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Al final, a causa del «contenido poco saludable» de la carta, Rong Jinzhen no recibió autorización para leerla. En la Unidad 701 había una norma: no hacer preguntas prohibidas, no hablar de temas prohibidos y no tratar de averiguar cosas prohibidas. Desde la perspectiva del Partido, cuantas menos fueran las cartas de ese tipo, mucho mejor, ya que sólo servían para causar problemas. El Partido ya tenía demasiados secretos, incluso para sus propios miembros, y no necesitaba más complicaciones.

Pero resultó que ese sencillo método de quitarse el problema de encima no funcionó en el caso de Rong Jinzhen. Un mes después, el equipo de vigilancia recibió una segunda carta dirigida a él, esta vez procedente del país X. Cualquier carta enviada desde allí era un asunto delicado. Cuando la abrieron, comprobaron que estaba escrita en inglés y que, una vez más, estaba firmada por Jan Liseiwicz. Era mucho más larga que la anterior. En ella, Liseiwicz intentaba convencer de nuevo a Jinzhen de que volviera a su investigación original y expresaba más contrariedad aún por el hecho de que la hubiera dejado inconclusa. El profesor extranjero empezaba la carta refiriéndose a varios artículos publicados en diferentes revistas de matemáticas acerca de los avances más recientes en la investigación sobre inteligencia artificial; pero de repente (como si de pronto decidiera ir al grano) afirmaba:

Fue un sueño lo que me llevó a escribirte esta carta. A decir verdad, desde hace un par de días no dejo de preguntarme qué estarás haciendo y qué recompensa te habrán ofrecido (o de qué manera te habrán amenazado) para que tomaras una decisión tan sorprendente. Anoche te me apareciste en sueños para contarme que estabas trabajando en una unidad ultrasecreta de tu país y que te habías convertido en criptógrafo. No sé por qué tuve ese sueño. No cuento con los conocimientos ni la experiencia necesarios para interpretar los sueños y relacionarlos con los hechos de la vida real. Quizá haya sido sólo un sueño y no signifique nada. Espero que sea así. Sin embargo, creo que este sueño representa mis esperanzas y temores respecto a ti. Me preocupa que tu genio haya atraído una atención indeseada y que ahora te obliguen a trabajar en ese campo. Pase lo que pase, no debes aceptar. ¿Por qué lo digo? Por dos razones:

I. La naturaleza de la criptografía

Actualmente, muchos matemáticos participan en la investigación criptográfica y algunos han llegado a sostener que se trata de una ciencia por derecho propio. Como resultado, mucha gente se ha visto atraída por este campo y algunos han acabado sacrificando la vida por ella. Ninguno de sus trabajos ha logrado cambiar mi opinión acerca de los códigos criptográficos. A mi juicio, ya hablemos de la invención de códigos o de su desciframiento, todo el proceso es fundamentalmente anticientífico y antiintelectual. Los códigos son un veneno que la humanidad ha inventado para destruir la ciencia y una conspiración contra las personas que se dejan la vida trabajando con ellos. Para producir y descifrar claves y códigos hace falta inteligencia, pero se trata de una inteligencia diabólica. Cada éxito que consigues en este campo obliga a otras personas a volverse más inventivas en su maldad y más despiadadamente astutas. Los códigos secretos son una guerra oculta, que, sin embargo, no tiene sentido ganar, porque no conduce a nada.

II. Tu carácter

Como te he dicho antes, tienes una inteligencia superlativa, pero también frágil, además de un carácter obsesivo. Son las clásicas características de un gran científico, pero también indican que la criptografía no es para ti. El trabajo en un entorno ultrasecreto conlleva mucha presión y te exige subordinar tu personalidad a las exigencias de la misión. ¿Te crees capaz de hacerlo? Estoy seguro de que no, porque eres demasiado frágil y a la vez demasiado obstinado. Te falta flexibilidad. A menos que tengas mucho cuidado, este trabajo te quebrará. Por tu propia experiencia, sabes cuál es el ambiente más propicio para el desarrollo de las ideas. Para conseguir algún resultado, se necesitan tranquilidad y libertad para dejar vagar los pensamientos, sin ningún tipo de presión. Pero desde el primer momento en que te dedicas a la criptografía, estás sometido a una vigilancia constante. Tus acciones están bajo control, en interés de la seguridad nacional. La presión es enorme. En una situación así, es muy importante recordar cuál es tu país. Yo me lo pregunto a menudo. ¿Es Polonia? ¿Israel? ¿Inglaterra? ¿Suiza? ¿China? ¿O el país X?

