No hay duda de que el interés por todo lo que hace referencia a la Segunda Guerra Mundial es creciente. Aunque ya han pasado más de seis décadas desde su finalización, el conflicto de 1939-45 sigue estando muy presente entre nosotros; las revelaciones referidas a ese turbulento periodo histórico remueven regularmente la opinión pública, siendo habitualmente generadora de agrias polémicas. Lo que sucedió en aquellos seis años de sangre y fuego sigue proyectando su sombra siniestra ya entrados en el siglo XXI. En cierto modo, se percibe la sensación de que la humanidad no ha digerido aún aquella tragedia sin precedentes.
Por lo tanto, lejos de correr el peligro de verse relegada a los libros de historia, tal como ha sucedido con otros hechos del siglo XX, la Segunda Guerra Mundial despierta cada vez más curiosidad. Tan solo hay que comprobar el ingente material divulgativo que sobre ella nos ofrece nuestra sociedad de consumo. Después de todo, no se puede olvidar que esta oferta solo se produce si existe una demanda asentada.
En los últimos tiempos, en las salas cinematográficas se han podido contemplar auténticas obras maestras del cine bélico, a la vez que han abundado las series de televisión inspiradas en el conflicto, incluyendo brillantes documentales dramatizados. Por otro lado, el Día-D o las andanzas del Afrika Korps continuan siendo una apuesta segura para los creadores de juegos para ordenador o consola, mientras los coleccionistas de artículos relacionados con aquel enfrentamiento viven sus mejores momentos.
Naturalmente, el mundo editorial no ha permanecido al margen de este auténtico boom. El sector ha encontrado en la historiografía de la contienda un yacimiento de lectores dispuesto a recibir calurosamente todas las novedades bibliográficas centradas en la contienda. Esto ha provocado una avalancha de títulos que llega en ocasiones a abrumar al lector; pero, aún así, el interés del público no decae. Gracias a ello, se abre paso la demanda de textos especializados en aspectos concretos del conflicto, que antes se veían relegados al mundo universitario.
Es en este panorama en donde surge el libro que el lector tiene en este momento en sus manos. Las preguntas que, a buen seguro, se formulará son: ¿Qué novedad puede aportar? ¿No está ya todo dicho sobre la Segunda Guerra Mundial? Tales interrogantes son pertinentes, pero bastará leer estas páginas para salir de dudas. Los historiadores se han centrado casi exclusivamente en las campañas militares o las decisiones políticas, pero han dejado de lado esa pequeña historia que ofrece el lado más humano de la conflagración, es decir, esos episodios sin importancia aparente pero que reflejan la guerra en todas sus dimensiones.
Esta obra reúne un buen número de aquellas historias que, con toda seguridad, causarán sorpresa y asombro en los lectores.
Pero, de todos modos, el relato de estos sucesos insólitos no debe llamarnos a engaño sobre el carácter trágico de esta y de cualquier otra guerra. Aunque no es necesario insistir sobre el particular, pues confío plenamente en la madurez del lector, no se ha de interpretar esta obra como un intento de trivializar ese conflicto armado y los terribles crímenes que durante esos años se cometieron. El único objetivo de estas páginas es conocer la historia mejor y, al mismo tiempo, pasar un rato entretenido.
Por último, no era mi deseo incorporar un espacio de agradecimientos; considero un exceso los capítulos de este tipo que suelen aparecer en algunos libros, en los cuales el lector se tropieza con una retahíla inacabable de nombres desconocidos, que acostumbra a ser sorteada apresuradamente.
Pero, aún así, no quiero dejar pasar la oportunidad de dar las gracias a esos lectores anónimos que se han convertido en fieles y puntuales seguidores de mis trabajos. Un buen número de ellos se ha dado a conocer y he tenido la oportunidad de recibir sus críticas y sugerencias; ante la imposibilidad de nombrarlos personalmente, quisiera que estas líneas sirvan como agradecimiento a todos y cada uno de ellos.
Y dicho esto, solo me resta invitar al lector a disfrutar de este nuevo libro, para que compruebe que —espero que se me perdone esta provocadora afirmación—, la guerra también puede ser divertida…
Berlín, septiembre de 2006.