Todo lo sucedido a partir de entonces fue totalmente irreal, porque era demasiado real para ser verdadero.
Así suele pasar. Cuando las cosas parecen demasiado reales, se vuelven irreales y cuesta creerlas, del mismo modo que a la mayoría de la gente le cuesta creer que en cualquier zona montañosa de Guangxi sea posible cambiar una aguja de coser por una vaca, o incluso por una espada de plata. Era innegable, sin embargo, que a Rong Jinzhen se le había ocurrido la manera de descifrar PÚRPURA diez años antes, mientras soñaba con Dmitri Ivánovich Mendeléiev, quien a su vez había concebido la idea de crear la tabla periódica durante un sueño. Esa historia era en sí misma extraordinaria, pero lo que sucedió después la superó ampliamente.
En medio de la noche, el ruido del tren que entraba en una estación despertó a Rong Jinzhen. Como era su costumbre, nada más despertarse, tendió la mano para tocar la caja de seguridad debajo de su litera.
Allí estaba, encadenada aún a la pata de la mesilla. Satisfecho y a gusto, volvió a recostarse, mientras trataba de distinguir el ruido de pasos dispersos, entre el estruendo de la megafonía de la estación.
El sistema de megafonía lo informó de que se encontraba en la ciudad B.
La siguiente parada era la ciudad A.
—Todavía faltan tres horas… Y después, en casa… En casa… Sólo ciento ochenta minutos… Un sueño más, y en casa…
Adormilado como estaba, no le costó volver a conciliar el sueño.
Sin embargo, al cabo de un instante, el estridente pitido que anunciaba la salida del tren de la estación volvió a despertarlo. El traqueteo sobre las vías se volvió más intenso y, del mismo modo que la música aumenta gradualmente el nivel de excitación de una persona, el movimiento y el ruido impidieron que volviera a quedarse dormido. De todos modos, tampoco había podido dormir muy profundamente hasta ese momento. ¿Cómo habría podido, con semejante violencia auditiva? Los sonidos del tren lo acometieron con toda su fuerza y acabaron por despertarlo por completo. La luz de la luna inundaba el compartimento e incidía de lleno sobre la litera. Las sombras se movían en rápidas fluctuaciones que desafiaban sus ojos adormilados. De repente, notó algo extraño con el rabillo del ojo. Algo no encajaba. ¿Qué era? En un perezoso intento por averiguar lo sucedido, repasó mentalmente la escena y por fin cayó en la cuenta de que su maletín de piel, que había estado colgado de un gancho de la pared —un maletín muy semejante al que hubiera llevado cualquier profesor—, había desaparecido. Se levantó como movido por un resorte y se puso a buscar en la litera. No estaba. Entonces se arrodilló y miró por el suelo, debajo de la mesilla e incluso debajo de su almohada, pero no estaba por ninguna parte.
Con mucho alboroto, despertó a Vasili y al profesor, y este último le dijo que una hora antes, cuando se había levantado para ir al lavabo (por eso sabía que había sido una hora antes), había visto a un joven en uniforme militar, de pie en la plataforma del vagón, apoyado contra el marco de la puerta, fumando un cigarrillo. Al salir del lavabo, lo vio marcharse. En ese momento había notado que el joven llevaba en la mano un maletín muy semejante al que Rong Jinzhen le acababa de describir.
—No le hice mucho caso —dijo el profesor—, porque supuse que el maletín sería suyo. El hombre estaba ahí parado, fumando, y no me fijé en si tenía el maletín desde el principio. No parecía tener mucha prisa. Pensé que simplemente estaba esperando a acabarse el cigarrillo, pero ahora me doy cuenta de que debí prestarle más atención.
El profesor hablaba con interés y preocupación por los problemas de su compañero de viaje.
