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Todo comenzó con el simposio de investigación sobre NEGRO.

NEGRO, como su nombre sugiere, era el hermano de PÚRPURA, pero mucho más avanzado, complejo y profundo, del mismo modo que el color negro es más oscuro y profundo que el púrpura. Tres años antes (Rong Jinzhen siempre recordaría aquel día aterrador, el 1 de septiembre de 1966, poco antes de ir a rescatar a la maestra Rong), aparecieron los primeros indicios de NEGRO. Fue como si un ave comprendiera que detrás de una masa de nubes había una montaña nevada que le cortaba el paso hacia lo que pudiera haber más allá. Desde su primer encuentro con NEGRO, Rong Jinzhen tuvo la premonición de que cualquier intento de desciframiento lo acercaría peligrosamente a la aniquilación.

Lo que sucedió más adelante fue exactamente eso. Los tentáculos de NEGRO se fueron expandiendo a través de PÚRPURA, y se difundieron y crecieron, como rayos de oscuridad que devoraran la luz hasta consumirla. Según los miembros de la Unidad 701, habían vuelto los días sombríos de diez años atrás, y casi todos depositaban sus esperanzas de resolución en Rong Jinzhen, el criptógrafo estrella de la Unidad 701. Tres años después, tras buscar día tras día y noche tras noche un mínimo rayo de luz, Rong Jinzhen aún no había encontrado nada. La oscuridad era sobrecogedora. En medio de esa situación, la Unidad 701 y el cuartel general organizaron conjuntamente un simposio de investigación sobre NEGRO, una conferencia discreta, pero de gran magnitud.

Se celebró en el cuartel general, la sede de los servicios secretos.

Como muchas otras divisiones del gobierno, el cuartel general del que dependía la Unidad 701 estaba en Pekín. El viaje en tren desde la ciudad A duraba tres días y dos noches. También había conexiones aéreas entre la ciudad A y la capital, pero los vuelos quedaban descartados, por el peligro de que se produjera un secuestro aéreo. En términos generales, las probabilidades de que un avión fuera secuestrado eran ínfimas, pero si llevaba a bordo un criptógrafo de la Unidad 701, entonces las probabilidades aumentaban de forma espectacular; eran quizá cien veces superiores. Y si el criptógrafo era Rong Jinzhen, el hombre que había conseguido descifrar PÚRPURA y estaba trabajando en el desciframiento de NEGRO, entonces el riesgo de secuestro aumentaba más allá de lo imaginable. Incluso podía decirse que si Rong Jinzhen se contaba entre los pasajeros, era mejor para todos los interesados que el avión no despegara. De hecho, si los servicios secretos del país X lograban enterarse de que Rong Jinzhen iba a viajar en un determinado vuelo, lo más seguro era que consiguieran infiltrar agentes en el avión y que aprovecharan la menor oportunidad para llevar a cabo una de sus temerarias acciones. No era ninguna broma, sino una realidad que había sido preciso aprender de la manera más dura. Todos en la Unidad 701 recordaban lo sucedido durante la primavera de 1958, poco después de que Rong Jinzhen descifró PÚRPURA. Los agentes del país X habían secuestrado de esa manera a un criptógrafo de bajo nivel del país Y. Zheng el Cojo conocía el caso. Se había enterado de la noticia casi de inmediato. Incluso había cenado un par de veces con el criptógrafo en cuestión. Pero ¿quién sabe ahora dónde estará ese hombre, ni si está vivo o muerto? Ese es uno de los aspectos de la crueldad del oficio de criptógrafo.

En cambio, viajar en tren o en coche es una manera mucho más segura y fiable de desplazarse. Aunque pueden producirse incidentes inesperados, siempre es posible tomar medidas correctoras y siempre hay vías de escape. El pasajero de un coche no está obligado a quedarse sentado esperando a que lo secuestren, como de hecho sucede en un avión. Sin embargo, un viaje tan largo en automóvil es difícil de soportar, y por ese motivo Rong Jinzhen se decidió por la única alternativa disponible: el tren. Por su categoría especial y por el hecho de llevar consigo documentos ultrasecretos, pudo reservar una plaza en un coche cama de los más cómodos. Sólo hizo falta que un oficial de seguridad de la estación registrara a fondo el compartimento y la litera antes de la partida. Era una acción muy poco habitual, y Rong Jinzhen no pudo evitar sentirse incómodo.

