El director Zheng me contó lo que sigue.
Su conexión con Rong Jinzhen había empezado a través de su abuelo materno. En el segundo año después de la revolución de Xinhái, su abuelo había conocido al viejo Lillie en el teatro y los dos habían trabado una buena amistad. Como el director Zheng había vivido de pequeño en casa de su abuelo materno, conocía al viejo Lillie desde niño. A la muerte del viejo, su abuelo lo había llevado a la Universidad N para asistir al funeral, y allí había conocido al joven Lillie. El director Zheng tenía entonces catorce años, estaba cursando el segundo año de la escuela secundaria y la belleza del campus universitario le produjo una profunda impresión. Cuando terminó los estudios secundarios, cogió sus calificaciones y se fue a ver al joven Lillie, para pedirle que le permitiera matricularse en el instituto de bachillerato adscrito a la Universidad N. Y así fue. Mientras estudiaba allí, su profesor de lengua, que era miembro del Partido Comunista, lo reclutó para la causa. Cuando estalló la guerra de resistencia contra Japón, alumno y profesor abandonaron el instituto y se marcharon a Yan’an. Aquel fue el principio de su larga carrera revolucionaria.
Podríamos decir que, en cuanto pisó la Universidad N, quedaron sentadas las bases para que su camino se cruzara con el de Rong Jinzhen. Pero, como él mismo dijo, la secuencia de acontecimientos que los llevó a encontrarse no se puso en marcha de inmediato. Pasaron quince años antes de que lo enviaran a la Universidad N en busca de nuevos talentos para la División de Criptografía de la Unidad 701. Al visitar al antiguo rector y hablar con él de su misión de encontrar a alguien con capacidad matemática, su anfitrión le recomendó a Rong Jinzhen. Fue una mera coincidencia.
—Aunque no podía revelarle al joven Lillie el tipo de trabajo que desempeñaría la persona que buscábamos, le expliqué con absoluta claridad los requisitos que debía cumplir. Por lo tanto, me llevé una agradable sorpresa cuando el anciano me habló de Rong Jinzhen, sobre todo porque tenía plena confianza en su capacidad para juzgar el carácter y la valía de otra persona. El antiguo rector no era dado a los chascarrillos, de modo que, cuando me gastó una broma, supe que Rong Jinzhen era la persona que estábamos buscando.
Y no se equivocaba. Cuando el director Zheng conoció a Rong Jinzhen, se convenció de que era el hombre que necesitaban.
—Si se para a pensarlo —continuó el director—, un genio matemático, alguien que desde la infancia había estado en contacto íntimo con la interpretación de los sueños, un hombre que había estudiado la filosofía china y el pensamiento occidental, y que había explorado las complejidades de la mente humana, era alguien que tenía un don y había nacido para ser criptógrafo. ¿Cómo podía haber reaccionado yo de otra manera? ¡Estaba sorprendido y encantado!
Respecto al acuerdo para poder llevarse a Rong Jinzhen, el director Zheng quiso que siguiera siendo un secreto entre el joven Lillie y él, un secreto que jamás revelaría a nadie. No me extrañó que quisiera mantener el secreto, porque supuse que su ansiedad por obtener la autorización del anciano probablemente lo habría impulsado a quebrantar las normas de su oficio y a contarle la verdadera razón por la que quería llevarse a Rong Jinzhen. De lo contrario, ¿por qué iba a seguir siendo tan discreto respecto al arreglo?
Varias veces, durante nuestras entrevistas, repitió que el descubrimiento de Rong Jinzhen había sido la más importante de sus contribuciones a la labor de la Unidad 701. Nunca imaginó que las cosas fueran a terminar como de hecho terminaron; jamás previó el desastre que esperaba a Rong Jinzhen. Cada vez que surgía el tema, meneaba tristemente la cabeza, lanzaba un profundo suspiro y repetía varias veces:
—¡Rong Jinzhen, Rong Jinzhen, Rong Jinzhen!
