CAPÍTULO XII

EN LA MONTAÑA SECRETA

—Rápido, Ranni, cuéntanos lo que habéis visto —dijo Jack.

—Hemos visto algunos hombres de la tribu que habita en la Montaña Secreta —dijo Ranni—. Son ciertamente muy raros. Tal como el tío de Mafumu nos dijo, tienen el pelo muy rojo y la piel amarilla. No he podido ver si sus ojos son verdes. Van vestidos con ropas de muchos colores y llevan turbantes.

—¿Qué más?… —se impacientaba Mike.

—Después ha ocurrido una cosa muy rara. No sé si dar crédito a mis ojos. El caso es que, cuando estábamos allí observándolos, hemos visto que cerca de ellos había una extraña piedra.

—¿Qué clase de piedra? —interrumpió Pilescu.

—Era enorme, y lo extraño de ella era que tenía la base más pequeña que la cima. Entonces uno de los hombres subió a lo alto de la roca y la empujó.

—¿Pudo moverla? —preguntó Mike—. Seguro que no.

—Eso es lo que yo pensé, pero la roca debía ser una de estas curiosas rocas basculantes que pueden moverse sin esfuerzo. Sólo se conocía una en el mundo, pero aquélla era otra de ellas. La roca se deslizó hacia un lado y pareció el cuento de Alí-Babá. Detrás de ella había una gran puerta en la pared de la montaña con brillantes clavos.

Todos miraron a Ranni impresionados. ¡Habían encontrado el camino para penetrar en la Montaña Secreta!

—No sé cómo lograron abrir la puerta; se deslizó hacia un lado silenciosamente, pero no sé si se abrió desde dentro o desde fuera. La roca volvió a su sitio cuando se oyó aquel extraño ruido.

—¿Y aquellos hombres entraron en la montaña?

—Efectivamente, ya no los vimos más —repuso Ranni.

—¿Qué haremos ahora? —preguntó Jack—. Ya sabemos el camino, pero no sabemos cómo abrir la puerta de entrada a la gran cueva. ¿Por qué no lo intentamos esta noche?

—Iré yo —dijo Ranni— y me llevaré mi rifle.

Cuando las estrellas brillaron en el cielo y la luna iluminó las sombras de la noche, Ranni trepó a la extraña roca. Todos estaban mirándole angustiados.

Ranni trepó silenciosamente. Sabía que tenía que empujar en cierto punto de la roca tal como lo había visto hacer, pero era muy oscuro y difícil de encontrar el lugar exacto. Ranni empujó fuertemente. La roca no se movió. Probó una y otra vez y de pronto algo sucedió. ¡Había tocado el resorte accidentalmente! Con un enorme estruendo la roca comenzó a girar.

La puerta brillaba en la noche, pero no se abrió. Allí estaba, enorme y sólida, cerrándoles el camino.

Todo el mundo se quedó esperando que ocurriese algo, todos temblaban terriblemente excitados. Pero no ocurrió nada. La roca se había movido, pero la puerta permanecía cerrada.

—¡Ranni! Quizá los hombres de la Montaña hayan oído el ruido. Intenta abrir la puerta —susurró Pilescu.

Ranni se acercó y empujó fuertemente. Después intentó correr la puerta hacia un lado y hacia otro. Volvió a empujar…, ¡pero la puerta permaneció cerrada!

—Vamos a ver lo que pasa —murmuró Mike a Pilescu.

Todos se dirigieron hacia donde se encontraba Ranni, pero a Jack, mientras bajaba del árbol ayudado por Mafumu, se le enredó el pie entre unas ramas. ¡Pobre Jack!

Ya todos los demás estaban donde Ranni, y en el momento en que Jack se había librado de la rama que le tenía sujeto… la enorme roca giró lentamente y volvió a su primera posición.

Entre la roca y la puerta cerrada quedaba un estrecho pasillo y allí estaban Mike, Paul, Ranni, Pilescu y las chicas. Todos menos Jack y Mafumu.

Éstos se quedaron aterrados viendo cómo la roca iba cerrando el paso a sus compañeros y ellos se quedaban solos.

—¿Estáis bien?… ¿Qué ha pasado?…

Pero nadie contesto a las angustiadas preguntas. Jack y Mafumu subieron a la roca e hicieron lo que habían visto hacer a Ranni, pero no lograron nada.

Detrás de la roca se oyó un ruido. ¡La gran puerta estaba abriéndose! Jack y Mafumu lo oyeron claramente en el silencio de la noche. ¿Qué sucedería?

Cuando la puerta se abrió, nuestros amigos vieron una enorme cueva iluminada por resplandecientes luces y un ancho camino se introducía en la cueva. Allí vivía la tribu de los habitantes de la Montaña Secreta.

Apareció ante ellos un hombre muy alto, de pelo y barba rojos y ojos llameantes, que habló a Ranni en un lenguaje parecido al que hablaba Mafumu. Ranni comprendía algo de lo que le estaba diciendo.

—Quiere que le sigamos. ¿Tienes el rifle, Pilescu?

—Sí. Pero será mejor no hacer uso de él. Son muchos y nosotros muy pocos. Dejemos nuestras armas y esperemos a ver qué sucede. Estamos metidos en un buen lío. Solamente están a salvo Jack y Mafumu.

—Esta cueva está bien construida. En las mismas entrañas de la tierra hay un verdadero pueblo… ¡Es sorprendente! Mira, en aquellas paredes hay unas pinturas muy bonitas…

Los niños lo miraban todo asombradísimos. La Montaña Secreta era un sitio encantador.

Después de haber andado un largo trecho llegaron a una cueva extraña de techo altísimo.

Al final de la cueva había una plataforma alfombrada con alfombras de maravilloso colorido.

En una mesa de piedra había jarros de agua fresca y en una bandeja muchos pasteles. Mike probó uno. Era muy rico. Todos comieron estos dulces porque estaban hambrientos.

La cueva estaba cerrada con una pesada puerta de madera, así que no podían hacer otra cosa que esperar. Los habían dejado solos en el corazón de la Montaña Secreta.

—Será mejor que descansemos —dijo Ranni—. Me alegro que, por lo menos, Jack esté a salvo.

—Quizás él y Mafumu encontrarán otro camino para venir a rescatarnos —dijo Peggy.

—Si van a la roca se encontrarán prisioneros como nosotros.

—¿Es posible que podamos ver a papá y mamá? —preguntó ansiosamente Nora—. También deben de estar aquí.

—Seguramente —repuso Pilescu pensativo—. Ranni y yo haremos guardia por turnos. Vosotros, niños, descansad.

Los chiquillos pronto cayeron en un profundo sueño debido al agitado día que habían tenido.

La noche pasó y no vino nadie a liberarles de su encierro. Las lámparas seguían brillando porque la luz del sol no entraba nunca a las entrañas de la Montaña Secreta.