Tras la derrota alemana circuló una anécdota, seguramente falsa, según la cual un médico había mandado publicar en uno de los diarios de Berlín occidental un anuncio que decía lo siguiente:
"El doctor Otto Kraus hace saber que no responde de las ideas políticas de su papagayo".
Aunque es improbable que este supuesto doctor Kraus sufriese algún tipo de represalia por culpa de su mascota, en la Rusia revolucionaria sí se dieron estos castigos por culpa de la locuacidad de algún loro. Los dueños de las aves que entonaban canciones o consignas zaristas eran ejecutados. Se dio incluso el esperpéntico caso de que los propios loros serían fusilados por ello.