[Transcripción de la entrevista al director Zheng]
Si hablamos de la época anterior al desciframiento de PÚRPURA, entonces la imagen mental que tengo de Rong Jinzhen es borrosa y poco clara. En aquel momento, yo dudaba entre considerarlo un genio o un loco. Pero si pienso en él después de descifrar PÚRPURA, entonces su imagen se vuelve más definida. Es una imagen elegante y a la vez aterradora, como la de un tigre al acecho, que espera en silencio para saltar. Sinceramente, yo lo admiraba y respetaba, pero nunca quise acercarme demasiado a él. Temía quemarme. Rong Jinzhen me daba miedo, como un tigre que hubiera salido de cacería. Creo que tenía el espíritu de una fiera. Despedazaba los problemas con la ferocidad con que un gran felino habría arrancado la carne de los huesos de una víctima reciente. Tenía una fiereza animal, una frialdad semejante a la de un tigre cuando acecha a su presa y espera el momento preciso para atacar.
¡Un tigre!
¡El amo y señor de los animales!
¡El amo y señor de la criptografía!
A decir verdad, aunque yo era mucho mayor que él y estaba considerado un veterano de los servicios de inteligencia (de hecho, ya era jefe de sección cuando él se incorporó a la unidad), en el fondo desde el principio lo consideré mi superior. Si surgía algún problema, siempre le pedía su opinión. Cuanto más lo conocía, más lo admiraba y más me cautivaban su inteligencia, su presencia… Habría sido capaz de arrodillarme ante él sin avergonzarme.
[…] Como he dicho antes, el mundo de la criptografía no permite la aparición de códigos similares, ya que dos códigos parecidos perderían inmediatamente su valor. En consecuencia, este mundo tiene una regla no escrita y prácticamente inquebrantable, según la cual una persona sólo puede crear o descifrar un código, porque una vez creado o descifrado este código, la mente del criptógrafo queda absorbida por su propio pasado y por lo tanto saturada. Por eso en principio, Rong Jinzhen no debió asumir la responsabilidad de descifrar NEGRO. Su intelecto ya le pertenecía a PÚRPURA, y esa tenía que seguir siendo su única tarea, si pretendía revertir la inevitable fragmentación de su mente.
Pero no creíamos que las reglas valieran para alguien como Rong Jinzhen. Confiábamos en su talento. Por decirlo de otro modo, teníamos fe en su capacidad para reconstruir su mente; esperábamos que para él no fuera imposible. Podíamos dudar de nosotros mismos y de la imparcialidad de las reglas, pero nos resultaba absolutamente imposible cuestionar a Rong Jinzhen. Desde nuestro punto de vista, su propio ser estaba construido sobre las cosas que nos parecían imposibles. Él las volvía reales; las transformaba en parte integrante de la realidad. Fue así como recayó sobre sus hombros la pesada responsabilidad de descifrar NEGRO.
No tuvo más remedio que volver a la zona prohibida.
Sin embargo, a diferencia de la primera ocasión, esta vez tuvo que adentrarse en la zona prohibida empujado por los demás (y también por su reputación ilustre). Fue una situación completamente diferente de la que había vivido cuando descifró PÚRPURA. En aquel momento se había adentrado por propia iniciativa en los densos bosques de la historia de la criptografía. Pero un hombre no puede permitirse ser demasiado extraordinario. Cuando se separa de sus congéneres, descubre que su gloriosa reputación no le sirve de ninguna ayuda, sino más bien al contrario: lo lleva cada vez más cerca de la destrucción.
