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Pero volvamos a nuestra historia principal; después de todo, esta es la historia de Rong Jinzhen, y aún no se ha acabado, sino que está a punto de entrar en una nueva fase. En cuanto se apeó del tren y pisó el andén de la ciudad A, vio que marchaba hacia él una delegación de la Unidad 701, encabezada por un exasperado director de aspecto amenazador. (No era Zheng el Cojo, que aún no había sido ascendido al cargo, sino el predecesor de su predecesor). La acogida le pareció normal. El director avanzaba hacia él con todo el aspecto de haberle perdido el respeto que antes le tenía. Lo miraba con ojos fríos y hoscos.

Lleno de terror, Rong Jinzhen bajó la vista para sustraerse a esa mirada, pero no pudo escapar a la voz del director:

—¿Por qué no guardaste esos importantes documentos secretos en la caja de seguridad?

Todos los presentes en el andén tenían los ojos fijos en la escena y vieron lo que sucedió. Un fugaz destello cruzó la mirada de Rong Jinzhen, pero se apagó enseguida, como cuando se funde el filamento de una bombilla eléctrica. Después, toda la escena pareció congelarse, mientras él se quedaba rígido y se desplomaba en el suelo.

Cuando la luz de la mañana iluminó la ventana de la habitación, Rong Jinzhen volvió en sí, abrió los ojos y vio delante de él la cara borrosa de su mujer. Por un breve instante, lo olvidó todo. Pensó que estaba en casa, en su cama, y supuso que su esposa acababa de despertarlo de alguna pesadilla particularmente inquietante, por la expresión de su rostro. (Era posible que cumpliera ese cometido con frecuencia). Pero, muy pronto, las paredes blancas y el olor a medicamentos lo devolvieron a la realidad y comprendió que estaba en un hospital. Recuperó el perturbador recuerdo de lo sucedido y volvió a oír la imponente voz del director:

—¿Por qué no guardaste esos importantes documentos secretos en la caja de seguridad?

—¿Por qué?

—¿Por qué?

—¿Por qué…?

[Transcripción de la entrevista al director Zheng]

Debemos comprender que Rong Jinzhen no intentó deliberadamente perder su maletín. De hecho, él estaba siempre alerta. Por lo tanto, le haría una gran injusticia si dijera que todo el problema fue el resultado de que él bajara la guardia, o de que tratara el asunto a la ligera, o de que descuidara de alguna manera su deber. Sin embargo, el hecho de no guardar la libreta en la caja de seguridad fue un grave error de juicio; por un momento, hubo una laguna en su vigilancia.

Recuerdo con claridad que, antes de su partida, Vasili y yo le habíamos aconsejado repetidamente que guardara todos los documentos secretos (incluidos los que pudieran identificarlo como miembro de los servicios de inteligencia) dentro de la caja de seguridad, y él nos había asegurado que así lo haría. En el viaje de regreso, según Vasili, Rong Jinzhen había sido sumamente cuidadoso y había guardado todo el material más delicado en la caja de seguridad, incluido un libro de máximas escrito por el director general de los servicios de inteligencia, que se lo había regalado personalmente, para que no quedara a la vista nada que pudiera comprometerlo, ni revelar su identidad, ni su especial posición dentro de los servicios secretos. Prácticamente todo estaba en la caja de seguridad, excepto la libreta. En cuanto al motivo de que esta fuera la excepción, bueno… Eso se ha convertido en un misterio tan antiguo como profundo. Personalmente, creo sin la menor duda que no la dejó fuera porque pensara escribir en ella; eso no es posible. No era propio de él correr ese tipo de riesgos; no tenía coraje para asumirlos. En realidad, es como si no tuviera ninguna razón para dejar la libreta fuera. De hecho, sé que intentó recordar el motivo después de que se la robaron, pero no lo consiguió. Lo más curioso es que, antes de la desaparición de la libreta, no parecía acordarse de que la llevara consigo, y tampoco la recordó enseguida después del robo. Hay cosas a las que uno no presta atención, como cuando una mujer no nota que lleva un alfiler en la blusa hasta que se pincha.

Sin embargo, para Rong Jinzhen, la libreta no era un alfiler descuidado en la camisa; no había ninguna razón para que la considerara un objeto sin valor. No me cabe la menor duda de que su intención original era recordarla, pensar mucho al respecto, asegurarse de que no cayera en el olvido y defenderla con su propia vida. De hecho, la libreta era su posesión más importante y valiosa. Como él mismo decía, esa libreta era el vehículo de su alma.

Pero si era así, ¿cómo es posible que olvidara guardar en un lugar seguro su posesión más preciada?