Lo acompañaba un hombre de expresión increíblemente seria, más bien alto, de tez oscura, boca grande y ojos triangulares. Tenía un bigotito alargado, que se le rizaba empecinadamente hacia arriba, como las cerdas de un animal. Su rígido comportamiento era el reflejo de su temple de acero; sus gestos resueltos impregnaban todas sus acciones. En muchos aspectos, parecía envuelto en un aura mortífera. Decir que emanaba algo letal y que tenía un aspecto feroz no habría sido suficiente para describirlo. El hecho es que, en toda la Unidad 701, aquel hombre era muy respetado. Siempre había tenido poder y prestigio. Sin embargo, como solían decir todos, su poder no era el mismo que el de Rong Jinzhen, cuya importancia residía en su inteligencia. Aun así, aquel hombre tenía una función muy importante. Cada vez que un miembro destacado de la Unidad 701 tenía que viajar fuera del complejo, lo llamaban a él para acompañarlo. Por esa razón, todos lo apodaban Vasili, por el nombre del guardaespaldas de Lenin en aquella película rusa de 1939, Lenin en 1918. Era el Vasili de la Unidad 701.

La mayoría de la gente decía que nunca había visto a Vasili sin su enorme abrigo. Siempre llevaba las manos metidas en los bolsillos y caminaba a grandes zancadas llenas de energía. Era un personaje impresionante, como cabía esperar de un guardaespaldas. Entre los miembros más jóvenes de la Unidad 701, no había nadie que no sintiera una mezcla de envidia y respeto por Vasili. Muchos solían hablar con entusiasmo de su fuerza y sus demostraciones de coraje. El hecho de que siempre llevara las manos metidas en los bolsillos motivaba fantásticas especulaciones sobre lo que podía guardar dentro. Algunos decían que en el bolsillo derecho escondía una pistola B7 de fabricación alemana, listo para dispararla cuando fuera preciso, y en el izquierdo, un permiso especial escrito a mano y firmado por el director de los servicios de inteligencia, un famoso militar del más alto rango. Cada vez que necesitaba ir a algún sitio, Vasili no tenía más que enseñar el permiso. Ni siquiera el príncipe de los ejércitos celestiales se habría atrevido a cerrarle el paso.

Otros afirmaban que debajo del brazo izquierdo llevaba otra pistola. Pero lo cierto era que nadie la había visto. Por otro lado, el hecho de que persona alguna hubiera visto el arma no significa que no estuviera ahí. Después de todo, ¿quién habría podido echarle una mirada casual debajo del brazo? Pero aunque alguien hubiera comprobado que no llevaba ninguna pistola bajo la axila, los miembros más jóvenes de la Unidad 701 no le habrían prestado atención, porque habrían aducido que sólo llevaba el arma cuando salía a cumplir una misión.

De hecho, es bastante probable que así fuera.

La mayoría de los guardaespaldas profesionales llevan más de una pistola, así como una variedad de armas ocultas, del mismo modo que Rong Jinzhen solía llevar más de un lápiz o una pluma, y más de un libro. Dicho en términos sencillos, no tenía nada de raro que llevara más de un arma. Era tal como debía ser, del mismo modo que la gente necesita comer para vivir.

Pero incluso llevando como acompañante a ese hombre de capacidades extraordinarias, Rong Jinzhen no se sentía cómodo ni seguro. Al salir del complejo, no pudo evitar que lo invadiera una indescriptible sensación premonitoria. En el tren, se sentía como si todas las miradas se fijaran en él, como si fuera el emperador desnudo del cuento. Sudaba profusamente. Estaba nervioso, agitado, inquieto. No sabía qué hacer, ni qué medida tomar para sentirse mejor. Tal estado de ánimo se debía en gran parte a su enorme preocupación por su integridad física y por la importancia de la misión que tenía entre manos.

[Transcripción de la entrevista al director Zheng]

Ya lo he dicho antes, pero el criptógrafo de bajo nivel del país Y al que agentes del país X secuestraron ni siquiera podía compararse con Rong Jinzhen. Entre los dos mediaba una diferencia como entre el cielo y la tierra. Las medidas de seguridad no eran excesivas, ni tampoco puede decirse que Rong Jinzhen se preocupara sin motivo. Su misión conllevaba un riesgo bastante elevado. Incluso al principio, notamos que había algo extraño. Después de que Rong Jinzhen descifró PÚRPURA, pese a que su hazaña se mantuvo en el más estricto secreto, el país X siguió protegiendo su información, como si supiera que el código había sido descifrado. Por supuesto, era previsible que antes o después descubrieran que habíamos descifrado su código. Es imposible mantener oculto durante mucho tiempo un hecho de tal magnitud, incluso aunque no se utilice de ninguna manera la información descifrada. Pero ellos lo sabían. Lo sabían, aunque no habrían debido saberlo. Incluso no se les escapaba que había sido Rong Jinzhen el responsable de descifrar PÚRPURA y hasta conocían detalladamente gran parte de su trabajo. Cuando se descubrió esa situación, todas las secciones y especialistas competentes se pusieron a investigar la fuga, y encontraron algunos datos sospechosos y varias pistas que apuntaban a Jan Liseiwicz. Por esa razón empezamos a desconfiar de su identidad real, pero en aquel momento no teníamos pruebas concretas, sino únicamente sospechas.

