Probablemente, el barco de guerra que ha tenido una vida más breve, pero a la vez más rica en acontecimientos, haya sido el acorazado británico Prince of Wales.
Este buque tan solo vivió doscientos días, pero tuvo un papel muy destacado en la Segunda Guerra Mundial. Aunque había sido botado en 1939, no entraría en servicio hasta el 31 de marzo de 1941, cuando su construcción quedó prácticamente finalizada[20]. Era considerado el orgullo de la Royal Navy británica; con una tripulación de 1.422 hombres, disponía de un total de 26 cañones, además de un blindaje que en algunas secciones del casco llegaba a casi 40 centímetros.
Su bautismo de fuego, en mayo de ese mismo año, no pudo tener enfrente un adversario más terrible, el acorazado de bolsillo Bismarck, que era a su vez uno de los máximos exponentes de la flota de guerra germana. Acabar con la amenaza del Bismarck era prioritario para la Royal Navy, por lo que el Prince of Wales fue enviado a su caza pese a que aún quedaban algunos detalles del barco por completar; de hecho, zarpó con trabajadores a bordo. El acoso al que le sometió el Prince of Wales, junto a otros buques —como el Rodney o el King George V—, acabó finalmente con el hundimiento del Bismarck, aunque el acorazado inglés también resultó dañado en el combate.
Su mayor momento de gloria —tras las oportunas reparaciones— llegaría poco después, en agosto de 1941, cuando tuvo el honor de trasladar al primer ministro Winston Churchill a través del Océano Atlántico para que llegase sano y salvo a Terranova, en donde le esperaba el presidente norteamericano, Franklin D. Roosevelt. A bordo del Prince of Wales, Churchill se sintió totalmente seguro mientras surcaba unas aguas en las que rondaban los submarinos alemanes; de hecho, el flemático premier empleó los días de navegación en leer novelas y visionar películas.
Pero, el 10 de diciembre de 1941, Churchill recibió una de las peores noticias de toda la guerra, tal como confesaría más tarde en sus memorias. Su apreciado Prince of Wales había sido hundido por los japoneses en la costa malaya. La Royal Navy, confiada en su incostestable poderío, había descuidado la defensa de un convoy del que también formaba parte el acorazado Repulse; aviones nipones con base en la península malaya atacaron y hundieron a los buques británicos casi sin oposición.
Desde entonces, el Prince of Wales descansa en su tumba marina[21]. Sin duda, el acorazado dejó en la historia naval el recuerdo de una vida corta, pero intensa.