La bolsa de papel que los pasajeros de un avión comercial pueden encontrar hoy día en el respaldo del asiento tiene su origen en la Segunda Guerra Mundial.
Los británicos comprobaron que los bruscos movimientos de los aviones destinados a lanzar paracaidistas cuando sobrevolaban territorio enemigo provocaban frecuentemente vómitos entre las tropas. Esto resultaba especialmente penoso para estos soldados, puesto que de inmediato debían saltar y, por lo tanto, algunos no llegaban con el uniforme o el equipo en las mejores condiciones.
Además, en muchas ocasiones el avión debía regresar de inmediato para recoger otro grupo de paracaidistas, y para éstos no resultaba demasiado agradable entrar en el aparato si en este eran evidentes las consecuencias de los mareos que habían sufrido los que les habían precedido.
Esto llevó en 1944 a la fabricación de unas bolsas de papel resistente para ser utilizadas por aquellos cuyo estómago no pudiera resistir los viajes accidentados. De este modo, los aviones regresaban limpios y los paracaidistas podían entrar en combate con su uniforme impecable.