Capítulo VIII
Momentos de evasión
La dura vida en el frente proporcionaba, de vez en cuando, algún momento de distracción para compartir animadamente con los compañeros de armas. Aunque las autoridades militares eran partidarias de restringir el consumo de alcohol, para la mayoría de soldados esa era una vía rápida y sencilla para olvidar las penalidades que sufrían a diario, por lo que se las ingeniaban para obtenerlo de un modo u otro.
Pero no solo los soldados recurrían al alcohol en esos tiempos difíciles. Algunos estadistas, como Churchill o Stalin, tenían en él a un compañero inseparable, que les ayudaba a soportar la terrible tensión a la que estaban sometidos.
El tabaco cumplió a lo largo de la contienda un papel similar. Para muchos soldados, ajenos al daño que causa en la salud, el hecho de detenerse a fumar un cigarrillo les suponía olvidarse de la guerra por unos momentos. Igualmente, ofrecer un cigarrillo a un civil o a un prisionero enemigo representaba el gesto de amistad por excelencia. Y, por supuesto, los dirigentes tampoco podían escapar a los placeres del tabaco; ¿sería concebible la imagen de Churchill sin su inseparable puro?