Es un enigma inextricable…

[Continuará]

Rong Jinzhen sentía un profundo remordimiento por lo sucedido, como si se encontrara por azar en un misterioso laberinto, intentando vanamente encontrar la razón por la que había olvidado guardar la libreta. Al principio, la oscuridad que había descendido sobre su mente era casi impenetrable y le producía una aguda sensación de vértigo, pero poco a poco se fue adaptando, hasta convertir la oscuridad en un medio para descubrir la luz. De ese modo, dirigió sus reflexiones hacia un importante pensamiento: «Quizá no vi lo que sucedía porque valoraba demasiado la libreta y la llevaba escondida en lo más profundo de mi corazón… Quizá subconscientemente había llegado a comprender que ya no era mi compañera solitaria, sino un objeto auxiliar, como podían serlo mis gafas… ¡Es tan fácil perder ese tipo de cosas! Hacía tanto tiempo que mis libretas formaban parte de mi vida que se habían convertido en mi sangre, en un órgano de mi cuerpo… Ya no las sentía, del mismo modo que una persona nunca es realmente consciente de su corazón ni de su sangre… Sólo al enfermar repara conscientemente en su cuerpo físico; únicamente cuando las gafas se pierden descubrimos que las necesitamos. Eso fue lo que sucedió con mi libreta…».

Saltó de la cama como si hubiera recibido una descarga eléctrica. Se vistió apresuradamente para abandonar el hospital. Era como un fuego a punto de consumir su combustible; era un hombre desesperado por huir. Su mujer, aquella joven que le sacaba media cabeza, nunca lo había visto comportarse de ese modo. Estaba impresionada y atónita, y hacía lo único que podía: correr tras él.

Como Rong Jinzhen no tenía los ojos acostumbrados a la oscuridad de la escalera, bajó los peldaños a trompicones, trastabilló y fue a caer a la planta baja. Las gafas rodaron con él y, aunque no se rompieron, el tiempo que perdió en recogerlas permitió que su esposa lo alcanzara. La joven acababa de desplazarse a toda prisa desde la Unidad 701, porque la habían informado de que el estrés del viaje había hecho enfermar a su marido, que se encontraba en el hospital, necesitado de atención. Esa había sido la razón por la que había acudido a su lado lo antes posible, aunque ignoraba lo que en realidad había sucedido. Al pie de la escalera, le suplicó a su marido que volviera a la cama y descansara, pero él se negó de plano.

Una vez fuera, Rong Jinzhen se llevó la agradable sorpresa de encontrar su jeep estacionado en el patio del hospital. Corrió hacia el vehículo y vio que el conductor estaba echando una siesta, apoyado sobre el volante. Diciendo una mentira que en el fondo era verdad, le comunicó a su esposa que había olvidado el maletín en la estación y que tenía que ir a buscarlo. Pero no fue a la estación de trenes, sino que puso rumbo directamente a la ciudad B.

Estaba convencido de que el ladrón sólo podía estar en dos lugares: en el tren o en la ciudad B. No había otra posibilidad. Si todavía se encontraba a bordo del tren, era imposible que escapara. Eso significaba que Rong Jinzhen debía apresurarse para llegar a la ciudad B. La ciudad A no lo necesitaba, pero la ciudad B… ¡Quizá fuera preciso que colaborara toda la población de la ciudad B!

Tres horas después, el jeep de Rong Jinzhen se detuvo en el patio central del cuartel de la ciudad. Allí, el criptógrafo averiguó que tenía que dirigirse a la sede del cuerpo de acciones especiales, que estaba en la residencia de invitados del cuartel. El responsable del operativo era un subsecretario del ministro, enviado por el cuartel general, pero aún no había llegado. A sus órdenes había otros cinco jefes, cuyas responsabilidades se habían dividido entre los departamentos militares pertinentes de las ciudades A y B. Uno de esos cinco jefes era un hombre destinado a convertirse más adelante en director de la Unidad 701: Zheng el Cojo. Cuando Rong Jinzhen llegó a la residencia de invitados, el director asistente Zheng le comunicó una mala noticia: habían registrado el tren de arriba abajo, pero no había aparecido el menor rastro del ladrón.

¡Eso sólo podía significar que el ladrón se había bajado en la ciudad B!

Sin demora, enviaron a todos los participantes en la misión a la ciudad B. Por la noche se presentó Vasili, que en principio traía órdenes del director Feng de acompañar a Rong Jinzhen de vuelta al hospital. Sin embargo, el propio director Feng había previsto que probablemente Rong Jinzhen se negaría a regresar, por lo que había incluido en sus órdenes una serie de instrucciones suplementarias. Si no cedía en su empeño de permanecer en la ciudad B, entonces Vasili tenía que acompañarlo a todas partes, para garantizar su seguridad.

Eso fue más o menos lo que ocurrió.

Pero nadie sabía que esas instrucciones conferían a Vasili la capacidad de poner en entredicho la seguridad de la Unidad 701, hasta el punto de llevarlos a todos al borde de la ruina.