Ahora por fin he comprendido que cuando la gente habla de «su país» se refiere a su familia, sus amigos, su idioma, el puente que atraviesa cuando va a trabajar, el riachuelo que pasa cerca de su casa, los bosques, los caminos, la suave brisa que sopla del oeste, el rumor de las cigarras, las luciérnagas en la noche y ese tipo de cosas, y no una extensión particular de territorio rodeada de fronteras convencionales, ni el objeto de un partido nacionalista o de la veneración de un demagogo. Si quieres que te sea sincero, siento un enorme respeto por el país donde vives, porque allí pasé los años más felices de mi vida. Sé hablar chino; tengo en ese país muchos parientes y amigos, entre ellos algunos que por desgracia ya han fallecido. Gracias a mi familia y a los amigos que tengo allí (vivos y muertos), conservo un tesoro de recuerdos indisolublemente unidos a ese país. En muchos aspectos, se podría decir que tu país —China— también es el mío, pero no por eso voy a engañarme a mí mismo, ni voy a mentirte a ti. Si no te dijera todo esto, si no te advirtiera acerca de los inconvenientes de tu actual posición y de los peligros que vas a correr, entonces sí que te estaría mintiendo…

Parecía como si Liseiwicz pensara que con esa carta había quemado las naves, porque menos de un mes después llegó una tercera. Esta vez parecía muy disgustado y se quejaba amargamente de que Jinzhen no le hubiera contestado. Tenía una teoría acerca de la causa de su silencio.

Si no me contestas, es porque verdaderamente estás trabajando en eso: ¡el desciframiento de códigos secretos!

Su razonamiento era sencillo: el silencio equivalía a admisión y reconocimiento.

Después, con evidente esfuerzo para controlar sus emociones, exponía de manera bastante detallada su argumentación. Escribía lo siguiente:

No sé por qué, pero cada vez que pienso en ti, se me encoge el corazón. Me siento completamente impotente. Todo el mundo tiene algún remordimiento en la vida. Tal vez tú seas el mío. Jinzhen, mi querido Jinzhen, ¿qué ha pasado para que tenga que inquietarme tanto por ti? ¡Por favor, dime que no estás trabajando en criptografía! Estoy tan preocupado que he llegado a tener pesadillas. Tu genialidad, los temas de investigación que habías elegido, tu largo silencio y todo en general me hace pensar que mi sueño me ha revelado la verdad. ¡Los códigos son inventos malditos! Son sensibles como las plantas carnívoras; envuelven a todo el que las toca y lo sofocan con su abrazo. Son una cárcel. ¡Sería lo mismo que si te arrojaran al fondo de un pozo oscuro y se olvidaran de ti! Querido Jinzhen, si es verdad lo que pienso, entonces debes escucharme. Si tienes la oportunidad de echarte atrás, aprovéchala. Si te ofrecen la más remota posibilidad de marcharte, no lo dudes: ¡vete cuanto antes! Pero si te resulta imposible renunciar a lo que estás haciendo, entonces ten presente el consejo que voy a darte. Trabaja con cualquier código que te pidan que descifres, pero ¡nunca, bajo ningún concepto, aceptes trabajar con PÚRPURA!

