Toque de queda para perros y patos

Las actividades de la resistencia holandesa tras la invasión alemana de mayo de 1940 fueron constantes. Teniendo en cuenta la gran superioridad militar germana, los habitantes de los Países Bajos eran conscientes de que cualquier operación de fuerza destinada a atacar a las tropas ocupantes estaba condenada al fracaso.

Pese a que se produjeron algunas acciones armadas de sabotaje, la población optó mayoritariamente, tal como sucedió también en la ocupada Dinamarca, por emprender una batalla psicológica contra los alemanes.

Para ello se comenzaron a distribuir, desde los primeros días de la invasión, cartas en donde se exhortaba a la población a resistir pasivamente. Estas misivas fueron haciéndose cada vez más sofisticadas, convirtiéndose en auténticos periódicos[14]. Los ocupantes nazis enloquecían buscando el origen de estas publicaciones, pero era imposible dar con los impresores. Las máquinas se encontraban escondidas en sótanos y casas de campo y cambiaban contínuamente de emplazamiento.

Para frenar las ansias de libertad de los holandeses, se llegó en 1943 a la confiscación de todos los aparatos de radio, con el fin de evitar la escucha de las emisoras de los países aliados. Pero la represión tomaría también tintes trágicos, como la detención de 480 importantes personalidades del país, entre políticos, intelectuales o artistas, acusándoles de alterar el orden público, siendo buena parte de ellos ejecutados. En otra ocasión, la localidad de Putten sería arrasada y todos sus habitantes varones deportados a campos de concentración, en castigo por un ataque de la resistencia contra un vehículo alemán en el que un soldado había resultado herido.

Aún así, el pueblo holandés mantuvo su actitud desafiante, incluso en los pequeños detalles. A alguien se le ocurrió quitarse respetuosamente el sombrero cuando los semáforos se ponían en color ámbar o naranja, el color nacional de su país. Esta ocurrencia fue seguida mayoritariamente por la población, especialmente cuando había algún oficial germano por los alrededores.

Las llamadas a la resistencia civil y las consignas políticas enojaban a los alemanes, pero los editores de estos periódicos pronto descubrieron que lo que verdaderamente les enfurecía era cuando se les ridiculizaba. La gota que colmó el vaso de la paciencia alemana fue el titular que aparecía el 5 de junio de 1944 en la portada del Haarlemse Courant, en la que se aseguraba que el general de las SS Hans Rauter, harto de que en los trayectos de su vehículo oficial por la campiña holandesa se cruzasen los perros y los patos de los campesinos, había decidido ordenar un toque de queda para estos animales por "actividades anti-alemanas".

Aunque, desde el punto de vista actual, puede parecer una inofensiva ocurrencia, la verdad es que la originalidad de la noticia fue ampliamente celebrada por la población holandesa. Al general Rauter le sentó muy mal el atrevimiento y ordenó a todos sus hombres que no parasen hasta encontrar a los responsables y llevarlos ante su presencia.

Sin embargo, al día siguiente se vería obligado a paralizar la búsqueda, puesto que debía emplear sus fuerzas en un objetivo mucho más importante; impedir la invasión aliada que había comenzado esa misma mañana en las playas de Normandía.