Barcos de hormigón

Uno de los factores principales de la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial fue la potencia desplegada por la industria norteamericana, que hizo denodados esfuerzos para adaptar su producción a la nueva realidad de la guerra. Fruto de esta colaboración entusiasta de los grandes industriales fue posible la fabricación en cadena de aviones y barcos, tal como se venía haciendo con gran éxito con los automóviles.

Pero existía un riesgo que podía poner en peligro toda la industria de guerra; el desabastecimiento de materias primas. Aunque se intentó conjurar este peligro con una restricción de su uso civil, se estudiaron fórmulas sustitutorias para la construcción de barcos, que consumían grandes cantidades de hierro y acero; no obstante, el caso más espectacular se dio entre los británicos, que proyectaron un portaaviones de hielo, y cuyos primeros ensayos, realizados en un lago canadiense, mostraron la viabilidad del insólito buque, aunque finalmente no se construyó[22].

Los industriales norteamericanos, por tanto, pusieron a prueba su imaginación para lograr el máximo ahorro de materias primas.

Estos esfuerzos dieron su fruto; se ideó un barco de hormigón, que podía ser construido en muy pocos días y cuyo coste era mínimo.

Se llegaron a fabricar varios de estos barcos en la fase experimental, aunque ninguno de ellos llegó a ser utilizado. Posteriormente, al comprobar que la industria norteamericana no corría el riesgo de quedar desabastecida, el proyecto fue cancelado.

De aquellos barcos de hormigón tan solo queda uno en la actualidad, que se encuentra varado en una playa al sur de Santa Cruz, en California. Convertido en una atracción turística, está unido a tierra firme por un paseo de madera. Aunque el barco ha sufrido los efectos de todo tipo de tormentas, ha demostrado su fortaleza resistiendo a todas ellas, dejando constancia así de su solidez.