PÚRPURA era el código más endiablado que la Unidad 701 había tenido el encargo de descifrar. Se rumoreaba que cierta organización religiosa había invertido cantidades ingentes de dinero (e incluso había recurrido a métodos gangsteriles) para presionar con premios y amenazas a un matemático, hasta convencerlo para desarrollar el código. Cuando el matemático terminó su trabajo, resultó que el código requería tantos pasos intermedios, era tan difícil de utilizar, abarcaba tantas claves internas dentro del método general de cifrado, era tan endiabladamente complicado y resultaba tan misterioso y arcano, que los propietarios originales no supieron hacer uso de él y acabaron por venderlo al país X. En ese momento, era el código de mayor nivel utilizado por los militares del país X y, en consecuencia, el más valorado por la Unidad 701. Durante los últimos dos o tres años, los genios de la División de Criptografía de la Unidad 701 se habían devanado los sesos para tratar de descifrarlo. Habían trabajado y sufrido enormemente, sin pensar más que en el código día y noche, durante el sueño y la vigilia, pero sólo habían conseguido un resultado: aumentar el miedo que infundía el código en todos los que tenían capacidad suficiente para trabajar con él. De hecho, el lunático del ajedrez había perdido la razón precisamente por trabajar con PÚRPURA. Dicho de otro modo, el hombre había caído en los abismos de la locura por culpa del matemático anónimo que había inventado el endemoniado código. Los que habían escapado a ese destino no se habían salvado por su mayor fuerza mental, sino por su cobardía (o quizá por su cordura), que les había impedido acercarse a PÚRPURA. Sabían demasiado bien lo que les esperaba si empezaban a trabajar con el código, por lo que podía decirse que su negativa a hacer cualquier intento en esa dirección era un signo de buen juicio. PÚRPURA era una trampa, un agujero negro; cualquiera con un retazo de sensatez lo habría evitado como a la peste. La única persona suficientemente temeraria para abordarlo había perdido la razón y, como consecuencia, la gente se había vuelto todavía más cauta y más decidida aún a mantener las distancias. Puesto que la Unidad 701 ya había intentado descifrar PÚRPURA y había fracasado, todos seguían igual de desesperados por descifrarlo, pero se sentían completamente incapaces de hacerlo.

Pero de pronto recibían una carta de Jan Liseiwicz, en la que el profesor extranjero le advertía a Rong Jinzhen que no se acercara a PÚRPURA. Por un lado, era una prueba más de que el código era extraordinariamente difícil de desencriptar y de que probablemente Jinzhen tampoco conseguiría nada aunque lo intentara; pero, por otro, era una señal de que Liseiwicz quizá sabía algo del funcionamiento de PÚRPURA. De las cartas que había enviado hasta ese momento se desprendía que tenía una relación inusualmente estrecha con Jinzhen. Ese afecto se podía aprovechar para tratar de sonsacarle información. Así pues, le enviaron una carta a Jan Liseiwicz, firmada con el nombre de Jinzhen.

El texto estaba mecanografiado. Sólo la firma al pie de la carta era manuscrita. Se parecía a la de Rong Jinzhen, pero era una falsificación. Por decirlo claramente, Rong Jinzhen estaba siendo utilizado por el Partido, al menos en ese asunto. El propósito de contestarle a Liseiwicz era reunir información para descifrar el código PÚRPURA. ¿Para qué informar al respecto a Jinzhen, que se pasaba el día entero leyendo novelas y jugando al ajedrez chino con un lunático, en lugar de hacer su trabajo? Además, si hubieran dejado que fuera él quien escribiera la carta, probablemente el resultado no habría sido tan bueno. El primer borrador lo redactaron cinco expertos, y las sucesivas versiones tuvieron que recibir la aprobación de tres directores, antes de que enviaran la carta en cuestión. El mensaje, presentado en los términos más sinceros y respetuosos, era muy sencillo: «¿Por qué no puedo descifrar PÚRPURA?».

Por lo visto, la sinceridad y el respeto surtieron efecto, ya que Liseiwicz respondió de inmediato, con una carta llena de buenos consejos. Empezaba la misiva lamentando que su sueño hubiera sido auténtico y censurando a Jinzhen por haber cometido la estupidez de seguir ese camino. Parecía considerarlo un signo de la injusticia del destino. Después, escribía:

Siento un impulso irresistible de contarte mi secreto, aunque no puedo entender por qué. Quizá me arrepienta cuando haya escrito esta carta y la haya enviado. Juré no revelar nunca a nadie este secreto, pero, tratándose de ti, tengo que hablar…

¿Cuál era el secreto?

En la carta, Liseiwicz explicaba que aquel invierno cuando había llevado los dos cajones de libros a la universidad, su propósito original había sido ponerse a investigar sobre inteligencia artificial. Sin embargo, la primavera siguiente, un importante personaje del recién constituido Estado de Israel lo había visitado.

—Hace muchos años que los judíos soñamos con una patria propia —le dijo esa persona—. Pero ahora nos enfrentamos a dificultades enormes. ¿Está dispuesto a ver sufrir a su pueblo más incluso de lo que lo ha hecho hasta ahora?

—Desde luego que no —respondió Liseiwicz.

—Entonces espero que nos haga un favor —dijo el visitante.

—¿Cuál?

