El 10 de noviembre de 1943, los marineros del destructor norteamericano USS Spence asistieron a una terrible escena que les ilustró dramáticamente sobre el fanatismo de los soldados japoneses a los que debían derrotar.
Mientras navegaban al sur de la isla de Bougainville, la tripulación divisó a lo lejos una precaria balsa a bordo de la cual iban cuatro soldados nipones. Al parecer, habían sobrevivido a algún naufragio. El Spence puso rumbo hacia ellos para rescatarlos de aquellas aguas infestadas de tiburones.
Cuando se encontraban a pocos metros, los nipones sorprendieron a los norteamericanos disparándoles con un fusil ametrallador. Al acabar con la munición, uno de ellos fue apuntando a cada uno de los restantes con su pistola y les fue disparando en la frente. Al final, él mismo se introdujo el arma en la boca y apretó el gatillo. Los cuerpos de los cuatro japoneses cayeron al agua, sirviendo rápidamente de pasto para los espectantes escualos.
Actitudes similares fueron moneda corriente durante toda la contienda. El llamado Código Bushido, por el que se regían los militares nipones, consideraba un gran deshonor caer prisionero, por lo que —según su mente fanatizada— era preferible quitarse la vida que caer en manos del enemigo. Los tripulantes del Spence pudieron comprobarlo con sus propios ojos.