Ciertamente, el único elefante que habitaba en el parque zoológico de la ciudad rusa de Leningrado, la actual San Petersburgo, no pudo considerarse un animal afortunado. La primera bomba que dispararon los alemanes sobre la ciudad fue a caer precisamente sobre él, muriendo en el acto.
De todos modos, la vida de este elefante no hubiera sido demasiado larga. El hambre calagurritana que azotó a los ciudadanos de Leningrado durante el sitio al que fueron sometidos por las tropas germanas hizo que todos los animales de la ciudad, incluidos los gatos o incluso las ratas, acabasen en los estómagos de sus hambrientos habitantes, por lo que, con toda seguridad, los días del paquidermo estaban contados.