Liseiwicz lo exponía en su carta: «Querían que ayudara al gobierno israelí a descifrar un par de códigos militares utilizados por los países vecinos. Ese fue mi trabajo durante los dos años siguientes». A esa misión debía referirse el profesor en la carta que le dejó al joven Lillie cuando se marchó con su familia al país X, y que decía así: «En los últimos años, he estado trabajando en algo muy importante para ellos. Las dificultades que han tenido que superar y sus esperanzas para el futuro me han conmovido profundamente; por su causa he renunciado a una vieja ambición». La carta de Liseiwicz a Rong Jinzhen seguía: «Tuve mucha suerte. Desde que me dieron este trabajo, conseguí descifrar sin mayores problemas varios códigos de nivel medio y un par de códigos de alto nivel utilizados por los países vecinos. Al poco tiempo era tan famoso en el mundo de la criptografía como lo había sido en el de las matemáticas».

Así resultaba mucho más fácil comprender lo que había sucedido después. De ese modo se explicaba que el país X tuviera tanto interés en ayudarlo y que hubiera hecho todo lo posible para sacarlo de China con su familia: pretendía beneficiarse de su habilidad para la criptografía. Pero desde que Liseiwicz había llegado al país X, todo había sido completamente diferente de lo que él había imaginado. En sus propias palabras:

Nunca, ni en mis suposiciones más extravagantes, habría imaginado que no me querían para descifrar códigos enemigos, sino para desencriptar uno de los suyos: ¡PÚRPURA! Como ya habrás comprendido, si en algún momento logro descifrarlo (o quizá incluso en el instante en que esté próximo a desentrañar su secreto), se dejará de usar. Mi misión consiste en decidir el destino de PÚRPURA. Soy una alarma viviente, cuyo cometido es informar al país X de que probablemente el enemigo está a punto de descifrar su código más importante. Tal vez debería sentirme orgulloso. Por lo visto, creen que, si yo no puedo descifrar PÚRPURA, nadie más podrá. Sin embargo, quizá porque no me convence el papel que me han asignado, o tal vez porque no me gusta oír decir que PÚRPURA es indescifrable, o por la razón que sea, he tomado la decisión de desencriptarlo, cueste lo que cueste. Por el momento, pese a mis esfuerzos, ni siquiera he comenzado a perfilar el método para lograr mi objetivo. Por eso te pido que ni siquiera te acerques a PÚRPURA

Las personas que leyeron la carta repararon en un par de detalles dignos de atención. La caligrafía y la dirección del remitente eran completamente diferentes respecto a las cartas anteriores, lo que significaba que Liseiwicz era consciente del peligro que entrañaban sus acciones. De hecho, el envío de esa carta era motivo suficiente para que lo acusaran de traición. También era la prueba de que el profesor apreciaba realmente a Jinzhen. Parecía muy posible hacer uso de ese afecto. Por eso, otra carta firmada con el nombre de Jinzhen partió hacia el país X, dirigida a Liseiwicz. En ella, el falso Jinzhen intentaba abiertamente utilizar el aprecio del profesor por su antiguo estudiante para obligarlo a hacer algún tipo de revelación:

He perdido la libertad y mi única esperanza de recuperarla es descifrar PÚRPURA… Estoy seguro de que, después de tantos años de estudiar este código, usted podría ofrecerme algunas pistas que me guíen a través del laberinto… No tengo experiencia en este tipo de trabajo y necesito consejo. Cualquier consejo me será útil… Querido profesor Liseiwicz, maldígame si quiere, escúpame y cúbrame de escarnio. Me siento un traidor…

No cabía duda de que era imposible enviar directamente a Liseiwicz una carta con ese tipo de contenido. Al final se tomó la decisión de mandarla en primer lugar a unos camaradas nuestros en el país X, que encontrarían la manera de entregarla en privado. Los responsables de la Unidad 701 estaban bastante seguros de que la carta llegaría a su destino, pero era mucho más difícil predecir si Liseiwicz finalmente contestaría. Después de todo, ese Jinzhen (el falso) era, de hecho, un traidor, y la mayoría de sus antiguos profesores lo habrían tratado con muy poca deferencia. Dicho de otro modo, el falso Jinzhen podía ser merecedor de piedad o de desprecio, según cómo se mirara. Conseguir que alguien como Liseiwicz hiciera caso omiso de los rasgos despreciables del personaje y se concentrara únicamente en los aspectos lastimosos podía ser casi tan difícil como descifrar el código PÚRPURA. La carta había sido simplemente una manera de probar suerte. A esas alturas, la desesperación en la División de Criptografía de la Unidad 701 era tal que sus responsables estaban dispuestos a intentar cualquier cosa.