Nunca traté de investigar el estado de ánimo de Rong Jinzhen después de que aceptó la responsabilidad de descifrar NEGRO, pero sé que no merecía el sufrimiento que padeció como resultado. Si me pregunta por la época en que descifró PÚRPURA, entonces le diré que el trabajo no fue particularmente estresante para él. Parecía a gusto consigo mismo cuando se preparaba para la batalla; llegaba puntualmente a trabajar y se marchaba cuando terminaba la jornada laboral. La gente comentaba que parecía tomárselo como un juego. Sin embargo, en cuanto empezó a ocuparse de NEGRO, su anterior despreocupación se esfumó. El peso que lo oprimía era enorme y lo doblegaba. Durante el tiempo que le dedicó a su nueva misión, vi con mis propios ojos que empezaba a encanecer y que parecía perder centímetros de altura. Era como si la situación lo hubiera obligado a adentrarse en el laberinto de NEGRO, un laberinto del que no podía escapar. Como imaginará, NEGRO arrastró consigo a Rong Jinzhen hacia sus ámbitos más recónditos. Estaba obsesionado con el código: quería despedazarlo, aunque para ello tuviera que hacer añicos su propia mente. El tormento y el dolor eran como las dos manos de un demonio apoyadas sobre sus hombros. Aquel hombre, que en principio no debía tener ninguna relación con NEGRO (porque había descifrado PÚRPURA), de pronto se veía obligado a soportar todo su peso. Su dolor no era justo, ni tampoco lo eran la pena y el sufrimiento de toda la Unidad 701. Sinceramente, le aseguro que nunca desconfié del talento y la diligencia de Rong Jinzhen, pero no puedo afirmar que no albergara mis dudas en cuanto a su capacidad para producir otro milagro: el milagro de descifrar NEGRO, quebrantando una ley inamovible del mundo de la criptografía. Creo que un genio no deja de ser un hombre, un ser humano que puede confundirse y cometer errores. Pero si un hombre genial comete un error, entonces este suele ser colosal y sorprendente. A decir verdad, en el mundo de la criptografía existe la creencia casi unánime de que NEGRO no era en realidad un código de alto nivel, de rigor e importancia excepcionales. De hecho, los medios utilizados para descifrarlo suscitaron auténtico estupor, por su increíble sencillez. Por esa razón, poco después del colapso mental de Rong Jinzhen, NEGRO fue rápidamente descifrado. En lo que se refiere a talento, el otro criptógrafo no podía compararse con Rong Jinzhen, pero, en cuanto emprendió la tarea, todo se desarrolló como cuando Rong Jinzhen había descifrado PÚRPURA. El otro hombre terminó el trabajo en apenas tres meses y lo hizo de una manera completamente tranquila y relajada.
[Continuará]
¿Lo habéis oído? ¡Alguien había descifrado NEGRO!
¿Quién?
¿Estaba vivo aún? El director Zheng me dijo su nombre: Yan Shi. Y sí, aún vivía. Me sugirió que fuera a entrevistarlo y que después volviera a hablar con él, porque, al parecer, tenía información adicional para darme. Dos días después, volví a reunirme con el director Zheng. Lo primero que salió de su boca fue una pregunta:
—¿Y bien? ¿Qué le ha parecido ese viejo canalla?
Se estaba refiriendo a Yan Shi, el hombre que había descifrado NEGRO. Por un momento, su exabrupto me dejó sin habla.
—No se sorprenda —prosiguió el director—. A decir verdad, nadie de aquí le tiene mucho aprecio.
—¿Por qué? —pregunté extrañado.
—Por lo mucho que se benefició. ¡Demasiado!
—Pero ¡logró descifrar NEGRO! ¿No merecía una recompensa?
—Quizá, pero todos creen que lo consiguió únicamente porque pudo trabajar con la libreta de Rong Jinzhen. Encontró toda su inspiración en el trabajo que ya había realizado Rong Jinzhen.
—Es cierto. Él mismo lo admitió —apunté.
—¿De verdad? No me lo creo. Jamás lo reconocería.
—Sí, así es. Yo mismo se lo oí decir.
—¿Y qué dijo exactamente? —preguntó el director Zheng.
—Dijo que no había sido él, sino Rong Jinzhen, quien había descifrado NEGRO, y que su reputación era inmerecida.