Rong Jinzhen consideró muy probable que el hombre de uniforme militar fuera el ladrón del maletín. Aunque su presencia en la plataforma pareciera casual, seguramente estaría esperando el momento adecuado para dejarse caer sobre su objetivo. La salida del profesor al lavabo le brindó su oportunidad, como cuando un cazador ve huellas de tigre sobre la nieve y sólo tiene que seguirlas para encontrar la guarida de la fiera. Probablemente, mientras el profesor estaba en el lavabo, el hombre había actuado, aprovechando al máximo cada segundo y cada centímetro a su disposición.
Mientras reflexionaba sobre lo sucedido, Rong Jinzhen no pudo reprimir una amarga carcajada.
[Transcripción de la entrevista al director Zheng]
La criptografía también obliga a sus cultores a aprovechar al máximo cada segundo y cada centímetro a su disposición.
Los códigos son como una vasta red sin discontinuidades y, por lo tanto, parecen irreales en su perfección. Sin embargo, en la práctica, son como la forma de hablar de cualquiera; es casi imposible que no se produzcan lapsus. Esos pequeños errores son como regueros de sangre que se derraman de una herida abierta y señalan su localización. Su mera existencia ofrece un atisbo de esperanza a los que esperan descifrar el código. Del mismo modo que el relámpago rasga el cielo, una mente aguda sabe colarse a través de esas pequeñas heridas y acceder al laberinto interior del código, como si utilizara un pasillo normal. En ocasiones, incluso puede aprovechar esos accesos para llegar a la meta deseada. Rong Jinzhen había pasado los últimos años esperando con enorme paciencia a que se abriera una pequeña brecha en el cielo. Había esperado incontables días con sus noches, y, sin embargo, aún no había conseguido descifrar NEGRO.
Era una situación sumamente irregular, una circunstancia que podía catalogarse de extraña.
Tratando de encontrar una causa que lo explicara, los miembros de la Unidad 701 formulamos dos hipótesis:
Como le decía, nuestro adversario se mostraba más y más cauteloso y cometía cada vez menos errores, por lo que era normal que no los detectáramos. Aunque hubiésemos sido menos diligentes, habría sido bastante obvio que nuestro enemigo había comenzado a cometer menos fallos. Éramos como un ensamblaje defectuoso; establecíamos contacto con el código, pero nunca llegábamos a conectar de verdad con él. Habíamos alcanzado una perfección hasta entonces desconocida en la red de mentiras que tejíamos, pero era una perfección extraña e intimidante. A Rong Jinzhen, cada nuevo día le infundía una insoportable sensación de frío horror. Nadie conocía su padecimiento tanto como su esposa, porque a ella le había contado todos los problemas que experimentaba en sueños. En su esfuerzo por descifrar el código, estaba tan agotado que ya ni siquiera se mantenía alerta. Su confianza en sí mismo y su tranquilidad interior vivían bajo la amenaza de la desesperanza. Estaba enfermo y cansado de hacer sus jugadas y defenderse del contrajuego del rival…
[Continuará]
En aquel momento, mientras repasaba lo sucedido, mientras pensaba que el ladrón había vigilado todos sus movimientos y no dejaba de recordar el maletín robado, Rong Jinzhen no podía apartar de la mente su desesperación y la culpabilidad que sentía por no haber vigilado lo suficiente. Se burlaba de sí mismo:
—Mientras yo pensaba en otras personas (en los criptógrafos que crearon NEGRO y en los que utilizan el código) y en lo difícil que resulta adivinar sus ideas, a otros les resultaba terriblemente fácil robarme el maletín, ¡tan fácil como fumar medio cigarrillo!
Se rio de sí mismo y mantuvo la expresión congelada en una sonrisa amarga.
En realidad, en ese instante, Rong Jinzhen aún no conocía del todo la gravedad de la situación; todavía no había descubierto la seriedad de sus circunstancias. Cuando quiso repasar mentalmente el contenido del maletín, sólo consiguió recordar el billete de tren, el recibo del lugar donde se había alojado, alrededor de doscientos yuanes en cupones de comedor, y varios diplomas y certificados. También recordó el libro de Johannes. Lo había guardado la noche anterior, antes de acostarse. Al caer en la cuenta de que había perdido una posesión tan preciada, sintió que se le encogía de pena el corazón. Aun así, comparando todas esas cosas con lo que aún estaba a salvo en el interior de la caja de seguridad, se sintió afortunado y feliz de haberse salvado por muy poco de la catástrofe.