Pero el milagro se produjo y Liseiwicz envió una respuesta.

Durante los seis meses siguientes, el profesor se arriesgó en repetidas ocasiones a ser ejecutado por traidor, para ponerse en contacto con nuestros camaradas y entregar a su «querido Jinzhen» una cantidad ingente de material sobre PÚRPURA, así como un sinfín de consejos sobre la forma de descifrarlo. Como resultado, las autoridades centrales decidieron crear temporalmente un grupo de trabajo compuesto en su mayoría por criptógrafos propios, a los que encargaron desencriptar el código cuanto antes. ¡Lo que nadie podía imaginar era que Rong Jinzhen se les adelantaría! Para entonces, Liseiwicz llevaba casi todo un año escribiendo al falso Jinzhen, sin que el verdadero Rong Jinzhen recibiera una sola carta ni tuviera la más remota idea de lo que estaba sucediendo. Así pues, todas esas cartas no tuvieron ninguna influencia en él. Si lo afectaron en algún sentido, fue más que nada en el de incrementar ligeramente la presión. Después de todo, cuando los directores se dieron cuenta de que Jinzhen no se estaba esforzando y de que trabajaba cada vez menos, habrían podido deshacerse de él por inservible, ya que no hacía otra cosa que ocupar espacio. Sin embargo, el Partido había decidido que se quedara donde estaba, pero no porque necesitaran su colaboración, sino porque iba a ser el señuelo que haría posible el desciframiento de PÚRPURA.

Sus colegas lo acusaban de estar peor incluso que antes, porque desperdiciaba cada vez más tiempo en sus partidas de ajedrez chino y en sus novelas. Tiempo después, tuvo aún más problemas por culpa de la interpretación de los sueños. Cuando se descubrió esa habilidad suya, los curiosos empezaron a rodearlo y a perseguirlo para contarle las extravagancias que pergeñaba su mente por la noche y pedirle que les explicara su significado. Lo mismo que con el ajedrez, Rong Jinzhen no sabía mucho del tema, pero le costaba decir que no, tal vez porque carecía de una mínima habilidad social para negarse amablemente. En cualquier caso, no tenía más opción que acceder. Escuchaba la maraña de pensamientos e imágenes que le contaba la gente y trataba de desentrañar algún significado que tuviera sentido.

Todos los jueves por la tarde había una reunión política para los trabajadores de la Unidad 701. En esas reuniones se hacían diferentes cosas: a veces, un cuadro del Partido explicaba una medida nueva; otras, alguien leía los periódicos y los comentaba; y otras veces, los participantes hablaban libremente entre ellos. Cuando sucedía esto último, siempre había alguien que se llevaba a Rong Jinzhen a un rincón y le pedía que le interpretara los sueños. Una vez, cuando Jinzhen estaba en medio de una interpretación, tuvo la mala suerte de llamar la atención del subjefe de división (uno de los jerarcas encargados de fomentar la conciencia política del personal), que estaba supervisando la reunión. Ese subjefe en concreto era muy izquierdista y solía hacer una montaña de un grano de arena; además, era el tipo de persona que siempre se precipita a sacar las peores conclusiones. Al instante dictaminó que las interpretaciones de Rong Jinzhen no eran más que supersticiones feudales. Lo reprendió en términos muy duros y le pidió que escribiera una autocrítica.

El subjefe de división no tenía muchos amigos entre sus subordinados. Los trabajadores de la División de Criptografía lo despreciaban y le dijeron a Rong Jinzhen que no le prestara atención. Le aconsejaron que escribiera un par de líneas de autocrítica y diera el tema por zanjado. Rong Jinzhen trató de seguir el consejo de sus compañeros, pero su manera de dar el tema por concluido no tuvo nada que ver con la que habrían adoptado sus colegas. La nota de autocrítica que entregó consistía en una sola línea: «Todos los secretos del mundo están ocultos en los sueños y entre esos secretos están los códigos».

