Para los interesados en la Segunda Guerra Mundial, es ocioso presentar al que, probablemente, sea el militar alemán más célebre de la contienda. En efecto, el general Erwin Rommel —que alcanzó el grado de mariscal tras la toma de Tobruk—, era un auténtico maestro de la estrategia, que alcanzó sus mayores triunfos en el desierto norteafricano al mando del Afrika Korps. Rommel consiguió despertar admiración y reconocimiento tanto en las filas propias como en las adversarias; incluso Winston Churchill tuvo palabras elogiosas para él en el Parlamento británico.
Aunque los diferentes episodios de su vida son ampliamente conocidos, está menos difundido un hecho curioso que le afecta indirectamente: el Ejército polaco, al que se enfrentó en septiembre de 1939, contaba también con otro Rommel. En este caso se trataba del general Juliusz Rommel (1881-1967), que participó en la inútil defensa de Varsovia ante el incontenible avance de la Blitzkrieg alemana.
Las diferencias entre ambos militares, pese al coincidente apellido, fueron notables. Si el alemán demostró ser un genio en el campo de batalla, el Rommel polaco más bien evidenció lo contrario. La disposición que Juliusz Rommel estableció para sus tropas en la frontera germano-polaca, contraviniendo las recomendaciones de sus superiores, fue pésima, lo que facilitó una rápida maniobra envolvente de la Wehrmacht. El hecho de que en el momento más delicado Juliusz Rommel dejase el frente y se dirigiese a la capital, abandonando a sus hombres a su suerte, no contribuiría precisamente a elevar su prestigio.
Pero el momento de emergencia que vivía el Ejército polaco aconsejaba aplazar los castigos para mejor ocasión, por lo que este oscuro capítulo quedó aparcado y se decidió contar con él para defender Varsovia. Sin embargo, ante esta nueva oportunidad, las decisiones de Juliusz Rommel tampoco fueron afortunadas y fracasó en su misión de establecer una línea de defensa en el río Vístula y en la fortaleza de Modlin. Finalmente, en la práctica fue apartado de la dirección militar a favor de otros generales más competentes y su labor se limitaría desde entonces a rubricar los comunicados oficiales a la población de Varsovia hasta la firma de la capitulación, el 28 de septiembre de 1939.
Erwin Rommel y Juliusz Rommel. Uno se convirtió en el Zorro de Desierto y el otro sirvió en el Ejército polaco con poca fortuna. Ambos militares compartían el apellido pero se desconoce si estaban emparentados. Para algunos, existe un parecido físico que apuntaría en esta dirección.
El Rommel polaco pasó el resto de la guerra en un campo de concentración de prisioneros en territorio alemán, el Oflag VII-A Murnau. Al llegar la paz en 1945, no se solidarizó con sus antiguos compañeros de armas, que prefirieron permanecer en el exilio en protesta por la ocupación soviética de su país, y no dudó en regresar a Polonia. Esta decisión fue aprovechada por la propaganda comunista, que intentó presentarlo como un héroe de guerra, ocultando su desastrosa actuación durante la invasión alemana, especialmente el episodio de su supuesta deserción, que fue estrictamente censurado. Juliusz Rommel llego incluso a ser condecorado por las nuevas autoridades con la prestigiosa Cruz de la Virtud Militar. En 1947 se retiró del Ejército y se dedicó a escribir libros.
No hay duda de que las carreras de los dos Rommel no podían ser más dispares. Pero de lo que sí existe incertidumbre es sobre la posibilidad de que ambos militares estuvieran emparentados. Se desconoce si el mariscal alemán realizó algún tipo de averiguación o si se interesó por la suerte de su homónimo durante su cautiverio.
No hay que descartar la posibilidad de que compartiesen un tronco común, puesto que la región de la que procedía el Zorro del Desierto, Suabia, ha sido históricamente una zona pobre de la que han salido miles de familias desde hace siglos rumbo a otras áreas de Europa. Además, si consideramos que no es un apellido demasiado común, es muy posible que los dos Rommel estuvieran emparentados.
A favor de la tesis de la consanguineidad podría figurar el hecho de que un hermano de Juliusz Rommel, Karol, que también fue oficial en el Ejército polaco, consiguió una medalla de bronce en hípica en los Juegos Olímpicos de 1928, celebrados en Amsterdam. Teniendo en cuenta la disposición de Rommel para la práctica del deporte, cuyo vigor y resistencia física dejaba atrás a soldados mucho más jóvenes que él, se podría concluir que quizás compartían algo más que el apellido.