Evidentemente, lo que en realidad había ido a buscar el ladrón era la caja de seguridad. Si se la hubiera llevado, eso sí que habría sido un desastre. Rong Jinzhen pensó que no había ningún motivo realmente grave de preocupación. Lo que había sucedido era lamentable, pero nada más. Era una pena, pero no una gran pérdida.
Diez minutos después, el ambiente del coche cama había vuelto a la calma. Vasili y el profesor habían hecho lo posible por consolar a Jinzhen, que ya empezaba a sentirse más aliviado del choque emocional de haber perdido el maletín. Más tranquilo, volvió a acomodarse en la paz de su litera; sin embargo, al cabo de unos minutos, la calma pareció desaparecer entre las fauces de la noche, destrozada por el traqueteo del tren sobre las vías. Rong Jinzhen se sintió naufragar en un mar de remordimientos.
El remordimiento es una actitud mental, que a menudo implica recordar, haciendo un esfuerzo intelectual.
¿Había algo más en el maletín?
Intentó visualizar su contenido.
Como lo único que tenía a su alcance era un maletín imaginario, sólo pudo emplear la imaginación para abrir la cremallera. Pero cuando lo intentó, la pena y el arrepentimiento anegaron su mente y le impidieron abrir el cierre del maletín. Lo único que consiguió visualizar fue una vasta y triste extensión que le producía vértigo. Era el exterior del maletín, y no su interior. Poco a poco, la sensación de remordimiento se fue difuminando y sus pensamientos se concentraron en el interior. La urgencia y la concentración daban a sus pensamientos una fuerza comparable a la del agua que fluye de la nieve cuando esta se funde; nada puede evitar que se encharque, suba de nivel, circule y vuelva a encharcarse. Finalmente, consiguió abrir mentalmente la cremallera del maletín y un chispazo de luz azul estalló ante sus ojos. Fue como si la mano de un asesino hubiera aparecido de pronto en su campo visual, obligándolo a retroceder horrorizado.
—¡Oh, no! ¡Vasili! —gritó.
—¿Qué pasa?
Vasili se había levantado de un salto de su litera e incluso en la penumbra consiguió distinguir que Rong Jinzhen estaba temblando.
—¡Mi libreta! ¡Mi libreta!
La voz de Rong Jinzhen resonaba como un eco.
Había guardado la libreta en el maletín.
[Transcripción de la entrevista al director Zheng]
Como puede imaginar, por ser Rong Jinzhen un hombre solitario y sumido por lo general en profundas cavilaciones de la más diversa naturaleza, con frecuencia era como si estuviera oyendo sonidos fantásticos y extraordinarios. Esas reverberaciones a las que él prestaba oídos parecían proceder de un lugar muy lejano, como emanadas de algún ámbito espiritual; pero nunca se manifestaban por completo ni parecían esperar a que él las alcanzara. Siempre lo eludían y, aun así, se le seguían presentando inesperadamente en los márgenes de la percepción. Llegaban sin que él las buscara; se le aparecían en sueños, o en sueños dentro de otros sueños, o detrás de las palabras de los libros que leía. Eran crípticas y siempre asumían formas nuevas, de naturaleza misteriosa. Lo que quiero decir es que esos sonidos (o más bien inspiraciones) parecían venir de algún lugar entre el cielo y la tierra, pero, en realidad, procedían del propio interior de Rong Jinzhen. Eran emanaciones de su alma, destellos de su ser que brillaban un momento y enseguida desaparecían. Tenía que tomar nota de inmediato, porque, de lo contrario, las perdía para siempre. Se iban tan pronto como venían, e incluso su sombra se desvanecía. Por eso, Rong Jinzhen había adquirido la costumbre de llevar siempre encima una libreta, a toda hora y fuera a donde fuese. La libreta era como su sombra, que lo seguía calladamente a todas partes.