Un año después, recibimos un informe extraordinario, que nos revelaba que Jan Liseiwicz y el notorio anticomunista Georg Weinacht eran en realidad la misma persona. Fue entonces cuando se nos manifestó la repulsiva naturaleza de Liseiwicz. Nos preguntamos por qué razón se habría convertido el científico en un virulento anticomunista y qué circunstancias lo habrían conducido a atacar al comunismo de manera tan tortuosa, llegando hasta el extremo de cambiarse el nombre. Supongo que es un secreto que se llevará a la tumba. Pero cuando cayó el velo que ocultaba su cara, sus intentos de conspirar contra nosotros se volvieron demasiado obvios. Quizá nadie conocía tan bien como Liseiwicz el talento de Rong Jinzhen. Después de todo, él también había trabajado en criptografía y había fingido que estaba intentando descifrar PÚRPURA. Liseiwicz pareció intuir el camino que Rong Jinzhen iba a seguir dentro de la criptografía y supuso desde el principio que se convertiría en un experto. En cierto sentido, el desciframiento de PÚRPURA era inevitable. Sabiéndolo, Liseiwicz desplegó todo su ingenio para que Rong Jinzhen no se dedicara a esta disciplina, pero, cuando descubrió que ya era criptógrafo, cambió de estrategia y trató de impedir que descifrara el código. Cuando se enteró de que ya lo habíamos descifrado, intentó confundirnos una vez más, con una insidiosa trampa en la que esperaba que cayera Rong Jinzhen. Creo que gran parte de lo que hizo Liseiwicz fue por mandato de altos intereses políticos, y que él no pudo decidir gran cosa. Imagine, por ejemplo, qué habría pasado si Rong Jinzhen hubiera descifrado el código nada más ponerse a trabajar. Habría sido una desgracia para Liseiwicz; habría sido como si le robaran todas sus posesiones. Pero la alarma no llegó a sonar. En aquella época, el cometido del profesor era comportarse como un sistema de alerta temprana. ¿De qué otro modo habría sido posible descubrir que Rong Jinzhen era el hombre que había descifrado PÚRPURA? Sólo Liseiwicz habría podido deducirlo. ¡Y acertó! Sin embargo, había una cosa que no podía prever: que su estratagema para atrapar a Rong Jinzhen no iba a surtir efecto. En ese aspecto, puede decirse que la suerte estaba de parte de este último.

A lo largo de los días siguientes, la radio de propaganda del enemigo mencionó tangencialmente el tema y ofreció cantidades enormes de dinero para «comprar» a nuestros criptógrafos. Incluso decían la suma exacta que ofrecían por cada persona. Recuerdo claramente que la recompensa por Rong Jinzhen era diez veces mayor que la ofrecida por un piloto: un millón de yuanes.

¿Se lo imagina? ¡Un millón de yuanes!

Según el propio Rong Jinzhen, una recompensa tan abultada lo hizo sentirse orgulloso, pero al mismo tiempo lo colocó a las puertas del infierno. Si el enemigo estaba dispuesto a pagar un precio tan alto por su cabeza, el incentivo para hacerle daño era enorme y muchos querrían probar suerte. Se sentía vulnerable e indefenso, pero no hacía falta que se sintiera así. Las medidas que habíamos tomado para garantizar su seguridad cubrían ampliamente cualquier peligro que pudiera encontrar. Además del fiel Vasili, había varios vigilantes secretos que lo acompañaban a cada paso, y algunos de ellos dominaban las técnicas más avanzadas de combate. Estaban preparados para cualquier imprevisto. Pero él no sabía nada de eso. Por tal razón, al sentirse arrastrado por las hordas de pasajeros que iban y venían por el tren, era natural que se pusiera nervioso.

