Es habitual escuchar historias sobre perros que fueron abandonados a muchos kilómetros de distancia del lugar de residencia de su dueño y que, tras muchas penalidades, lograron encontrar el camino de regreso a casa. Al menos, uno de estos extraordinarios casos se dio durante la Segunda Guerra Mundial.
En noviembre de 1942, mientras el Afrika Korps de Rommel se retiraba tras su derrota en El Alamein, un camión británico que se encontraba fuera de su ruta fue descubierto por una patrulla germana. Los soldados fueron hechos prisioneros, pero los alemanes no quisieron hacerse cargo de la mascota del grupo, que les acompañaba.
Se trataba de Sandy[12], un perro de raza mestiza que los ingleses habían adoptado unos meses antes, mientras merodeaba en busca de comida por el campamento, en Alejandría. Pese a los lastimeros aullidos de Sandy mientras los alemanes se llevaban prisioneros a sus amigos, y las súplicas de los ingleses que no querían separarse de él, los insensibles teutones lo abandonaron a su suerte, en la ardiente arena del desierto.
Llevado por su instinto, el perro caminó hacia el este, sufriendo las abrasadoras temperaturas del día y las gélidas horas nocturnas. Aunque Alejandría se encontraba a más de doscientos kilómetros de distancia, Sandy no desfalleció y logró llegar a la ciudad.
Su innato sentido de la orientación le llevó incluso a encontrar el camino al campamento entre las atestadas calles de Alejandría, siendo recibido con enorme alegría por los compañeros de los soldados que habían sido capturados, felices por el regreso de su fiel amigo.
El sargento mayor de la Compañía rindió el mejor homenaje a Sandy, al exclamar:
"Puede tener el aspecto de un perro callejero, pero lo que no hay duda es ¡que tiene las agallas de un auténtico bulldog inglés!".