Por lo que sé, era una libreta de noventa y nueve páginas, con tapas de piel azul. En la portada tenía escrito un número ultrasecreto y el número personal de Rong Jinzhen; en el interior, estaban las notas y observaciones realizadas durante los últimos años, mientras trabajaba en el desciframiento de NEGRO. Normalmente, solía llevar la libreta en el bolsillo superior izquierdo de la chaqueta; pero esa vez, como tenía que llevar encima una serie de credenciales y documentos oficiales, había decidido guardarla en el maletín. Este era un regalo que le había hecho nuestro director después de un viaje al extranjero. Era delicado y ligero, de piel de becerro muy fina. Tenía una correa ancha y elástica que se podía ajustar a la cintura, para convertirlo en una extensión de la propia ropa. La libreta estaba dentro. Ciertamente, Rong Jinzhen jamás imaginó que pudiera pasar algo. Nunca consideró la posibilidad de perderla. Probablemente estaba convencido de que siempre la tendría a mano…
[Continuará]
Durante los días anteriores, Rong Jinzhen había utilizado dos libretas.
Había agotado la primera cuatro jornadas antes. Ese día, se había marchado pronto de la conferencia y había vuelto a su habitación bastante irritado, después de oír una disertación particularmente idiota y falta de talento. Jadeando de rabia, se recostó en la cama y se puso a mirar por la ventana. De repente, observó que el cielo al otro lado de la ventana parecía sesgado; parpadeó, y le dio la impresión de que giraba. Entonces empezó a advertir que el campo visual se le estaba volviendo borroso. La ventana, el cielo, la ciudad, el sol poniente y todo en general parecía desvanecerse sigilosamente, dejando en su lugar una atmósfera temblorosa y la crepitación del sol que encendía el cielo del crepúsculo. La bóveda celeste se le presentó como una masa giratoria e informe, con brasas ardientes que flotaban a la deriva por el espacio o se precipitaban hacia la nada. El cielo ardió y la oscuridad se extendió hasta devorarlo. En ese momento lo comprendió todo, y sintió que su cuerpo se transformaba en corriente eléctrica. Resplandeciente, todo su cuerpo comenzó a flotar; se había convertido en una forma de energía. Como una llama ardiente, empezó a quemarse, a formar volutas, a evaporarse y disiparse, hasta desintegrarse en la nada. Entonces, en ese instante, oyó claramente un sonido, semejante a la ligera resonancia del batir de las alas de una mariposa. Era el sonido de su destino, el eco de la naturaleza, el destello, el fulgor, la llama, el duende, el espíritu… Tenía que anotarlo.
Fue en ese momento cuando usó toda la libreta, y más adelante se sintió bastante complacido con lo que había escrito. La irritación que había experimentado lo había encendido; la ira que había despertado en él aquella disertación estúpida había sido su inspiración. En cuanto a la segunda libreta, la había rellenado en la madrugada de la noche anterior. Mientras dormía y se balanceaba al mismo tiempo con las sacudidas del tren, Rong Jinzhen había soñado con el profesor Johannes. Había conversado largamente con él durante el sueño y, al despertarse, había buscado inmediatamente la libreta para tomar nota de la conversación.
Durante todo el proceso de descifrar códigos secretos, mientras se colaba en los estrechos pasillos por donde lo conducía su genialidad, Rong Jinzhen nunca había dejado escapar un lamento, ni había pedido ayuda a nadie. Al contrario. De principio a fin, recorría el camino apoyado en dos bastones: el primero era la diligencia, y el otro, la soledad. Esta última había endurecido su mente y su alma, y la diligencia le permitía levantar los brazos hacia las estrellas y atrapar la buena suerte. La suerte es escurridiza: no podemos verla ni tocarla, ni tampoco saber con seguridad cómo es. No podemos entenderla, ni tampoco nos espera. Si rezamos para que venga, no vendrá. La suerte es sublime y misteriosa, quizá lo más misterioso del mundo. Pero la buena fortuna de Rong Jinzhen no era misteriosa. Era perfectamente real y estaba escondida en las líneas de su libreta…
Pero ¡ahora su libreta había desaparecido! ¡Alguien se la había llevado!
