sin temor a perder el rumbo.