Con la gasolina a cuestas

Aunque se suele creer que la suerte de una batalla depende de la táctica empleada, de la suma de fuerzas que cada bando puede poner en liza o de la cantidad de munición de la que cada uno dispone, en muchas ocasiones esta se tuerce para alguno de los contendientes debido a errores que parecen ajenos al desarrollo de los combates.

Un ejemplo lo protagonizó la fuerza mecanizada británica que acudió a defender a su aliado francés, tras el ataque de las tropas de Hitler en mayo de 1940. Aunque los tanques ingleses eran inferiores en calidad a los veloces panzer, ya rodados en la invasión de Polonia, la falta de mantenimiento y de piezas de repuesto hizo que tres de cada cuatro carros británicos tuvieran que ser abandonados por sus hombres.

En cuanto a los tanques franceses, ni tan siquiera hubo opción de saber si funcionaban correctamente; la mayoría de ellos se quedaron paralizados tras unas cinco horas de marcha, puesto que el sistema de repostaje era claramente defectuoso. Se había previsto que unos camiones cisterna acompañasen a los tanques para irles suministrando gasolina, pero si uno de los carros blindados perdía de vista a los vehículos de apoyo, lo más probable es que acabase siendo apartado en la cuneta, con su depósito vacío. Un ejemplo fue el de la 1ª División Acorazada francesa, que se quedó sin combustible en plena batalla del Mosa, siendo barrida por los tanques alemanes.

Por su parte, los panzer no tenían necesidad de ser acompañados por camiones de aprovisionamiento; cada uno transportaba consigo varios bidones de gasolina con los que iba abasteciendo el depósito, lo que les proporcionaba una mayor autonomía y más capacidad para tomar decisiones sobre la marcha, adaptándose mejor al desarrollo de los combates.

El detalle de que cada tanque germano cargase con su propia gasolina dejaba a las claras la distinta concepción que alemanes y franceses tenían del arma blindada. Mientras las fuerzas galas preveían que los tanques avanzasen a la vez que las lentas unidades de intendencia, los alemanes lanzaban a sus carros en veloz carrera, garantizándoles su autosuficiencia.

Curiosamente, el único militar francés que comprendió a la perfección la necesidad de emplear esta revolucionaria táctica sería Charles De Gaulle, pero sus recomendaciones serían totalmente ignoradas en su propio país.