—¡Oh, eso sí que es una noticia! —exclamó sorprendido—. Hasta ahora siempre eludía hablar de Rong Jinzhen y esquivaba las preguntas sobre la manera en que había descifrado NEGRO. ¿Por qué habrá hecho una excepción con usted? Hum… Quizá porque usted no pertenece a nuestra organización y viene de fuera. —El director Zheng hizo una pausa y, al cabo de un momento, prosiguió—. Nunca mencionaba a Rong Jinzhen; lo apartaba deliberadamente de la conversación, para crear la impresión de que todo el mérito de descifrar NEGRO era suyo. Pero ¿cómo habría podido hacerlo? Llevamos tanto tiempo aquí que todos nos conocemos perfectamente. En su caso, fue como convertirse en genio de la noche a la mañana. ¿Quién se lo iba a creer? ¡Nadie, nadie en absoluto! Cuando vimos que se arrogaba toda la gloria de haber descifrado NEGRO, no pudimos aceptarlo. Empezaron a circular las quejas y los rumores. Todos nos sentimos indignados por la injusticia que se le estaba haciendo a Rong Jinzhen.
Mientras el director Zheng hablaba, yo me preguntaba si debía revelarle todo lo que me había dicho Yan Shi. En realidad, no me había prohibido expresamente que le mencionara el contenido de nuestra entrevista a otras personas, pero, eso sí, tampoco me había dicho que podía contárselo a todo el mundo.
Transcurrido un momento de silencio, el director Zheng me miró y siguió hablando:
—De hecho, su inspiración para descifrar NEGRO sólo pudo salir de la libreta de Rong Jinzhen; eso es innegable. Todos habíamos llegado a esa conclusión, y ahora usted me confirma que el propio Yan Shi lo admite. Entonces ¿por qué nunca nos dijo la verdad? ¿Por qué nunca lo reconoció ante nosotros? Por lo que ya le he dicho: para quitarle méritos a Rong Jinzhen y llevarse toda la gloria de haber descifrado NEGRO. Todos lo sabíamos. Y, como todos lo sabíamos, se negaba empecinadamente a admitirlo, por lo que todos lo despreciábamos todavía más y le teníamos cada vez menos confianza. Sin embargo, no creo que sus maquinaciones mezquinas y egoístas le hayan reportado nada bueno. Pero eso es otro tema. Dejémoslo ahí por ahora…
»Me gustaría preguntarle algo —prosiguió—, y puede tomarse todo el tiempo que quiera para pensar la respuesta. ¿Cómo es posible que Yan Shi hallara inspiración en la libreta de Rong Jinzhen, si el propio Rong Jinzhen no fue capaz de encontrar nada? Sería bastante razonable suponer que si Yan Shi halló la solución gracias a la libreta, entonces Rong Jinzhen debería haberla encontrado mucho antes, ¿no cree? Después de todo, era la libreta de Rong Jinzhen; sus reflexiones, sus ideas… Por utilizar una analogía, podríamos decir que la libreta era como una habitación y que dentro de ella estaba la llave para abrir el código NEGRO. Entonces ¿cómo es posible que el dueño de la habitación no pudiera encontrar la llave y, en cambio, una persona llegada de fuera pudiera entrar y localizarla enseguida? Y ahora yo le pregunto: ¿no le parece extraño?
Su analogía era muy adecuada. Expresaba en pocas palabras sus pensamientos más íntimos sobre aquello, y lo hacía de manera bastante incisiva. Pero yo habría querido decirle que nada de lo que pensaba coincidía con lo que realmente había sucedido. El problema no estaba en su analogía, sino en su idea sobre los acontecimientos, que era errónea. Reflexionando mientras escuchaba su exposición, decidí por fin que le contaría lo que me había dicho Yan Shi, una historia que lo aclararía todo y dejaría establecido de una vez por todas lo que de verdad había sucedido. Pero el director Zheng no me dio la oportunidad de decírselo, sino que siguió hablando sin interrumpirse:
—Dándole vueltas al asunto, llegué al convencimiento de que Rong Jinzhen debió de cometer un error capital mientras trataba de descifrar NEGRO, y que su error se abrió paso en su cabeza hasta convertirlo a él, que era un genio, en un idiota. Tuvo que ser una equivocación que sólo alguien capaz de quebrantar la ley más arraigada de la criptografía habría podido cometer: el efecto residual de haber descifrado PÚRPURA. Ese efecto habría acechado al infractor en la sombra, listo para descargar sobre él todo su peso.
