En septiembre de 1944, una vez liberada Francia, los anglonorteamericanos creyeron haber encontrado la manera de terminar la guerra para Navidad. Pensaban conseguirlo con la puesta en marcha de la operación Market Garden[15].
El papel protagonista para esta arriesgada misión estaba reservado para las fuerzas paracaidistas. Su aportación fue decisiva para el éxito del desembarco en Normandía, y ahora se creía que también sería la clave para conseguir penetrar en la muralla defensiva que rodeaba Alemania.
Tanto los paracaidistas británicos como los norteamericanos estaban impacientes por entrar en combate. Desde que saltaron sobre territorio francés en la madrugada del Día-D, habían estado a punto de llevar a cabo nuevas misiones, pero siempre, en el último momento, las operaciones habían sido aplazadas o canceladas. Así, pese al riesgo que entrañaba verse de nuevo en acción, los hombres preferían saltar de nuevo a continuar padeciendo aquella tensión insoportable.
Paracaidistas aliados descienden sobre Holanda durante la Operación Market Garden, en septiembre de 1944. Una valerosa gallina llamada Myrtle formó parte del contingente aerotransportado.
Pero entre estas tropas había alguien ajeno a esta intranquilidad. Se trataba de Myrtle, una gallina de color rojizo que pertenecía al teniente Pat Glover, de la 4ª Brigada Paracaidista de la 1ª División Aerotransportada británica.
Pese a la cobardía que se le atribuye a este animal, Myrtle era en realidad un ave muy valiente. Había hecho, junto a su dueño, seis saltos de entrenamiento; al principio iba en una bolsa de lona cerrada con cremallera que Glover llevaba atada a su hombro izquierdo, pero progresivamente fue cubriendo los últimos metros de caída por sí misma. Primero fueron solo veinte metros, pero Glover acabó soltándola desde cien. Myrtle descendía batiendo las alas y graznando, y cuando llegaba a tierra esperaba pacientemente a que el teniente llegase para recogerla.
Myrtle era el orgullo no solo de su dueño sino de toda su unidad, lo que le supuso garnarse el honor de lucir en su cuello, sujetas con una banda elástica, las alas de paracaidista, de las que nunca se separaría.
Cuando a la 4ª Brigada llegó la noticia de que iban a saltar sobre Arnhem, tras las líneas alemanas, Glover decidió que Myrtle estaba preparada para efectuar el salto. Para evitar riesgos, en este caso la gallina realizaría todo el trayecto en el interior de la bolsa.
Los integrantes de la 4ª Brigada saltaron sobre Arnhem en la tarde del 18 de septiembre. Sus compatriotas, que habían saltado el día anterior, luchaban infructuosamente por tomar el puente sobre el Rin. Glover, mientras caía sobre la zona de lanzamiento, acariciaba la bolsa en donde se encontraba Myrtle. Muy pronto el teniente fijó su atención en el lugar en el que estaba previsto el descenso; pese a que les habían asegurado que en ese segundo día de la operación la zona se encontraría despejada y tranquila, en realidad se trataba de un auténtico infierno. La vegetación estaba ardiendo, había restos de aeroplanos destruidos, hombres desorientados corriendo por todas direcciones y se oía el incesante fuego de mortero y ametralladora prodecente de las posiciones germanas.
Glover tocó tierra, rodando con cuidado de no dañar a Myrtle y, seguidamente, la sacó de su bolsa, comprobando que se encontraba perfectamente. Pero nada podía distraer al teniente de su misión; el recibimiento de los alemanes estaba siendo devastador y muchos de sus hombres yacían en el suelo heridos o muertos. El teniente entregó la gallina a su asistente, el soldado Jose Scott y se limitó a decirle: "Cuídala bien".
De inmediato se dirigió a rescatar a uno de sus hombres que colgaba herido de un árbol, administrándole luego una dosis de morfina. Una vez reunidos todos los supervivientes de la 4ª Brigada, emprendieron el camino hacia el centro de Arnhem, en donde se encontraba el grueso de las tropas aerotransportadas británicas.
La lucha no bajaría de intensidad en los días siguientes. Los soldados británicos esperarían inútilmente que llegasen las columnas de blindados que avanzaban desde el sur. El perímetro defensivo aliado en torno a Anhem se fue reduciendo cada vez más, mientras que los alemanes, que gozaban de un aporte casi ilimitado de refuerzos, mantenían la presión sobre el cerco.
Durante la lucha, Glover y Scott no se separaron ni un momento de Myrtle, que permanecía protegida dentro de su bolsa. Pero el soldado asistente cometió un grave error; durante unos instantes, colocó la bolsa en la parte superior de la trinchera en la que en ese momento ambos se hallaban resguardados. Glover la agarró rápidamente, pero ya era tarde; Myrtle estaba muerta. Una bala le había alcanzado.
Durante la noche, enterraron a la gallina paracaidista en un bosquecillo, cerca de un seto. Scott, tan apenado como el teniente, pronunció el mejor epitafio: "Myrtle ha tenido coraje hasta el final". Glover alisó la tierra y se retiró, pero recordó un pequeño detalle; la había enterrado con sus alas de paracaidista. Pese a la pena que le provocaba la muerte de su valiente mascota, el teniente se sentía satisfecho de que hubiera sido inhumada como merecía, conservando los emblemas de su rango.