Al comprender lo sucedido, Vasili empezó a moverse de aquí para allá, nervioso y agitado. Primero fue a ver al encargado de seguridad del tren, para ponerlo sobre aviso y pedirle que bloqueara las salidas de todos los vagones, para que no se bajara ningún pasajero; después, hizo uso del telégrafo del tren para enviar un telegrama a la Unidad 701 e informar de la situación. La Unidad 701, a su vez, informó al cuartel general, donde la noticia subió por la escala jerárquica hasta llegar al oficial de mayor rango, que impartió la siguiente orden: «Los documentos desaparecidos afectan a la seguridad nacional, por lo que todos los departamentos deberán prestar la ayuda que se les requiera. ¡Es preciso recuperar esos documentos cuanto antes!».
¿Cómo era posible que se hubiera perdido la libreta de Rong Jinzhen? Estaba relacionada con delicados secretos institucionales y contenía información explícita acerca de los problemas con los que se habían encontrado en el intento de descifrar NEGRO. Rong Jinzhen la había utilizado para registrar sus ideas, sus importantes reflexiones acerca de las complejidades de NEGRO. ¿Cómo había podido desaparecer?
¡Se había perdido!
¡Era preciso recuperarla!
El tren había acelerado y se dirigía a toda máquina hacia la siguiente estación. Todos sabían que la siguiente parada era la ciudad A. Podría decirse que Rong Jinzhen había encontrado la calamidad prácticamente a las puertas de su casa, como si la mala suerte le hubiera estado predestinada e inscrita en la piedra. Nadie hubiera podido imaginar que, después de tantos días sin que pasara nada extraordinario, iba a suceder de pronto algo así. Era terriblemente inesperado que desapareciera un maletín (y ni siquiera la caja de seguridad) cuando prácticamente ya habían recorrido todo el camino de regreso. El culpable de todo no tenía por qué ser nadie especialmente malvado, sino que podía ser un simple ladrón. Era como un sueño. Rong Jinzhen se sentía débil y confuso. Una red patética y hueca de intrigas lo había envuelto y lo atormentaba. Mientras el tren rugía hacia su destino, él se sentía cada vez peor. Era como si no se dirigiera a la ciudad A, sino al infierno.
Cuando el tren llegara a la estación, todas las puertas quedarían cerradas. Los servicios de inteligencia habían impartido la orden hacía una hora. Pero el sentido común les decía a todos que el ladrón ya debía de haber abandonado el tren. Seguramente se habría bajado en cuanto tuvo el maletín en su poder, y eso había sido en la ciudad B.
Es bien sabido que el mejor lugar para esconder una hoja es un bosque. Del mismo modo, el lugar más idóneo para que se esconda una persona es una ciudad, en medio de la multitud. Resolver ese caso no iba a resultar sencillo, y estudiar todos sus detalles iba a ser más que difícil. Solamente para hacernos una idea de los aspectos más generales de este caso, bastará que consideremos lo siguiente: según los registros del equipo especial de investigación que entró en acción en aquel momento, el caso afectaba, directa o indirectamente, a los siguientes departamentos:
El terreno que era preciso cubrir abarcaba:
Más de tres mil setecientos hombres fueron asignados directamente a esa misión, incluidos Rong Jinzhen y Vasili.
Los 2141 pasajeros del tren fueron objeto de minuciosa inspección, lo mismo que los 43 empleados de las líneas férreas que viajaban a bordo del tren y los seiscientos militares de paisano de la ciudad B. Como consecuencia, el tren acumuló un retraso de cinco horas y media.
Por lo que decía la gente, fue el caso más misterioso y grave que se había visto nunca en la provincia G. Decenas de miles de personas vieron perturbada su vida diaria y ciudades enteras quedaron sumidas en el caos. Nunca se había visto una operación tan vasta ni de tanto alcance y profundidad.