Llegado a ese punto, el director Zheng guardó silencio, como sumido en un estado de lóbrega melancolía. Esperé un momento a que siguiera hablando, pero enseguida me di cuenta de que no iba a continuar con el mismo tema, sino que simplemente iba a despedirse, para poner fin a nuestro encuentro. Aunque yo había pensado contarle lo que me había dicho Yan Shi, no tuve ocasión de hacerlo. En el fondo, me alegré de que fuera así. Como no estaba realmente seguro de que debiera contárselo, el hecho de no encontrar el momento apropiado me benefició, porque me permitió eludir la carga de ser yo quien se lo contara.
Antes de marcharme, le recordé lo que me había contado en nuestra conversación anterior:
—¿No me había dicho que tenía información adicional para darme?
Pareció un poco sorprendido, pero, tras un momento de duda, se dirigió hacia un archivador metálico y abrió un cajón, del que sacó una sola carpeta.
—¿Sabía que cuando Rong Jinzhen estuvo en la universidad fue alumno de un profesor extranjero llamado Jan Liseiwicz?
—No, no lo sabía.
—Ese hombre hizo todo lo posible para evitar que Rong Jinzhen descifrara PÚRPURA. En esta carpeta está la prueba. Échele un vistazo. Si lo considera necesario, pediré que le hagan copias.
Era la primera vez que oía hablar de Liseiwicz.
El director Zheng admitió que no lo había conocido personalmente y que todo lo que sabía de él le había llegado por referencias de terceras personas.
—Cuando se puso en contacto con nosotros —dijo—, yo había viajado al país Y para aprender de su experiencia en el esfuerzo por descifrar PÚRPURA. Pero ni siquiera a mi regreso tuve contacto alguno con la correspondencia de Liseiwicz; sólo el equipo especial asignado a PÚRPURA conocía sus cartas de primera mano. En aquella época, el cuartel general se ocupaba directamente de todo, quizá porque los superiores temían que surgieran conflictos entre nosotros y nos enfrentáramos para ver quién producía antes el resultado deseado. Por esa causa, nos mantuvieron al margen de todo. Sólo mucho más adelante pude hablar con un alto oficial del cuartel general, que accedió a enseñarme las cartas. Están escritas en inglés, pero todas van acompañadas de su correspondiente traducción al chino.
En ese momento, el director Zheng se dio cuenta de que las cartas originales en inglés debían permanecer en su poder. Así pues, abrí la carpeta y me puse a separar los originales en inglés de las traducciones al chino. Mientras lo hacía, observé que encima de los otros papeles había una nota que recogía la transcripción de una llamada telefónica. La persona que había telefoneado era un tal Qian Zongnan, y el registro de su conversación parecía servir de preámbulo al resto de los documentos. Había solamente unas pocas frases:
Liseiwicz estuvo trabajando como analista de alto nivel de los servicios militares de inteligencia del país X. Lo vi cuatro veces, la última en el verano de 1970. Después me enteré de que él y Fan Lili estaban bajo arresto domiciliario en la base militar de PP, por razones desconocidas. Liseiwicz murió allí en 1978. En 1981, las autoridades militares del país X le levantaron el arresto domiciliario a Fan Lili, que en 1983 vino a verme a Hong Kong, con la esperanza de que yo la ayudara a volver a China. Le denegué la ayuda. En 1986, me llegó la información de que estaba en su localidad natal del distrito de Linshui, la ciudad C, y que estaba contribuyendo económicamente con el desarrollo de un proyecto de ingeniería. Hasta donde yo sé, sigue residiendo en el distrito de Linshui.
El director Zheng me dijo que esa persona, Qian Zongnan, era por aquella época informante de los servicios secretos, un camarada encargado de vigilar a Liseiwicz en el país X. Tras recibir la carpeta, pensé que ese hombre podía ser una pieza clave para conocer el papel desempeñado por Jan Liseiwicz en el desarrollo de los acontecimientos. Así pues, enterarme de que había muerto un año antes supuso un gran revés para mi investigación. Aun así, había mencionado a Fan Lili, la esposa china de Liseiwicz. Si quería entender al profesor extranjero, entonces nadie mejor que ella para ayudarme.
La perspectiva de verla me entusiasmó.