Rembrandt, ¿un icono nazi?

Cuatro siglos después del nacimiento de Rembrandt (1606-1669), la vida y la obra de este pintor holandés universal retiene muy pocos secretos. No obstante, es poco conocido que los nazis, tras la ocupación de los Países Bajos, intentaron apoderarse de su figura, identificándola con su ideología.

Cuando los propagandistas nazis repararon en los cuadros pintados por Rembrandt, en los que destacaba especialmente su asombroso uso de las luces y sombras, encontraron en ellos imágenes capaces de ilustrar su mito de "sangre y tierra"; la idea de que aquellos con sangre alemana tenían un vínculo mayor con su tierra y un carácter superior.

Hitler y otros altos jerarcas nazis coleccionaron obras de Rembrandt, aunque en el pensamiento o en la historia personal del pintor no existía ningún elemento que pudiera identificarlo con los principios que, siglos más tarde, conformarían el nacionalsocialismo.

Cuando Hitler vio el cuadro titulado Hombre con un Casco Dorado, en ese momento atribuido a Rembrandt, el dictador aseguró que la pintura plasmaba a la perfección las cualidades heroicas que debía poseer el soldado germano. "Esto prueba que Rembrandt era un verdadero ario y alemán", afirmó el Führer sin sombra de duda.


El cuadro Caballero del casco dorado de Rembrandt, en el cual Hitler creía ver las cualidades que debía reunir un soldado alemán.

Así pues, con el fin de sumar la imagen del artista a la causa nazi, un autorretrato suyo aparecería en sellos holandeses emitidos durante la ocupación, se entregó un "Premio Rembrandt" a la contribución artística a la cultura nacionalsocialista, y se escribieron una ópera y una película sobre él. Los alemanes trataron incluso de instituir como Día Nacional de Holanda el día del nacimiento de Rembrandt, el 15 de julio, reemplazando así la festividad del aniversario de la reina.

Pero a los holandeses no les entusiasmó la idea de que los ocupantes de su país se apropiasen de la memoria de su compatriota para sus abyectos objetivos, por lo que hicieron todo lo posible para preservar el prestigio del genial artista, negándose a celebrar el Día Nacional en la fecha impuesta por los alemanes.

Tras la guerra, se eliminaron las huellas que había dejado la pretensión alemana de apoderarse de la figura del artista y esa campaña de los propagandistas nazis quedó rápidamente olvidada, rescatando así a Rembrandt de esa nefasta influencia que podía haber influido muy negativamente en la valoración de su obra[5].