En el mundo actual, los científicos tratan a diario de obtener combustibles alternativos al petróleo, aunque los resultados no son muy esperanzadores. Sin embargo, esta labor de investigación ya se dio en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial.
La escasez de petróleo fue una rémora que lastró al Ejército germano a lo largo de toda la contienda. En 1939, Alemania dependía casi totalmente del petróleo sintético que se producía en el Reich, mediante la transformación del carbón extraido en la región de los Sudetes, muy apropiado para este cometido. A partir de 1940, con Rumanía convertida en un país satélite, la aportación de los pozos petrolíferos de Ploesti ayudó a cubrir las necesidades alemanas pero, aún así, la falta crónica de combustible supuso un problema casi irresoluble tanto en la campaña de Rusia como, sobre todo, en la del norte de Africa.
Curiosamente, mientras los panzer de Rommel se veían en muchas ocasiones forzados a permanecer inactivos cuando los barcos cisterna procedentes de Italia no llegaban con su preciado cargamento de gasolina, los alemanes tenían bajo sus pies, en Libia, enormes yacimientos de petróleo por descubrir.
La diferencia con los Aliados era abismal. Mientras que los alemanes controlaban el tres por ciento de la producción mundial de petróleo, los Aliados tenían en sus manos el noventa por ciento. Así pues, los científicos germanos recibieron el encargo de encontrar nuevos tipos de combustible con las materias primas con las que contaba el país. Estos trabajos lograron un relativo éxito; tras un minucioso estudio de la flora europea, se descubrió que las nueces se podían transformar químicamente en un combustible de buena calidad para tanques y camiones. Además, los residuos procedentes de este fruto seco podían ser empleados para alimentar el ganado.
Esos estudios concluyeron también que las bellotas, utilizadas tradicionalmente en la alimentación de los cerdos, producían un aceite que podía emplearse para propulsar vehículos. Del mismo modo, de los desperdicios de las abundantes uvas francesas se había logrado extraer un excelente aceite lubricante.
No obstante, los esfuerzos de estos hombres de ciencia no ayudaron a paliar la falta de combustible. Hubiera sido necesario emplear varios años en la puesta en marcha de esa innovadora industria de transformación, pero el tiempo ya jugaba en contra y no era posible apostar por soluciones a largo plazo.
El fracaso de la ofensiva sobre los pozos del Cáucaso en 1942 condenó a Alemania a depender del petróleo que llegaba desde Rumanía. Pero los intensos bombardeos aliados sobre estos pozos a lo largo de 1944 llevó progresivamente a los alemanes a consumir sus reservas hasta el agotamiento total.