Una afirmación semejante no era la más adecuada para poner fin a un problema. Era evidente que Jinzhen pretendía justificar su inactividad aduciendo que la interpretación de los sueños de sus colegas podía guardar alguna relación con la criptografía. Incluso había cierto tonillo de arrogancia en su afirmación, como si él fuera el único en comprender un hecho de crucial importancia. Aunque el subjefe de división no sabía nada de criptografía, encontró profundamente desagradable la idea de que algo tan individualista como un sueño pudiera tener algún valor. Al leer la nota de autocrítica, sintió como si cada palabra escrita en la hoja se estuviera burlando de él, como si lo estuviera humillando e incluso se atreviera a hacerle muecas y a tirarle piedras. ¿Cómo iba a aceptarlo? ¡No podía tolerar semejante cosa! Se incorporó de un salto, cogió la nota y salió en tromba de su despacho. Se montó en una motocicleta y fue directamente a la cueva de la montaña. Abrió de una patada la puerta de acero de la División de Criptografía y, allí, delante de todos, insultó a gritos a Rong Jinzhen, con el tono de voz de un superior jerárquico indignado. Señalándolo con el dedo, le dijo para terminar:

—Tú has expresado tu opinión y ahora yo expresaré la mía: te crees un gran personaje, pero no eres nadie. Eres como el sapo asqueroso que ve pasar al cisne y se cree que es su igual.

El subjefe de división ni siquiera imaginaba que tendría que pagar un precio muy alto por lo dicho en aquella ocasión; de hecho, fue tanta su humillación que se vio obligado a marcharse de la Unidad 701. Sin embargo, aunque es cierto que el subjefe se precipitó un poco en su ataque a Jinzhen, también es verdad que todos los trabajadores de la División de Criptografía decían lo mismo. Nadie criticó la reacción del jefe y casi todos consideraron que había actuado correctamente. Como he dicho antes, para tener éxito en esa ocupación solitaria, difícil y peligrosa, no sólo se necesitaba una gran inteligencia, combinada con vastos conocimientos y amplia experiencia, sino que hacía falta el tipo de suerte que sólo se encuentra más allá de las estrellas. La impresión que había causado Rong Jinzhen en sus colegas era que simplemente carecía de la inteligencia natural necesaria. Además, tampoco había dado señales de ser afortunado, ni de que intentara atraer la suerte. Por eso todos estaban dispuestos a darle la razón al subjefe de división.

Sin embargo, hay un proverbio chino que los trabajadores de la División de Criptografía tendrían que haber recordado en aquel momento: «No se puede medir el océano con un cucharón». Es imposible saber de qué es capaz una persona solamente por el aspecto que tiene.

Por supuesto, la respuesta definitiva a sus detractores llegó un año después, cuando Rong Jinzhen consiguió descifrar PÚRPURA.

¡Solamente un año!

¡En apenas un año descifró PÚRPURA!

¿Quién habría imaginado que, cuando todos escapaban de PÚRPURA como de la peste, el supuesto «sapo asqueroso» se estaba preparando para la gran proeza? Si alguien hubiera sabido lo que pretendía, se le habría reído en la cara. A veces se dice que los ignorantes son temerarios. En este caso, los hechos demostraron que ese sapo en particular no sólo era genial, sino que tenía la suerte de un genio. Era el tipo de suerte que viene de más allá de las estrellas. Tenía la suerte que sólo podemos atrapar cuando levantamos las manos en el preciso instante en que aparece el humo sobre las tumbas de nuestros antepasados.

La suerte de Rong Jinzhen era increíble. Nadie puede esperar algo semejante. Algunos decían que había desencriptado PÚRPURA mientras dormía, o quizá como resultado de interpretar los sueños de otra persona. Otros afirmaban que había encontrado inspiración en las partidas de ajedrez que jugaba con el lunático. También se decía que había encontrado la clave mientras leía una de sus novelas. Fuera cual fuera la verdad, era evidente que había conseguido descifrar PÚRPURA prácticamente sin esfuerzo, y eso sorprendió a todo el mundo, además de suscitar envidia y entusiasmo. Todos estaban entusiasmados. La envidia quedaba para los expertos enviados por las autoridades centrales, que habían confiado en poder descifrar PÚRPURA con las pistas enviadas por Liseiwicz.

Eso fue en el invierno de 1957, cuando Rong Jinzhen llevaba poco más de un año en la Unidad 701.