Los vecinos de la localidad alemana de Friedburg tenían pensado, en cuanto acabase la guerra, erigir una estatua a Freda. Pero no se trataba de una diosa mítica o una heroína humana, ¡sino de un pato! Los habitantes de este pueblo tenían motivos para estar agradecidos al emplumado animal. Cuando Freda comenzaba a graznar, corriendo despavorida por la calle, todos los vecinos corrían a esconderse en los refugios subterráneos. A los pocos minutos, los aviones aliados sobrevolaban Friedburg dejando caer su carga de bombas.
Aunque resulte difícil de creer, el pato tenía una sensibilidad especial para detectar el zumbido de los aviones con mucha antelación, por lo que los vecinos confiaban plenamente en ella. Si la veían tranquila, sabían que no habría ningún ataque aéreo, pero si de repente se alteraba, no había duda de que no pasaría mucho tiempo hasta que los bombarderos apareciesen en el horizonte.
En Londres tuvieron conocimientos de esta curiosa historia en marzo de 1943, a través de un industrial suizo en visita a la capital británica, que había estado en Friedburg, siendo testigo allí de las cualidades de Freda. Según aseguró el suizo, la capacidad premonitoria del ánade había salvado cientos de vidas.