¡Todos al teatro!

Curiosamente, la Segunda Guerra Mundial supuso un empuje para la promoción del teatro en Estados Unidos, al repartirse más de nueve millones de entradas gratuitas entre los soldados norteamericanos para asistir a representaciones teatrales.

Esta medida, destinada a amenizar el tiempo libre de los soldados cuando regresaban de permiso, sirvió para popularizar esta opción de ocio cultural; dos tercios de los soldados que se beneficiaron de la campaña no habían acudido nunca antes a un teatro.

La distribución de invitaciones para estos espectáculos no fue el único agasajo con el que se encontraron las tropas al volver a casa. Los soldados que tenían su domicilio en Nebraska se sorprendieron agradablemente al comprobar que en los bares y restaurantes de más de un centenar de localidades de este estado podían beber refrescos sin pagar ni un centavo. Pero la generosidad de sus habitantes no se limitaba a los naturales de Nebraska; los cientos de miles de soldados que cruzaban su territorio en ferrocarril también tenían derecho a beber gratis en las estaciones en las que se detenía el tren.

Otra campaña insólita fue la que se extendió por los pueblos de la América profunda, en la que los soldados que se encontraban de paso o que no tenían familiares en la zona eran acogidos por familias de adopción para comer los domingos.

Pero, probablemente, el ofrecimiento que despertaba más entusiasmo entre los soldados era el de las V-Girls o Victory-Girls (Chicas de la Victoria); grupos de jóvenes voluntarias que les acompañaban en sus momentos de diversión para que olvidasen por unas horas las privaciones del frente.