Rong Jinzhen parecía poseer una cualidad que lo obligaba a perder el tiempo en asuntos insignificantes. Y la razón por la que perseveraba, aunque se diera de cabezazos contra un muro, no era su inteligencia privilegiada ni su suerte fuera de lo común, sino su empecinamiento. Esa obstinación parecía dotarlo de una reflexiva y sublime lentitud para hacer las cosas. Así era Rong Jinzhen. Aunque había leído un número descomunal de libros y estaba en posesión de un volumen increíble de conocimientos, tenía muchas dificultades para manejar los asuntos de la vida cotidiana. Y, como lo sabía, podía parecer excesivamente cauto y a la vez un poco tonto. Resultaba difícil de creer, incluso viéndolo. Durante todos esos años, había salido una sola vez del complejo, y lo había hecho para rescatar a su hermana, la maestra Rong. Su viaje a Pekín era sólo su segunda salida. En realidad, los años que siguieron al desciframiento de PÚRPURA habían sido bastante tranquilos para él. Habría podido visitar a su familia si lo hubiera deseado. De hecho, si lo hubiera pedido, habríamos hecho de inmediato todos los preparativos para su desplazamiento. Pero siempre rechazó de plano toda sugerencia de abandonar la unidad. Era como si fuera un delincuente vigilado por un carcelero. Era circunspecto en sus palabras y sus actos. La idea de hacer simplemente lo que le apeteciera no tenía sentido para él. Pero quizá lo más importante fuera su miedo de lo que pudiera pasarle si se alejaba de la unidad, aunque sólo fuera por un corto período de tiempo. Del mismo modo que algunas personas temen quedarse encerradas y aisladas de todo contacto humano, él tenía miedo de salir al exterior y encontrarse con otra gente. Su reputación y su trabajo eran como una campana de cristal, frágil y transparente. Cuando una persona es así, no hay nada que hacer. Además, él mismo agravó la situación, alimentando esa tendencia suya a la reclusión y cultivándola en su interior. Sencillamente, nosotros no podíamos hacer nada…

[Continuará]

A causa de su profesión y de su naturaleza excesivamente cautelosa, por no mencionar el temor a lo que pudiera pasarle, Rong Jinzhen estaba atrapado en un valle de secretos. Así transcurrían para él los días y las noches, de principio a fin, como los días de un animal enjaulado. Pronto su actitud rígida y casi sofocante ante la vida en la Unidad 701 se volvió familiar para todos. Su única alegría era perderse en los mundos de su imaginación. Sin embargo, de un día para otro, se encontró en un tren, de camino hacia Pekín. Era la segunda vez que salía del complejo y también sería la última.

Como era su costumbre, Vasili llevaba puesto su abrigo: una elegante gabardina beige con el cuello levantado. Parecía terriblemente misterioso, pero esa vez no llevaba la mano izquierda metida en el bolsillo, sino que la usaba para sostener un maletín de cuero. El maletín no era ni grande ni pequeño, de piel de becerro marrón, sobre una estructura rígida. Era perfecto para llevar de viaje. Pese a su aspecto corriente, en su interior se encontraban los archivos de NEGRO, una auténtica bomba de relojería. La mano derecha de Vasili, como pudo observar Rong Jinzhen, parecía contraerse de vez en cuando dentro del bolsillo, como si el hombre padeciera algún tipo de tic nervioso que quisiera ocultar. Desde luego, él sabía que Vasili no tenía ningún tic, sino que llevaba la mano apoyada en la pistola. Incluso había vislumbrado un atisbo del arma y había oído que otras personas comentaban algo al respecto. La presencia de la pistola le horrorizaba, aunque sabía que su peso en el bolsillo de Vasili se había convertido en un hábito e incluso una necesidad para su guardaespaldas. Pero Rong Jinzhen no podía evitar sentir animadversión y miedo. Una frase le vino a la mente: «Una pistola es como dinero en el bolsillo, que se puede sacar y usar en cualquier momento».

La idea de que a su lado viajaba un arma o tal vez dos lo ponía nervioso. Si surgía algún problema, esas armas podían entrar inmediatamente en acción, como se usa el agua para sofocar las llamas. Pero a veces el agua no es suficiente para apagar un incendio. Si fuera así… Prefería no pensarlo. Mientras tanto, un eco de disparos le resonaba en la mente.

Por supuesto, era consciente de que si pasaba algo y sus enemigos los superaban en número o en armas, Vasili no dudaría ni un segundo en volver la pistola contra él y dispararle. «Darás muerte al que pueda divulgar secretos», se dijo Rong Jinzhen en silencio. El eco de los disparos que había empezado a desvanecerse en su imaginación volvió a sonar.

La sensación de un fracaso inminente, de una catástrofe que estaba a punto de abatirse sobre él, lo acompañó durante todo su viaje a la capital. Por mucho que intentara rechazarla, no podía resistirse a la idea de que el camino era muy largo y que el tren avanzaba con exasperante lentitud. Sólo cuando por fin llegó al cuartel general de los servicios secretos, empezó a cambiarle el humor, y el miedo que le encogía el corazón se vio reemplazado por una sensación de cálida tranquilidad. En ese momento, pensó que no había tenido motivos para inquietarse y que en el futuro no volvería a preocuparse de ese modo.

—¿Qué habría podido pasarme? ¡Nada! Después de todo, nadie me conocía y todos ignoraban que llevaba información ultrasecreta —murmuró, como amonestándose a sí mismo por haberse comportado tontamente.